domingo, 13 de abril de 2008
Jerusalén, Ciudad Santa
EL TEMPLO
“Después de todo esto quiso probar Dios a Abraham, y llamándole, dijo: Abraham. Y éste contestó: Heme aquí. Y le dijo Dios: Anda, coge a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a Isacc, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécemelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te indicaré” ( Génesis,22,2 ).
“El día séptimo del quinto mes - era el año 19 del reinado de Nabucodonosor en Babilonia- Nebuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia, entró en Jerusalén, quemó el templo de Yavé, el palacio real y todas las casas de Jerusalén… demolió las murallas que rodeaban Jerusalén “( II Reyes 25,8-11).
“El año segundo, después de la llegada a la casa de Yavé, a Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel… Josué…, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los otros que habían venido de la cautividad, se pusieron a la obra y encargaron a los levitas de veinte años arriba la vigilancia de los trabajos de la casa de Yavé”. (Esdra 3,8 ).
“Movido por el Espíritu Santo, vino al templo, y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él, Simeón le tomó en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud… Cuando era ya de doce años…, el niño Jesús se quedó en Jerusalén… Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles” (San Lucas 2,27-29;42; 46).
“Llevóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del templo, le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra. Díjole Jesús: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios” ( San Mateo 4, 5-8).
“Estaba próxima la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, de ovejas y de palomas, y a los cambistas sentados; y haciendo de cuerdas un azote, los arrojó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación.
Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo; Jesús le vio acostado, y conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿ Quieres ser curado? Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí. Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda: Al instante quedó el hombre sano, y tomó su camilla y se fue… Después de esto, le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor… Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado; pero Él les respondió: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también … En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen vivirán. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al hijo tener vida en si mismo, y le dio poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre. No os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio.
Mediada la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba: Admirabanse los judíos, diciendo: ¿Cómo es que éste, no habiendo estudiado, sabe letras ? Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado… Jesús enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis. Yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado.
Se fue Jesús al monte de los Olivos, pero, de mañana, otra vez volvió al templo, y todo el pueblo venía a Él, y sentado, los enseñaba: Los escribas y los fariseos trajeron a una mujer cogida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en fragante delito de adulterio. En la Ley nos ordena Moisés apedrear a éstas; Tú, ¿ qué dices? Esto lo decían tentándole, para tener de que acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en tierra. Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero. E inclinándose de nuevo, escribía en tierra. Ellos que le oyeron, fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más ancianos, y quedó el solo y la mujer en medio. Incorporándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Dijo ella: Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques más.
Y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Le rodearon, pues, los judíos, y le decían : ¿ Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente. Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí… Yo y el Padre somos una misma cosa”.
(San Juan 2; 5; 7; 8; 10)
“Estando sentado enfrente del gazofilacio, observaba cómo la multitud iba echando monedas en el tesoro, y muchos ricos echaban muchas. Llegándose una viuda pobre, echó dos leptos, que hacen un cuadrante, y llamando a los discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echaron en el tesoro, pues todos echan de lo que les sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenía, todo su sustento” ( San Marcos 12,41-43 ).
“Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. El publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador! Os digo que bajó éste justificado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (San Lucas 18, 10-14)
“Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. La cortina del templo se rasgó de arriba a bajo en dos partes” ( San Mateo 27,50-51).
Dejamos definitivamente la explanada del Muro de los Lamentos y por una rampa subimos hasta una altura desde donde se contempla un amplio panorama. Desde allí, por primera vez, veo al peregrino de Uruguay que se queda rezagado; parece que le cuesta más de lo ordinario seguir al grupo. Llegamos a unas escaleras estrechas donde hay un control, pero pasamos sin ninguna intervención policial. Nuevas escaleras y al final, una enorme explanada: es la explanada del Templo, el “ monte del Templo “ para los judíos en el que adoraron a Yavé más de 1000 años; “ el noble monte sagrado” para los musulmanes donde adoran a Alá desde hace 1300 años; lugar sagrado para los cristianos, porque allí se desarrollaron acontecimientos trascendentes de la vida de Jesús.
La amplia explanada está sobre el lugar denominado, en el Antiguo Testamento, Monte Moriah. Tiene forma rectangular irregular con 470 metros de lago, 295 de ancho y unas 14 hectáreas de extensión; pavimentada, en gran parte, con grandes losas de piedra, rodeada de murallas por el este y edificaciones por el oeste, con árboles y jardines distribuidos estéticamente, es magnífica y grandiosa físicamente. Desde allí, se contempla el Monte de los Olivos con la Ascensión del Señor, el Pater Noster, Dominus Flevit, la iglesia rusa de la Ascensión, el sepulcro de María, Getsemaní, los sepulcros de Absalón, Santiago, Zacarias, Torrente Cedrón, Valle de Josafá, cementerio musulmán. Pero la importancia fundamental es la historia que guarda en sus entrañas.
El terreno fue adquirido por el rey David y ampliado después por Herodes el Grande. En el centro está la Roca del Sacrificio de Isaac, hoy dentro de la Mezquita de Omar, levantada por los árabes el año 691 d.J.C., en el mismo lugar donde estuvo el Primer Templo, edificado por Salomón 968 años a.J.C. Destruido este templo por Nabucodonosor, en 586 a.J.C., se construyó allí el Segundo Templo, reedificado por Zorobabel en el año 516 a.J.C. Este segundo templo fue embellecido, después, por Herodes el Grande y es el de la época de Jesús, que destruyó Tito el año 70 d.J.C. Al Noroeste, estaba el Praetorium- Torre Antonia- y mirando al Torrente Cedrón y al Valle de Josafat, el pináculo del Templo de 130 metros de altura, lugar donde fue tentado Jesús por el diablo y arrojado al vacío Santiago el Menor, que fue el primer obispo de Jerusalén. En la muralla, que por el este limita la explanada, está la Puerta Dorada donde estuvo la Puerta Oriental del Templo por la que , según la tradición, Jesús entró con sus discípulos el Domingo de Ramos. Hoy, de aquella época no queda nada, sólo en la parte occidental un fragmento del Muro de las Lamentaciones.
Me encuentro en aquella explanada, pisando aquella tierra mil veces sagrada. Por mi mente pasan algunas de las escenas allí vividas. Veo la fidelidad de un hombre en el Monte Moriah. Abraham está dispuesto a ofrecer en holocausto a su hijo Isaac antes que desobedecer a Dios. Veo a un gran rey que manda construir el Templo de Yavé. Trabajan muchos obreros, utilizan piedras ya labradas; las maderas son de cedro, olivo y ciprés; allí está el Arca de la Alianza y querubines de madera de olivo. El Templo es magnífico: todo está recubierto de oro puro. Yavé dice a Salomón: Si guardas mis leyes, y pones por obra mis mandamientos, y guardas y observas todos mis preceptos, yo cumpliré contigo mi palabra, la promesa que hice a David, tu padre, y habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo, Israel.
