martes, 26 de febrero de 2008

Río Jordan


RIO JORDÁN


Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por tí bautizado, ¿ y vienes tú a mí?Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan condescendió. Bautizado Jesús, salió luego del agua. Y he aquí que vio abrírsele los cielos y al espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él, mientras una voz del cielo decía: Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias. ( San Mateo 4,13-17 ) .

El río Jordán, desde el monte Hermón, va descendiendo hasta el lago, a 212 m. bajo el uno de los grandes ríos bíblicos. El guía, mirando a los peregrinos que estamos sentados en un anfiteatro sigue explicando y dice que el río forma parte de la división: transjordania y cisjordania. Río bíblico desde los patriarcas que traían el ganado a beber en él. Juan el Bautista bautizaba en el Jordán mandando a la gente que hiciera penitencia. Un buen día se presentó Nuestro Señor en el río para que Juan le bautizara y allí tiene lugar otra teofonía:” Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias. Todos estamos muy atentos para evocar, recordar, el acontecimiento que para nosotros tiene mucha importancia: por el bautismo nos hacemos discípulos de Jesús, nos hacemos cristianos. La Liturgia nos invita a recordarlo, a renovarlo en la Vigilia Pascual. Nosotros que tenemos la oportunidad de estar aquí, al lado del río, vamos a hacerlo en este lugar.
Bautismo en el Río Jordán

Dios todopoderoso y eterno que en el bautismo de Cristo en el Jordán, tu Hijo amado, por medio del Espíritu Santo, concédenos perseverar siempre en tu amor, por Nuestro Señor Jesucristo.

Lee el evangelio de (San Mateo 4,13-19 ) y, seguidamente, dice:

¿ Renuncias a la hipocresía, orgullo, egoísmo personal, desprecio a los demás? Si, renunciamos, contestamos todos los peregrinos. ¿Renuncias a inhibiros ante la injusticia y necesidades de las personas, ante las instituciones, por pereza, cobardía, ventajas personales? Si, renunciamos. ¿ Renuncias a los criterios y comportamientos materialistas de la vida, a los placeres, a que el dinero es un valor absoluto, a que el fin justifica los medios y el propio bien está por encima del bien común ? Si, renunciamos.
¿ Creéis en Dios padre todopoderoso? Si, creemos.
¿Creéis en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor? Si. creemos.
¿ Creéis en el Espíritu Santo...? Si. creemos .
Que Dios todopoderoso...

Con mucha fe y devoción cantamos :

UN SOLO SEÑOR, UNA SOLA FE, UN SOLO BAUTISMO, UN SOLO DIOS Y PADRE.

Amadeo, a mi lado, canta con fuerza y energía. Parece que siente y vive el mensaje de modo especial. ¡ Y quién no, en aquel escenario, donde Jesús fue bautizado por Juan !
El guía se mete en el río, en una plataforma de cemento protegida por una verja para evitar posibles peligros de las aguas más profundas. Por allí, vamos pasando todos los peregrinos. A nuestro paso, con el agua del río en la mano, la derrama sobre la cabeza de cada peregrino. Amadeo sube los pantalones hasta la rodilla como hacemos todos los varones. Hace un gesto con la mano indicando al guía no sé que cosa. Mientras tanto yo filmo aquella escena tan entrañable y tan significativa. Cuando me llega el turno estoy como aturdido por la magnitud de aquel acontecimiento, por las promesas que hemos hecho, por el lugar en que las hicimos. El momento es de gran emoción, no sólo porque estamos en el río Jordán, en el mismo río donde Juan bautizaba y Jesús se bautizó y Dios dijo que era su hijo amado para que nadie dudase de quien era, con todo lo que esto significa, sino también, porque la renovación del bautismo que hacíamos, la hacíamos, ahora, conscientemente, libremente. No eran nuestros padres los que hablaban por nosotros, éramos nosotros mismos los que renunciábamos a todo aquello. Esto, si somos coherentes con nuestras promesas, compromete a mucho. ¡ Que Dios todopoderoso nos de luz y fuerza de voluntad para poder cumplirlo!

El sol se estaba ocultando ya, y, todavía, estábamos en el río. No obstante, hacia calor. Algunas peregrinas utilizaban el abanico para refrescarse un poco. Es que la zona está muy por debajo del nivel del Mar Mediterráneo. Entre las ramas se filtraba el sol y sus rayos se proyectaban en las aguas con un color ocre amarillo, como ocurre tantas veces en las puestas de sol. Las aguas estaban tranquilas y sosegadas; la corriente mínima, sólo una especie de olas pequeñitas, casi imperceptibles, indicaban que el río estaba vivo a la vez que hacían de brillante espejo donde se refleja el sol. La estampa era mágica. El lugar, muy arreglado y cuidado, contribuía a crear aquel efecto.

Algunos peregrinos llenaron sus botellas con agua del río. Una dijo que era para bautizar a su nieta que estaba próxima a nacer. Laura y yo llenamos, también, dos botellas de aquel agua para llevarla a Madrid como recuerdo evocador de lo que allí habíamos vivido. Era el agua del río Jordán, del río donde Juan bautizó a Jesús, del río bíblico. Han pasado más de diez años y el agua del Jordán sigue en las esas botellas. Cada vez que las veo, recuerdo con emoción aquel día Para mi, estar en el río del bautismo de Jesús, renovar allí el bautismo, era de gran valor, de inmenso valor. ¿ Acaso no es grande para un creyente?

