TRAVESÍA POR EL LAGO DE TIBERIADES
“Cuando hubo subido a la nave, le siguieron sus discípulos. Se produjo en el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero Él entretanto dormía, y acercándose le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y el mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se maravillaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar obedecen”? ( San Mateo 8, 23-27 ).
“Así que cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó y dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, mas porque tú lo dices echaré las redes. Haciéndolo, cogieron una gran cantidad de peces, tanto que las redes se rompían, e hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran ayudarles. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mi, que soy hombre pecador... No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres: Y atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y lo siguieron” ( San Lucas 5, 1-11 ).
Vamos a entrar en el kibutz Ginnosar. El kibutz, digamos para entendernos, es como una población comunitaria donde todo es del kibutz y el objetivo es la productividad. Las personas están en función de la productividad. Todo lo tienen en común: cine, teatro, enseñanzas, colegios, guarderías...Régimen asambleario. Se hace lo que decida la asamblea, aunque tienen un equipo de representantes. Por ejemplo, para estudiar una carrera se preguntan, ¿cuántos agrónomos necesitamos ? 10 , pues solamente van a estudiar esta carrera 10, y así en todas las demás profesiones. Lo importante es que el kibutz sea productivo. El sentido de familia queda muy deteriorado. Los hijos más que de sus padres son los hijos del kibutz. La educación, la formación, la reciben del kibutz donde hay de todo. En un principio, el kibutz era más bien agrícola. Era la explotación del terreno. El gobierno les daba el terreno y ellos hacían la explotación. Cumplían la ley judía que decía que el terreno es de quien lo trabaja y cultiva ...Después, ya los kibutzs se van abriendo sobre todo a la hostelería. Muchos de los grupos que vienen por aquí ya se hospedan en el kibutz. Tienen restaurantes, lugares para veranear, apartamentos para la gente que viene de veraneo a pasar aquí las vacaciones. Son pequeñas poblaciones. La tierra aquí es muy fértil como puede apreciarse, por eso la expresión, os llevaré a una tierra que mana leche y miel, pronunciada ,digamos, en el lugar donde predominaba el desierto y en contraste con todo esto, es adecuada. Este kibutz, como vemos, tiene: un pequeño puerto donde embarcaremos para cruzar el lago, gasolinera, vaquería, camellos, almacenes, piscina, praderas con muchos árboles, sillas en la pradera para descansar a la sombra o al sol, calles bien asfaltadas, todo lo que puede tener un pequeño poblado.
Pasamos por el kibutz en dirección al puerto. Una pasarela comunica con el barco. Desde allí, filmo el puerto y su entorno. Otros peregrinos hacen lo mismo que yo. Contemplo los edificios grandes y los otros pequeños como si fueran casas de campo entre los árboles; las piedras grandes colocadas en forma de muro, en las orillas para contener las olas y defender la tierra. En la lejanía se aprecian cerros y colinas de color ocre, siena. Laura y Amadeo caminan por la pasarela hacia el barco.