Veo a un soldado del rey Nabucodonosor que se llama Nebuzardán, entrando con sus tropas en Jerusalén, quemando el Templo y todas las casas de la ciudad; destruyendo las murallas que rodean a Jerusalén; dando muerte a muchos judíos, y llevando cautivos a la mayor parte de los que quedan vivos. Se lleva también todos los tesoros del Templo.
Los judíos vuelven de la cautividad y comienzan a construir un nuevo Templo. Muchos lloran en voz alta cuando se ponen los cimientos; otros gritan jubilosos. Cuando han terminado las obras, hacen con gozo la dedicación del templo a Dios: ofrecen novillos, carneros, corderos y doce machos cabríos, según el número de las tribus de Israel. Los tesoros de oro y plata que Nabucodonosor sacó del Templo, llevándolos a Babilonia, son devueltos y llevados al nuevo Templo.
Veo a Jesús en el Templo, con sus padres. Un anciano lo toma en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dice: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, y dirigiéndose a su madre María le dice: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción, y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones. Jesús ya tiene 12 años. Está sentado en el Templo en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándolos. Jesús ya es adulto. El diablo lo lleva al pináculo del Templo y le invita a que se tiré de allí. Jesús arroja del Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; derrama el dinero de los cambistas y derriba las mesas y, a los que venden palomas, les dice: quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación. Se dirige a un enfermo que había curado y le dice: no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor. Los judíos le persiguen por haber hecho esto en sábado y Jesús les dice: Mi padre sigue obrando todavía y por eso obro yo también; el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna; el Padre tiene la vida en sí mismo; cuantos están en los sepulcros oirán su voz y saldrán; el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis, yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado. Ahora unos judíos traen a una mujer cogida en adulterio y le dicen que según la Ley de Moisés debe ser apedreada. El les responde: El que de vosotros esté sin pecado, arrogele la piedra, el primero. Se dirige a la mujer y le dice: vete y no peques más. Otros judíos le dicen: dinos claramente si eres el Mesías y Él le responde: las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. Yo y el Padre somos una misma cosa. Otra escena: Jesús observa la multitud que va echando monedas en el tesoro. Los ricos echan muchas; ahora llega una viuda pobre que echa poco, pero echa todo cuanto tiene. Llama a los discípulos y les dice: ésta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echaron, pues todos echan lo que le sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenia, todo su sustento. Observo a un hombre que da gracias a Dios porque es diferente a los demás: rapaces, injustos, adúlteros; observo a otro que ni se atreve a levantar los ojos al cielo, y le dice a Dios: sé propicio a mí, pecador. Jesús dice: Os digo que bajó éste justificado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.
Finalmente, veo la cortina del Templo rasgarse de arriba abajo en dos partes. Es la señal de que Jesús expiró en la cruz
No soy un espectador indiferente a todo cuanto he visto mentalmente. Me siento íntimamente implicado en los acontecimientos que contemplo. Jesús también me habla a mí. Estoy fuera, pero a la vez dentro del escenario; por eso lo que dice Jesús me afecta.
Yo medito sobre todas estas escenas que mentalmente acabo de ver. Todas contienen un mensaje que no debo olvidar; pero algunas calan más en mi espíritu y me hacen reflexionar, especialmente: En primer lugar, aquella cuando Jesús dice que el Padre sigue obrando todavía y que el Padre tiene la vida en sí mismo . ¡ Cuantas dudas de los científicos sobre el origen del universo quedan perfectamente claras en estas dos frases! Vosotros científicos, si las tuvierais en cuenta, vuestras hipótesis y vuestros modelos sobre el universo, tendrían fácil explicación y sentido. ¿ Acaso no resolveríais el conflicto que os planteáis entre un Dios necesario y la contingencia del universo que además contiene seres con libre albedrío? ¿ No serían la respuesta al orden contingente que buscáis? En segundo lugar, cuando Jesús dice: ”el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna”; “ cuantos están en el sepulcro oirán su voz y saldrán, los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio”. La muerte, como algo inevitable, es un tema de mucho calado. Nadie se escapa de ella. Poco importa que, como algo molesto, nuestra cultura actual, la aparte de nuestras vidas porque resulta de mal gusto hablar de ella; que escondamos la cabeza; que vivamos dándole la espalda, como si no existiera: ella está ahí. Sólo es cuestión de tiempo para que te alcance. Antes o después, inevitablemente, nos llega a todos por igual. Lo importante, pues, no es librarse de ella, cosa imposible, aunque todos o casi todos procuramos retrasarla lo más lo más que podemos, sino saber que hay después de la muerte, que nos espera en la otra orilla y que relación guarda nuestra vida actual con esa otra vida del más allá. Por lo que tu nos dices, Señor, la verdadera vida es la eterna, pero esta terrena es muy importante porque según como la vivamos determinará como será la eterna. En la vida eterna, Señor, yo desearía estar contigo aunque sea en un lugar insignificante. Con tu ayuda estoy seguro que lo conseguiré. Pero entonces, ¿ por qué me inquieta tanto la muerte? ¿ por qué la rechazan, generalmente, aun aquellos que viven en condiciones muy penosas cuando la sienten ya muy próxima ?
Señor, tiemblo al pisar esta tierra sagrada. Debajo de mis pies escucho las voces de Jesús y de tantos otros personajes que por aquí pasaron. Escucho, también, el grito de alegría de mucha gente, pero de igual forma, el llanto, la sangre y el sufrimiento de muchos que por defender tu causa murieron. ¡ Cómo no me voy a estremecer si estoy pisando el lugar donde estuvo tu Templo sagrado y el Arca de la Alianza que contenía las tablas de la Ley escritas por tu mano! ¡Cómo no me voy a impresionar si me están contemplando los testigos de todo cuanto aquí ha sucedido a lo largo de tantos siglos!.
Puede que un día, la ciencia consiga regresar en el tiempo al pasado y entonces contemplar como testigos de primera fila lo que los libros nos cuentan hoy. No puedo, Señor, dejar de pensar, como ser racional, sobre la fugacidad de la vida, sobre el sentido de la vida, y sobre el más allá de la vida. Ya sé que Tú, claramente, has respondido a estas inquietudes; pero entonces, Señor, ¿ porqué sigo estando inquieto? Sin duda mi fe es pobre y necesita tu imprescindible ayuda.