La explanada donde paraban los autobuses está también muy bien proyectada. Es amplia, limpia, bien cuidada. El entorno es muy bello. Por un lado el río, por el otro, enormes palmeras, altas, formando hileras, con ramas casi horizontales como si fueran enormes paraguas, como si pretendieran proteger a la tierra desde arriba, no se de cuantos peligros. Enormes racimos de dátiles de color rojizo pendían de sus ramas. El día había sido intensísimo. La noche estaba próxima. Subimos al autocar camino de Tiberíades, camino del hotel Golán.

Llegamos al hotel cansados. ¡ Tantos lugares visitados aquel día, tantas emociones, tantos recuerdos ! Desde la terraza de la habitación se ve la piscina del hotel. El agua estaba limpia y transparente. Algunos peregrinos se estaban bañando. Corre una brisa cálida pero muy agradable. Tengo calor, estoy cansado, rendido. Quiero relajarme y refrescarme. No lo pienso dos veces. Pongo el traje de baño y bajo a la piscina. La temperatura del agua era tan buena que era un autentico placer bañarse allí. Hasta ocho veces recorro la piscina de extremo a extremo y eso para mí es mucho. Aún quisiera seguir allí más tiempo gozando placenteramente, pero el tiempo disponible se agotaba. Laura observa desde la terraza, pero ya estoy solo, todos se han ido, es la hora de la cena. Una ducha de agua fresca, abundante, pone fin a aquel momento de placer.

Después de la cena, el guía dice que el que voluntariamente quiera ir a visitar un centro comercial de diamantes, allí en Tiberíades, queda invitado. Aunque muy cansados, todos nos apuntamos. Seguramente no tendríamos otra ocasión.

El autobús nos deja en una explanada propiedad del centro comercial que está en el centro de la ciudad. Este dato indicaba ya la importancia de aquel comercio, porque la capacidad era para varios autobuses y coches. Son más de las nueve de la noche, hace dos horas y media que aquí ha anochecido. Todo el comercio de la ciudad esta cerrado a esta hora, menos el que vamos a visitar que abre expresamente para nosotros. Los directivos y operarios de la empresa nos reciben atentamente, amablemente. Todos los empleados están en sus puestos de trabajo para atendernos, por las compras que podemos hacer, por las ventas que pueden realizar. Al entrar, percibo que es un centro de diamantes muy importante. Una mujer empleada de la casa, de origen sudamericano, morena, entrada en años, con mucha experiencia y habilidad comercial, recibe al grupo y explica en castellano, con un poco de acento, las distintas clases de diamantes, el delicado proceso de su tallado, su valor y utilidad, lugares productores en el mundo, transformadores, compradores… Israel comercializa la mayor parte de la producción mundial y este centro que visitamos es uno de los más importantes. Terminada la explicación y el correspondiente diálogo, los peregrinos visitamos el comercio. Todos los operarios nos atienden cortésmente, nos ofrecen sus productos, contestan a nuestras preguntas, satisfacen nuestra curiosidad. Aquellos artículos son muy caros y el poder adquisitivo de la mayoría de los peregrinos pequeño. Sólo recuerdo que una peregrina que en el autobús se sentaba con Laura , que, según decía, vivía en Madrid, en el barrio de Salamanca, compró un collar por 200.000 pesetas. Según sus referencias venía con esta intención desde Madrid. En un espacio cerca de la puerta de salida nos ofrecieron gratuitamente bebidas de refresco: limonada, naranjada..,que degustamos sentados en sillones, mientras otros peregrinos seguían curioseando por la tienda.

A la salida dimos un paseo por el puerto, próximo al centro comercial. Allí es la zona de los grandes hoteles de cinco estrellas. Serian más de las diez. Por las calles apenas había gente, pero por el número de cafeterías, restaurantes, anuncios, tipos de iluminación, mobiliario, todo indicaba que aquello, en tiempo y hora, debía ser un lugar muy concurrido por gentes de mucho dinero. Mi impresión es que este lugar se parece a otros que he visto en zonas de lujo de la costa mediterránea en España. Tiberíades es lugar de veraneo para los judíos, también hay bastante turismo extranjero . En esta zona, a orillas del lago de agua dulce, es donde se concentra el turismo con mayor poder adquisitivo. Como estábamos muy cansados y casi todo estaba cerrado, sólo alguna cafetería permanecía abierta, decidimos dar por terminada la visita. Subimos al autocar que en menos de cinco minutos nos dejó en el hotel. Rendidos nos acostamos enseguida. La habitación tiene televisión que emite en árabe y hebreo. Una emisora desde Alemania lo hace en castellano. Pero estamos demasiado cansados. Además, al día siguiente, había que madrugar. Así que con estos razonamientos y con el cansancio a cuestas nos acostamos tranquilamente. El aire acondicionado de la habitación y el cansancio propiciaran un sueño reparador. A las cinco y media, cuando aquí empieza a amanecer, yo, ya estoy levantado. Todavía no se ve muy bien, pero ya los pájaros trinan en los árboles como saludando al día y a las personas madrugadoras como yo. El sol se levanta allí, en frente, en los Altos del Golán y su disco rojizo amarillento, ahora pálido, se deja entrever entre las nieblas que casi ocultan el Golán . Sus rayos salen disparados hacia el horizonte como veloces flechas lanzadas por un diestro arquero. El lago está tranquilo, suave, sereno, perezoso, como si despertara de un profundo sueño. En la lejanía, brumoso, un poco misterioso. Es el último adiós a aquel escenario, a aquel paisaje, a aquel lago, a aquellas tierras que tanto me impactaron.


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