El barco es de madera. En la cubierta hay sillas blancas, colocadas en varias filas. Los peregrinos se sientan: unos en sillas, otros, en bancos adosados a babor y estribor. Laura, Amadeo y yo nos sentamos a babor. Conversamos animadamente. Los peregrinos tienen cara de alegría y satisfacción. El sol está en el cenit, así que sus rayos inciden casi verticalmente sobre nosotros. Nos defendemos de ellos, cubriendo la cabeza con el sombrero blanco amarillo: el sombrero de la peregrinación. El barco está pintado con barniz de color ocre siena, que realza su belleza y categoría. Cuerdas, colchonetas, salvavidas...completan el equipaje de cubierta. Rugen los motores, desatan las amarras, el barco se mueve, comienza la singladura. El lago azul y plateado esta tranquilo. Las olas son suaves, humildes, casi enanas. El sol se refleja en el agua y sus destellos son cegadores. Los peregrinos siguen charlando, observando el panorama, localizando en la ribera y en las colinas los lugares ya visitados. Yo saco mi cámara de vídeo y desde allí, desde la mitad del lago, filmo todo aquel horizonte: el kibutz, Tabgha, Cafarnaúm, Beit Saida, Kursi, Cesárea de Filipos, la Decápolis donde estaban las ciudades de Tiro y Sidón, Altos del Golán, Magdala, Monte Arbel, Cuernos de Hattin, Tiberíades, las iglesias del Primado de Pedro, Multiplicación de los Panes y los Peces, Bienaventuranzas. Más atrás, cerros, colinas y vaguadas y aún más atrás, aunque no se ven, el monte Hermón y las fronteras del Líbano, Siria y Jordania. Desde aquí, el panorama es diferente. Desde el medio del lago, todo parece más lejano, pero el horizonte es más grandioso, más amplio, más infinito. El barco se para en la mitad del lago. El capitán iza la bandera roja y amarilla, ¡es la bandera de España ! que ondea decidida, enérgica, altiva y libre, allí en Tierra Santa, en la mitad del lago Tiberíades. Una corriente invade mi cuerpo, las lagrimas a punto de saltar. ¡ Qué tienen los símbolos de España cuando los contemplo en el extranjero, que me emocionan de tal manera! Allí, parece algo íntimamente tuyo; es el sentimiento más que la razón lo que te da fuerza, te hace sentir y vibrar... Los peregrinos tarareamos la música: laila, láila, lalaila... del Himno Nacional. Una barca a lo lejos está faenando. Tengo la sensación de que de un momento a otro va a aparecer Jesús en el lago, en la barca. Un paseo por el lago es diferente. Por eso os pido, dice el guía, que no os quedéis simplemente con el paseo, sino con la experiencia emotiva de cruzar el lago y recordar, que vengan a nuestra mente, tantos momentos y tantas escenas. Aquí, sigue diciendo, en el año 1985 encontraron dos barcas muy antiguas. Según los estudios realizados parece que eran de la época de Nuestro Señor.
El lago, situado a 208 metros bajo el nivel del Mediterráneo, de agua dulce y transparente, abundante pesca , especialmente el llamado “ pez de San Pedro“, tiene 22 km. de largo, 12 de ancho, 144 de superficie y 45 m. de profundidad. Se alimenta del río Jordán que procede de cerca del monte Hermón, de las cascadas de Bahnias.
¡Acuden a mi mente tantas escenas, tantas imágenes!. Es cuestión de dejar que el horizonte hable, evoque, como diría San Juan de la Cruz: “ en la soledad sonora “
El barco sigue parado. El silencio es total, sólo el suave susurro de la brisa y el leve murmullo de las olas al chocar contra el barco alteran aquel silencio mágico, misterioso e impactante. Una peregrina lee el evangelio de la tempestad calmada y la pesca milagrosa. El padre Emérito contesta como si fuera Jesús: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe ? En aquel silencio, todos los peregrinos atentos, concentrados, parece que Jesús se va a presentar en el barco delante de nosotros de un momento a otro. Al menos se sentía, se intuía su presencia. El escenario es muy importante, es evocador, real: es el mismo que vieron los ojos del Señor.
Se rompe el silencio, el padre Emérito dice que, si sabemos invocar al Señor, vendrá la ansiada paz. El barco se pone en movimiento rumbo al puerto de Tiberíades. Me coloco en la proa. Veo el horizonte nítidamente y como avanza el barco en el agua. Me siento otra persona distinta, diferente: estoy navegando por el lago de Jesús y de Pedro y de … Al llegar al puerto, encontramos, anclados, otros barcos de pasajeros, pesqueros y deportivos. Por la pasarela alcanzamos tierra firme. A los pocos metros, entramos en un restaurante que está a la misma orilla del lago. Allí vamos a almorzar. La comida, la normal de esta tierra, con una sola excepción: de segundo plato, pescado del lago, el “ pez de San Pedro, en recuerdo del que pescó San Pedro para pagar el tributo del templo. Es un pescado que tiene la cabeza grande, espinas parecidas a las del jurel, bastante parecido en cuanto forma y tamaño a un besugo pequeño, pero de sabor diferente. ¡ Es el pescado que comió Jesús y los apóstoles! Almorzar allí, a orillas del lago, con aire acondicionado, conversación amena, conscientes del lugar en que nos encontramos, es, a poco que lo medites, un privilegio para un peregrino español que no está al alcance de todos. A la salida, en el bar, algunos peregrinos toman café.
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