MEZQUITA DE EL AKSA
Fue construida por el Califa Salid, entre el año 709 y 715 d. J.C., sobre las ruinas de una iglesia bizantina en el lugar donde estuvo el Pórtico Real del Templo, en la parte meridional del Monte del Templo. Fue destruida por terremotos, restaurada por el Califa El Zahir en 1033; usada por los cruzados desde 1099 a 1187, como residencia de los caballeros templarios; conquistada por Saladino; quemada en 1969 por un joven australiano perturbado y, finalmente, reconstruida: todo esto es la historia de esta mezquita.
Antes de entrar, nos descalzamos y dejamos en el suelo, al cuidado del guía, nuestras pertenencias: zapatos, bolsos, cámaras… En este lugar sagrado musulmán, no se permite entrar con estas cosas, y, además, las mujeres tienen que llevar cubiertas con alguna prenda los brazos y pecho. En la puerta de entrada, cuatro ancianos musulmanes conversan suavemente y parece que, de alguna manera, controlan la entrada. Son amables, sonrientes; nos preguntan si somos italianos; le contestamos que somos españoles; nos miran y sonríen, ¿ qué significará esta sonrisa ? Al entrar en aquel recinto, me impresiona la grandeza de la mezquita: su capacidad para 5000 personas, sus 55 metros de altura, sus 7 amplias naves, la del centro-180 metros de larga - más amplia y elevada; sus grandes columnas monolíticas de mármol blanco de Carrara; sus dorados capiteles, el bellísimo artesonado, las enormes lámparas de cristal; las rojizas alfombras orientales que tapizan el suelo de las naves; los mosaicos con finos arabescos geométricos y vegetales.
Un musulmán al fondo de la mezquita lee en el Corán; a la izquierda, otro, parece en oración; un matrimonio entra cogidas las manos y los musulmanes, amablemente, le dicen que allí no se permite entrar así.
En esta mezquita, los viernes, oran públicamente los musulmanes de rodillas o inclinados hasta el suelo, mirando a la Meca.
LA MEZQUITA DE OMAR O DE LA ROCA
Cruzamos la explanada del Templo. En una escalinata, antes de subir a la mezquita de Omar, el grupo se coloca para sacar una fotografía. El fotógrafo es un profesional árabe conocido del guía que le llama por su nombre y habla coloquialmente con él. Pronto, antes de que abandonemos el recinto, nos venderá la foto.
En el centro de la explanada, se eleva una plataforma de unos tres metros y en medio de esa plataforma se levanta la mezquita de Omar o de la Roca, en el punto más elevado del Monte Moria. Esta mezquita fue edificada por el Califa Abd-el Kalik entre el año 688 y 691, en el lugar donde había estado el Primer y el Segundo Templo, en la roca donde Abraham se propuso sacrificar a su hijo Isaac, en el lugar donde se encontraba el Arca de la Alianza y el Primer Templo. Es el monumento más antiguo del Islam, pues la mezquita de Damasco fue construida posteriormente, en el año 705. Fue diseñada por arquitectos bizantinos y construida por artesanos de la región, pues los árabes, entonces, eran un pueblo nómada recién salido del desierto y no tenían, todavía, tradición constructora.
La mezquita es un octógono de 760 metros de diámetro que ha sido reparada muchas veces, pero no cambiada su estructura. Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, fue transformada en iglesia cristiana, pero al conquistar Saladino Jerusalén, en 1187, borró todo vestigio cristiano y sustituyo la cruz de su cúpula por la media luna. En 1540, Solimán el Magnífico reemplazó las ventanas por magníficas vidrieras y recubrió la parte exterior con exquisitos mosaicos. En 1960, el rey Hussein de Jordania sustituyó las cubiertas de plomo de la cúpula por las actuales planchas de aluminio dorado.
Entramos por una puerta magnifica, que está cubierta de losas de mármol y azulejos persas, descalzos, sin objetos, y las mujeres cubiertas con alguna prenda: lo mismo que en la mezquita de El-Aksa. Al observarla, la sorpresa aquí fue mucho mayor. Un bosque de columnas y pilastras, bellísimas vidrieras, blancos mármoles y riquísimos mosaicos de oro y púrpura, alfombras orientales, cubriendo el suelo, cúpula de 34 metros de altura y 25 de diámetro, con mosaicos radiantes, con motivos florales y geométricos, asombran aun a los visitantes menos sensibles. El lugar es mágico, de ensueño, que invita a la meditación y oración privada.
Dos hileras de columnas y pilastras y una balaustrada de madera de cedro rodean la roca sagrada de 14 metros de largo y 11 de ancho. Es lo más santo del recinto. En la roca hay un agujero que comunica con la gruta que está debajo. Parece que servía para verter por allí la sangre de los sacrificios que se realizaban en el altar de los holocaustos del Templo. Otros opinan que podría ser la chimenea que daba salida al humo de la gruta cuando los pastores hacían lumbre. En la roca hay una huella, que, según la creencia musulmana, dejó marcada el caballo alado al tomar impulso para transportar a Mahoma. La gruta tiene muchas leyendas. Una dice que allí se reúnen las almas de los muertos para orar; otra, que allí oraron Abrahán, David, Salomón, Mahoma…
Confieso que esta mezquita es una de las cosas más bellas que he visto en mi vida. Es la tercera en importancia, después de la mezquita de la Meca y Medina. Todo es hermosura; todo es misterio. Su cúpula brillante como el oro destaca en la ciudad antigua, desde cualquier horizonte que la contemples. Aquí también se reza y se ora al Dios único, con la misma devoción que los cristianos en el Santo Sepulcro o los judíos en el Muro de los Lamentos. A Dios se le puede adorar de muchas maneras y en muchos lugares. Un corazón puro y limpio es una bonita manera de estar a bien con Dios.
IGLESIA DE SANTA ANA O DEL NACIMIENTO DE LA VIRGEN
Dejamos la mezquita de Omar. Muy próxima a ella, está la Iglesia de Santa Ana, junto a la explanada del Templo, cerca de la Puerta de San Esteban y al comienzo de la Vía Dolorosa, en el lugar que según la tradición estaba la casa de Joaquín y Ana y en la que nació la Virgen María. Otros lugares: Belén, Séforis y Nazaret, se disputan ser el lugar donde nació María. Este lugar, desde el siglo V, fue de devoción mariana. Esta iglesia me pareció diferente a otras visitadas. Su estilo románico, sus muros y contrafuertes; los arcos de sus ventanas y portadas; su fortaleza medieval; sus naves de paredes desnudas la hacen distinta, diferente.
En el siglo V, la emperatriz Eudosia construyó una basílica dedicada a Santa Ana sobre la cripta venerada como el lugar del nacimiento de María. En el año 616, los persas la destruyeron. Los cruzados, en el año 1100, edificaron el actual templo. En 1192, Saladino la convirtió en escuela coránica y por este motivo se conservó casi intacta. En 1856, pasó a manos de Francia, como recompensa por haber luchado al lado de Turquía contra Rusia. En 1871, se le confió a los padres Blancos greco católicos y se abrió al culto cristiano. En parte destruida, en la Guerra de los Seis Días, fue reparada por el Estado judío. Una escalinata da acceso a la cripta donde estaba la casa paterna. Una escultura policromada representa a María niña fajada como los niños beduinos.
¡ Cuántos recuerdos, cuántas vivencias acuden a mi mente ! En cada lugar visitado la historia se repite. Llegan unos pueblos, desplazan a los ocupantes, después de cruenta guerra y, así continuamente. ¿ Cuándo encontrará la paz esta tierra santa y mártir? No soy indiferente a estos hechos. Afectan a la religión en que creo, por eso me considero implicado. Descanso para los muertos, paz para los vivos, es la súplica que brota de un corazón sensible.
PISCINA DE BETESDA O PISCINA PROBÁTICA E IGLESIA DE SANTA ANA
Al norte del Templo, cerca de la Torre Antonia y de la Puerta de San Esteban, a unos metros de la Iglesia de Santa Ana, fuera de las murallas, en tiempos de Jesús, se sitúa la Piscina Probática o de Betesda. Un pequeño canal la unía al Templo que utilizaba sus aguas para usos rituales. Estas aguas decían que tenían virtudes terapéuticas. Por eso acudían a bañarse allí : ciegos, cojos, paralíticos… En esta piscina se sitúa la escena de Jesús curando al paralítico y los judíos escandalizándose porque lo hizo en sábado. La respuesta, que ilumina hipótesis científicas actuales: mi Padre sigue actuando y por eso también lo hago yo, no convenció a los judíos.
El emperador Adriano, que destruyó todo vestigio cristiano y judío en Jerusalén, erigió en aquel lugar un templo al dios de la medicina: Esculapio. Los bizantinos levantaron allí, a principios del siglo V, una basílica que fue destruida por el persa Cosroes en el 614. Los cruzados, en el siglo XII, construyeron una capilla sobre las ruinas de la basílica. Era el año 1880 cuando se iniciaron las excavaciones, intensificadas en 1958-1959 hasta llegar a los niveles más bajos. Se descubrió que la piscina estaba rodeada de cuatro pórticos y uno transversal que la partía por la mitad tal como dice San Juan 5,2,: “Hay en Jerusalén, junto a la Puerta Probática, una piscina llamada en hebreo Betzata que tiene cinco pórticos”. Nuevamente la Biblia tenia razón.
Muchos peregrinos por un sendero, entre muros, arcos, contrafuertes, cascotes , columnas, capiteles, restos de la iglesia bizantina y cruzada, bajamos hasta el nivel más profundo y tuvimos la satisfacción de tocar el agua de la piscina. La piscina era rectangular, de 120 metros de larga, 70 de ancho y 8 de profundidad. Ahora, después de tanta destrucción y rellenos, se encuentra a mucha profundidad. Pero en la época de Jesús no era así.
BASÍLICA DEL SANTO SEPULCRO
Dentro de la Basílica está el Gólgota y el Sepulcro de Jesús. Gólgota significa cráneo y Calvario, “la Calavera”. Esa era la forma de aquella cantera que estaba fuera de la muralla y era utilizada para crucificar a los condenados a muerte. Cerca había un huerto donde José de Arimatea, un rico sanedrita, había hecho en la roca una tumba. Los primeros Cristianos, en este lugar, secretamente, celebraban el culto. Cuando los romanos destruyeron Jerusalén, en el año 70 D. C ., huyeron; pero, al terminar la guerra, regresaron a Jerusalén y continuaron el culto en el Calvario y en el Santo Sepulcro.
En el año 135, el emperador Adriano, para erradicar el recuerdo de Jerusalén, destruyó la ciudad e hizo desaparecer todo vestigio cristiano. Cubrió con escombros el Gólgota y el Santo Sepulcro y encima construyó un foro y un templete dedicado a Venus, diosa del amor. A principios del siglo VI, el emperador Constantino, convertido al Cristianismo, mandó excavar estos lugares, dejando al descubierto el Gólgota y el Santo Sepulcro. En el año 335, levantó una basílica sobre el Santo Sepulcro, dejando al descubierto el Calvario. Esta basílica, como otras muchas, fue destruida por el persa Cosroes cuando invadió Palestina a principios del siglo VII.
Cuando los árabes derrotaron a los persas, se construyó otra basílica que fue destruida por el Califa Musulmán de Egipto, Haquen a principios del siglo XI. Una tercera basílica se inició a mediados del siglo XI, con autorización del Califa de Egipto, por el Emperador de Constantinopla Constancio IX, Monómano, que fue terminada por el patriarca Nicéforo.
En el siglo XII, los cruzados construyeron la cuarta y actual basílica con el Santo Sepulcro, el Calvario y la cisterna oriental dentro. Esta basílica fue reparada y transformada para arreglar los efectos de terremotos e incendios. El año 1808, se quemó y fue reconstruida por los greco-ortodoxos que hicieron obras . Actualmente, han comenzado obras al objeto de volver a la forma que tenía en tiempo de los cruzados.
Desde 1246, dos familias musulmanas custodian la entrada de la Basílica y conservan este derecho. Hay que pagarles un canon cada vez que abren la basílica.
La basílica la comparten, principalmente, los Franciscanos y los Ortodoxos griegos, pero también los Armenios, Sirios, Abisinios y Coptos.
Además del Gólgota y el Santo Sepulcro, que son los lugares más importantes de la basílica y del mundo Cristiano, hay otras muchas capillas dentro y fuera de la Basílica: Adán, Santiago el Menor, San Juan, Magdalena, José de Arimatea, Prisión de Cristo…
EL CALVARIO: REFERENCIAS BÍBLICAS
“Le llevaron al lugar del Gólgota, que quiere decir lugar de la Calavera, y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó. Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suerte sobre ellos para saber qué llevaría cada uno. Era la hora de tercia cuando le crucificaron. El título de su causa estaba escrito: el rey de los judíos. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, y se cumplió la escritura que dice: fue contado entre malhechores. Los transeúntes le injuriaban, moviendo la cabeza, diciendo: ¡Ah!, tú que destruías el Templo de Dios y lo edificabas en tres días, sálvate, bajando de la cruz. Igualmente los príncipes de los Sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: a otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. ¡El Mesías, el Rey de Israel! Baje ahora de la Cruz para que lo veamos y creamos. Y los que estaban con Él, crucificados, le ultrajaban. Llegada la hora sexta hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora de nona. Y a la hora de nona, gritó Jesús con voz fuerte: ¡Eloy, Eloy, lama sabachtani! que quiere decir: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? Algunos de los presentes, oyéndole, decían: mirad, llama a Elías. Corrió uno, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle”. ( San Marcos 15, 22-45)
“Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos. El pueblo estaba allí mirando, y los príncipes mismos se burlaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a si mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido. Y le escarnecían también los soldados, que se acercaban a Él ofreciéndole vinagre y diciendo, si eres el rey de los judíos sálvate a ti mismo . Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate , pues, a ti mismo y a nosotros. Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía diciendo: ¿ Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? En nosotros, se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. El le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso. Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona, se oscureció el sol y el velo del templo se rasgó por medio. Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto expiró “( San Lucas 23,34-37;39-46).
“Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Jesús , viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y, desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed. Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en un venablo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: todo esta acabado, e inclinando la cabeza , entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la Parasceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron , pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con él; pero, llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua” ( San Juan 19,25-34).
“La cortina del templo se rasgó de arriba a bajo, en dos partes, la tierra tembló y se hundieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobre manera y decían: Verdaderamente, éste era hijo de Dios. Había allí, mirándole, desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle; entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo” ( San Mateo 27,51-56)
Entramos en la Basílica. Pasada la puerta hay una escalera empinada y estrecha que conduce al Calvario. Subo escalón a escalón, pausadamente, aquella escalera. Lo hago con reverencia y con temor a mancillar aquel lugar sagrado. Casi no me atrevo a pisarlo. Tal vez , en lo más profundo de mi alma, intuyó que no me considero digno de estar allí, que no soy nada y, en cambio, aquel lugar es santo por los acontecimientos que allí han sucedido. Fuera lo que fuese, siento como una especie de inquietud y desasosiego, pero por nada del mundo renunciaría a la experiencia que estoy viviendo. ¿Cuántos millones de peregrinos habrán subido estas escaleras ? ¿Cuántos dieron sus vidas por defender este lugar? ¿Cuántas veces fue profanado por gentes que odian a Cristo? Durante 20 siglos ¿ cuántas veces ha cambiado este escenario? ¡ Qué fugaz es la vida! Pasamos un instante por ella, desaparecemos, y, con nosotros, para siempre, nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros afectos; mientras la geografía, el entorno y hasta nuestras obras permanecen mucho más. Los lugares que yo he visto, otros los vieron antes. Ya desaparecieron, ya nadie recuerda su existencia. Lo mismo pasará conmigo. Pronto perderé las cosas que tengo y que tanto aprecio. Otros, desconocidos para mí, tomarán posesión de ellas. Las cosas de este mundo son para perecederas. Sólo sirve, de verdad, lo que vale para la eternidad, para el más allá, para la autentica vida que se inicia, según nuestra creencia, en el mismo instante de la muerte terrena.
Yo, a pesar de todo, pobre y humilde peregrino, físicamente estaba allí y este hecho y este recuerdo nadie me lo podrá quitar y será para mi un referente permanente en la historia de mi vida, y podré siempre gritar: estuve allí, en el lugar donde Cristo fue crucificado, donde fue sepultado, donde resucitó.
Arriba, en el Calvario, a unos cinco metros de altura sobre la superficie de la Basílica hay varias capillas. La primera, dedicada al Despojo de las Vestiduras de Jesús y su Crucifixión, está en el lugar donde Jesús fue clavado a la cruz. Pertenece a los franciscanos y está decorada con escenas bíblicas: la Crucifixión, sacrificio de Isaac, Isaías, Zacarias, David…. La segunda, pertenece a los ortodoxos griegos y está decorada a su estilo, con muchas lámparas y candelabros. En el fondo, un grandioso icono de plata, y delante, pintado en madera y con vestidos de plata, la imagen de Jesús crucificado, María y Juan. Allí fue el lugar donde colocaron a Jesús crucificado y a los dos malhechores que le acompañaban. Hay también una hornacina que contiene parte de la roca agrietada por el temblor de tierra que se produjo cuando murió Jesús.
Debajo del altar, hay un disco abierto en el centro por donde se puede meter el brazo hasta tocar el fondo. Es el orificio donde estuvo colocada la cruz con Jesús. La bóveda esta decorada con frescos que representan diversas escenas de la pasión de Nuestro Señor. Entre las dos capillas, debajo del arco, una hornacina de cristal contiene una talla de la Dolorosa.
Quiero sacar fotografías para tener un recuerdo de visita tan importante. Me adelanto unos pasos. El padre Emérito presencia el paso, uno a uno, de los peregrinos. Un monje ortodoxo observa nuestra conducta. Pasa Amadeo, se arrodilla, mete la mano derecha en la hendidura. Pasa Laura, se agacha y mete su mano derecha en la hendidura. Paso yo, me agacho y meto la mano en la hendidura y, así lo mismo, todos los peregrinos del grupo y todos los peregrinos que por allí pasan de las más diversas naciones, razas y culturas. Es poco tiempo, el que podemos estar allí, pues, son muchos los peregrinos que quieren pasar; no obstante, vivo, experimento toda una serie de sensaciones que me es difícil explicar. Estoy físicamente pisando el lugar más sagrado para un cristiano, estoy aturdido y anonadado. ¿Será verdad que estoy allí ? ¿ No será un sueño? ¡ Yo en aquel lugar tan santo y sagrado! ¡tocando con los dedos de mi mano la roca, el agujero, donde fue colocada la cruz con Cristo, donde cayó su sangre, donde lo crucificaron, donde repartieron sus vestiduras, donde tanto sufrió por nosotros, donde pronunció las siete palabras finales de su vida terrena, donde tantos santos y hombres importantes estuvieron…Por un momento, llego a pensar que mi emoción y sentimientos son muy pobres, que tenían que ser mucho más intensos y elevados; pues, estoy en el lugar más sublime de toda la tierra. Pienso que mi alma no esta suficientemente madura ni preparada para comprender tanta grandeza. Miro, piso, y hasta respiro, con reverencia. Me siento una criatura insignificante en aquel santo y sagrado lugar.
Por un momento, desfilan, ante mí, las escenas, los acontecimientos, vividos por Jesús en aquellos momentos trágicos y a la vez gloriosos para la humanidad. Aquellos soldados sin piedad ponen a Jesús sobre el madero con los brazos extendidos. Llevan en sus manos clavos y martillo. El soldado coge un clavo y lo coloca en la palma de la mano de Jesús, levanta el martillo y, con toda la fuerza de que es capaz, golpea, una y otra vez, hasta que el clavo se oculta en la carne. Brota un chorro de sangre que inunda el clavo, el martillo y la mano del verdugo. ¡Señor, que dolor tan insoportable! Coloca otro clavo en la mano izquierda de Jesús y golpea de nuevo, con feroz saña, hasta que el clavo se hunde en la carne. Jesús se retuerce por el intenso dolor. Izan la cruz con Jesús clavado y la encajan en la hendidura de la roca. ¿ Cómo es posible tanta crueldad? ¿No existe una brizna de compasión, de humanidad para Él? Jesús siente que los clavos desgarran la carne de sus manos, pero sufre en silencio. Sus pies cuelgan de la cruz. El matarife los sujeta al madero, saca un clavo, levanta el martillo y lo golpea con fuerza hasta que penetra totalmente en el madero. Jesús aprieta los dientes, el dolor es indescriptible. El peso del cuerpo descansa sobre los clavos de las manos y los pies, ¡ cuanto dolor, cuanto sufrimiento! ¡Pero si quien sufre es Dios, creador de cielo y tierra, todopoderoso y eterno, y los que le golpean, insultan y crucifican son sus criaturas! ¿Cómo entender esto?
Un soldado coge una escalera y la apoya en la cruz. Sube con un letrero escrito en hebreo, griego y latín y lo clava en la cruz por encima de la cabeza de Jesús. El letrero dice: Jesús, rey de los judíos. Todos los presentes ven que Jesús se retuerce por el tremendo dolor y dicen: ¿ Es éste el mismo hombre que el domingo hemos visto entrar triunfante en Jerusalén ? ¿Qué ha pasado, cómo es posible que muera Dios? Las buenas gentes no pueden entender lo que ha pasado. Yo con mi razón, tampoco. Sólo por la fe puedo entender y comprender.
Los soldados se reparten las pertenencias de Jesús: sandalias, capa, cinturón. Sólo queda la prenda de más valor: la túnica sin costuras. Todos la quieren. Para no dividirla en cuatro partes, deciden echarla a suertes. Ponen los dados en el casco de un soldado y comienzan a sacarlos entre carcajadas. Ya están seguros que Jesús va a morir, piensan que ya no puede hacerles nada malo , así que desahogan todo su odio en Él: se burlan, se ríen a carcajadas, pronuncian palabras soeces, gestos indecorosos…hasta le insultan los ladrones crucificados con Él. Le gritan: Bah, oh, tú que destruyes el templo y eres capaz de reconstruirlo en tres días, ¿ por qué no te salvas ahora a ti mismo? Si es que eres hijo de Dios baja de la Cruz. A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel, baja ahora de la cruz y creeremos en ti. Ha puesto en Dios su confianza, que le libre Dios si tanto le quiere. ¿ No decía el mismo que era hijo de Dios?
Jesús calla; tiene los labios secos, suda, sangra. Hace un sol de justicia; moscas y mosquitos acuden a las llagas y a la sangre de Jesús. El peso del cuerpo va alargando, poco a poco, las heridas: el desgarro es cada vez mayor. La asfixia crece, respira con mucha fatiga. Los curiosos se alejan, ya sólo quedan los muy amigos o los grandes enemigos. Jesús comprende que ha llegado la hora de hacer su testamento para la humanidad.
PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN.
¡Jesús clavado en la cruz, con dolores terribles se olvida de si mismo y se preocupa de sus enemigos! El perdón nos alcanza a todos, pues, todos con nuestros pecados le hemos condenado, le hemos crucificado. Caifás, Anás, Pilato, los sacerdotes, Herodes, Judas, ¿no sabían lo que hacían ? ¿No sabemos nosotros lo que hacemos cuando pecamos? Jesús conoce la flaqueza de la naturaleza humana, su debilidad, su ceguera. A esta generación sólo le interesa el presente, lo inmediato; el futuro, el más allá, eso son filosofías incómodas que nos pueden amargar el disfrute del presente, así que las borramos para que no nos incordien. Por otra parte, Jesús predicó, una y otra vez, el perdón a los enemigos, el poner la otra mejilla
“¡Ay, Señor, ¿ Cuándo seré
tal como vos deseáis?
Si no os amo y vos me amáis,
¿ de mi y de vos que diré?
Diré de vos que sois Dios,
y de mí que no soy hombre;
que no merece este nombre
el que no os conoce a vos.
¡Ay, ciegos errores míos!
Abridme, Señor, los ojos,
para ver vuestros enojos
y entender mis desvaríos.
Dadme bien a conocer,
lo que va de vos a mí;
no miréis a lo que fui,
sino a lo que puedo ser”.
( Soliloquios de Fr. Lope Félix de Vega Carpio.)
HOY ESTARÁS COMIGO EN EL PARAISO.
Dos ladrones, malhechores, salteadores de caminos o guerrilleros, son condenados a morir en la cruz con Jesús. Uno de ellos se dirige a Jesús: ¿No eres tu el Cristo? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros. ¿Qué encierran sus palabras? sarcasmo, desprecio, ironía o quizá esperanza. El otro, toma la palabra: ¿ Ni siquiera en el suplicio temes tu a Dios? Nosotros , en verdad, estamos crucificados, justamente, pues, recibimos el justo pago de lo que hicimos. Pero éste nada malo ha hecho. Este ajusticiado es un pecador, pero su alma no está contaminada, es buena. Ahora se dirige a Cristo y le dice: Acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Esta claro, cree en Jesús, su compañero de muerte; tiene fe y es humilde. Pide sólo que Jesús se acuerde de él. Además está seguro que hay algo más allá de la muerte. Jesús responde a su fe, a su arrepentimiento y a su humildad: En verdad te digo, que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. A Jesús, le importa el corazón, el arrepentimiento, la humildad, la fe, el amor. Él ha venido a salvar, no ha venido a condenar. Perdona con una sola condición: arrepentirse y no volver a pecar.
MADRE, HE, AHÍ A TU HIJO; HIJO, HE AHÍ A TU MADRE.
En torno a la cruz, sólo quedan un grupo reducido de amigos: Su Madre, María Cleofás, María Magdalena y Juan. María , su Madre, está desgarrada por el dolor al ver a su Hijo en aquel estado. ¿ Qué quiso decir Jesús? ¿ Se refiere a Juan, se refiere a María o se refiere a toda la humanidad ?Yo creo que le dice a su Madre, María: desde ahora eres madre espiritual de todos los hombres y como madre cuidarás de ellos como yo lo hice. Desde la cruz se está dirigiendo, también, a todos nosotros: os dejo una madre para que acudáis a ella en todo momento, para que ruegue por vosotros. ¡ Qué consuelo tan grande, que grandeza, le hemos crucificado y nos deja a su Madre para que interceda por nosotros y nos ampare!.
DIOS MIO, DIOS MIO, ¿ POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
. De repente se levanta un aire caliente, áspero, cargado de polvo y arena. El sol se oscurece; Jesús está muy débil; la sangre no ha dejado de brotar; ya no puede ver ni a los soldados ni al pequeño grupo de fieles. Hace un último esfuerzo, se incorpora en la cruz, llena de aire los pulmones y grita en alta voz: Elí, Eli, lama, sabactaní?. Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has abandonado? ¿ Por qué grita Jesús? Si es Dios, ¿ cómo puede decir que Dios le ha abandonado? No logro entenderlo. Quizá esté recitando el salmo 21.
¡ Dios mío, Dios mío ¿ Por qué me has abandonado ?
Dios mío, clamo de día y no respondes, de noche, sin hallar reposo.
En verdad que soy un gusano, no un hombre, el oprobio de los hombre y el desprecio del pueblo.
Todos los que me ven se burlan de mí, abren los labios, mueven la cabeza.
Dicen: en Dios confía, que él lo libre, pues tanto lo ama: Que venga Dios a salvarlo.
Sus fauces se abren contra mí feroces, cual leones rapaces y rugientes.
Todos mis huesos están dislocados, seca está como una teja mi garganta y mi lengua está pegada a las fauces. Me has reducido al polvo de la muerte.
Numerosos canes me circundan; banda de malhechores me anda entorno.
Han traspasado mis manos y mis pies, y puedo ya contar todos mis huesos
Se han repartido mis vestidos y echan a suerte sobre mi túnica.
Tú, pues, Yahvé, no retrases tu socorro; apresúrate a venir en mi auxilio.
Que pueda hablar yo de tu nombre a mis hermanos y ensalzarte en medio de la congregación de tu pueblo..
Jesús se hace hombre, uno de nosotros y asume todos los pecados del mundo. Su grito no es de desesperación, es un grito de oración al Padre.
Los soldados corean la frase a carcajadas y dicen : ¡ A Elias llama éste!
Me conmueve, Señor, el verte en esa cruz y escarnecido.
Me conmueve el ver tu cuerpo tan herido.
Me conmueve tu infinito dolor y sufrimiento.
Pero sobre todo me conmueve porque sufres por nuestras culpas y pecados, Tu que eres el Rey del universo, el Dios del amor.
Por tu ejemplo, Señor, mis males, penas, dolores, sufrimientos, ofensas, incomprensiones…, son más soportables.
TENGO SED.
Jesús es un hombre. Ha perdido mucha sangre. Está deshidratado. Por eso, tiene sed. Los soldados tienen en un jarro una mezcla de vino agrio, vinagre y agua para apagar su sed durante las horas de guardia. Uno de los soldados, conmovido por las quejas de Jesús, toma una esponja, la sumerge en el jarro, la coloca en la punta de la lanza y la pone en los labios de Jesús, mientras tanto, los otros se burlan: veamos si viene Elias a salvarle. Dios había tocado el corazón de ese soldado; que no tarde en venir a tocar el nuestro.
TODO ESTA CONSUMADO.
Su misión, para lo que había venido al mundo, se había cumplido. Por eso clama: todo está consumado.
EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU.
Jesús muere encomendándose al Padre. Se pone en sus manos que no están hechas para condenar, sino para salvar. Eran un poco más de las tres de la tarde, cuando inclinó la cabeza y murió. En ese momento, se oye un ruido tremendo. Los soldados alarmados cogen las armas. La tierra tiembla; las piedras se hunden; una de las del Calvario se agrieta. El centurión intuye que algo misterioso está pasando y dice: Realmente este era un hombre justo. El velo del templo se rasga en dos de arriba a bajo. Un miembro del sanedrín, José de Arimatea, que no había tomado parte en la condena de Jesús y que le amaba en secreto, ofrece la sepultura que tenía para sí y su familia en un jardín situado a unos 40 metros de allí. Se ofrece también para ir a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús para que no sea arrojado a la fosa común. Pilato llama al centurión para que le confirme la muerte de Jesús. Una vez convencido concede a José de Arimatea lo que le pide.
Los sacerdotes piden a los soldados que quiebren las piernas de los crucificados para acelerarles la muerte. Deben morir antes de la puesta de sol. De lo contrario, estaría prohibido, por la ley, desclavarlos antes de la madrugada del domingo. A golpes quiebran las piernas de los ajusticiados. Pero cuando llegan a Jesús, un soldado dice: no es necesario, ya está muerto. Uno de los soldados no se fía. Coge su lanza y con fuerza la dirige contra el pecho de Jesús, llegando hasta el mismo corazón. Cuando la retira, de la herida sale un chorro de sangre y agua que se derrama por el cuerpo de Jesús.
Llega José de Arimatea con el permiso de Pilato para desclavar a Jesús y enterrarle. Eran las cuatro y media de la tarde. ¿ Dónde están los discípulos? ¿ Dónde está Pedro, dónde está Andrés…? Ellos son sus discípulos, ellos le conocen mejor, ¿cómo es que no están allí? Tienen que ser dos extraños, un saduceo - José de Arimatea, un fariseo - Nicodemo - quienes realicen la tarea. Quitan los clavos de los pies, las piernas caen de golpe y oscilan en el espacio. Separan con cuidado el travesaño del leño vertical. Descienden el cuerpo y el travesaño. Ya en el suelo, arrancan los clavos de las manos y dejan el cuerpo de Jesús en tierra. María, su madre, se sienta en el suelo junto a Él y limpia su rostro. ¿Puesdes imaginar el dolor de una madre en un escenario como este? José de Arimatea y Nicodemo lavan el cuerpo ensangrentado con esponjas. Después, lo colocan sobre una sábana y lo envuelven con ella. Llevan el cuerpo al sepulcro que está allí, a 40 metros. Dejan el cuerpo sobre la hierba del huerto; frotan todos sus miembros con perfumes que había traído José de Arimatea. Envuelven sus miembros con rollos. Finalmente, el cuerpo con la sábana lo atan con tres cintas, a la altura de los tobillos, cintura y cuello.
EL CALVARIO
SANTO SEPULCRO: REFERENCIAS BIBLICAS
“Llegada ya la tarde, porque era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro ilustre del Sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, que se atrevió a entrar a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto, y haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto. Informado del centurión, dio el cadáver a José, el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento. María Magdalena y María la de José miraban donde se le ponía” ( San Marcos 15, 42-47).
“Al otro día, que era el siguiente a la Parasceve, fueron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron: Señor, recordamos que ese impostor, vivo, aún dijo: después de tres días resucitaré. Manda, pues, guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos, le roben y digan al pueblo: ha resucitado de entre los muertos. Y será la última impostura peor que la primera. Díjoles Pilato: ahí tenéis la guardia; id y guardarlo como vosotros sabéis. Ellos fueron y pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra” ( San Mateo 27,62-66).
“Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, movió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él, temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel dirigiéndose a las mujeres, dijo: no temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ve el sitio donde fue puesto. Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis”.(San Mateo 28,2-7)
“Pasado el sábado, María Magdalena, y María de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungirle. Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento. Se decían entre sí: ¿Quién nos moverá la piedra de entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven, sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. Él les dijo: No os asustéis: Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le colocaron” ( San Marcos 16,1-6).
PIEDRA DE LA UNCIÓN
Del Calvario, bajamos por la escalera de la izquierda y a pocos metros nos encontramos con la Piedra de la Unción que marca el lugar donde el cuerpo de Jesús fue embalsamado por José de Arimatea y Nicodemo. Por delante y por detrás, sobre poyos, en grandes candelabros, se colocan cirios. Por encima, cuelgan ocho lámparas con cruces. Varios monjes ortodoxos y peregrinos rodean la Piedra de la Unción y oran fervorosamente.
SANTO SEPÚLCRO
Muy cerca, está el Santo Sepulcro. Es un templete de mármoles de 5,5 metros de largo por 6 de ancho y alto. Es obra de un arquitecto ruso, construida en 1810. Está rematada por una cúpula bulbosa. A los lados de la entrada, sobre poyos, en grandes candelabros, se alzan grandes cirios pascuales que simbolizan la resurrección de Cristo. Sobre la puerta, hay varias representaciones de Jesús surgiendo glorioso del sepulcro. Todo iluminado por lámparas de plata y cristal verde.
Hay muchos peregrinos esperando para entrar en el sepulcro. Nos ponemos a la cola de la fila. Un joven monje ortodoxo vigila y controla la entrada. Los peregrinos entran por la pequeña puerta de uno en uno, y, aunque no permanecen mucho tiempo en el interior, para que otros puedan entrar, la fila avanza lenta y pesadamente. Cuando me llega el turno, entro en la primera cámara, la de los Ángeles, lugar donde éstos anunciaron a las piadosas mujeres la resurrección de Jesús. Contemplo allí un pedestal cubierto con cristal que contiene, según dicen, un trozo de la piedra que cerraba el sepulcro. Accedo a la cámara interior de 2,07 metros de larga y 1,94, de ancha, por una puerta de 1,33 metros de altura. A la derecha, hay un banco de piedra cubierto por una losa de mármol para evitar que los peregrinos arranquen trozos de la piedra. El mármol está partido en dos desde 1555 para que no fuera robado. ¡ Dios santo, estoy en la sepultura de Jesús! Allí, donde permaneció muerto durante tres días, donde resucitó, donde se apareció a las mujeres, en la roca donde fue depositado su cadáver, donde Pedro y otros apóstoles acudieron a comprobar su resurrección. Son tantas las emociones vividas esta tarde que estoy aturdido, incapaz de reaccionar adecuadamente en lugar tan sagrado.
Quisiera, Señor, dejar constancia de mi tristeza por tus sufrimientos y porque yo también soy la causa de tanto dolor, pero, a la vez, de mi satisfacción y alegría por estar en el lugar de la esperanza, porque con Tu resurrección, como primicia, tengo la seguridad de mi propia resurrección y la de toda la humanidad. La tristeza se convierte en alegría. Tu muerte, Señor, y por ella la nuestra, tiene sentido. Aleluya, Señor, por Tu resurrección, nuestras alegrías y tristezas, nuestras penas y sufrimientos, los males y dolores que padecemos, las ofensas y golpes que recibimos, la muerte, la vida tienen sentido.
En la parte opuesta a la entrada, una puerta permite ver la autentica roca del sepulcro de Jesús.
Por mi mente desfilan vertiginosamente las escenas allí vividas. Toman el cuerpo de Jesús cuidadosamente, y lo introducen en la tumba. Lo ponen en el nicho de la derecha, mirando a Jerusalén. Salen los hombres, entran las mujeres que quieren ver, por última vez, a Jesús. Cierran la tumba con una piedra en forma de rueda de molino. Anás, aunque no cree en la resurrección de los cuerpos, temeroso de que los discípulos roben el cuerpo de Jesús o porque, quizá, pudiera ser verdad lo que había anunciado varias veces: moriría y tres días después resucitaría, pide a Pilato que mande soldados para guardar el sepulcro. Los soldados sellan el sepulcro y permanecen allí en vigilancia. Por la noche algo les despierta que les deja inmovilizados. Asustados, van a la tumba. Comprueban que está abierta y vacía. ¿Cómo justificarse ante Pilato? Deciden contárselo a los sacerdotes. ¡Los soldados se sorprenden, parece como si los sacerdotes esperasen la noticia! Pero siguen con la farsa. Deciden negarlo. ¡Cómo iban admitirlo si ellos le habían condenado por blasfemo! ¡Cómo iban admitir públicamente su traición! Reunidos con los ancianos, toman el acuerdo de comprar a los soldados con muchas monedas de plata. Le dicen que tienen que mentir: decid que sus discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo mientras dormíais. ¡ Pero, ¿si están dormidos como pudieron ver a los discípulos robar el cuerpo de Jesús? Los soldados no entienden nada. Temían ser castigados y son recompensados. Es domingo de madrugada, cuando María Magdalena, María de Santiago y Salomé llegan al sepulcro. Traen perfumes para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. ¡Sorpresa! La piedra está apartada; la tumba está abierta; el sepulcro está vacío. Ven a un joven vestido de blanco, sentado a la derecha. Se asustan. El joven le dice: No os asustéis, ¿buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? Resucitó , no está aquí.
Visitamos algunas capillas cuando íbamos a la cantera que está debajo del Calvario. Bajamos bastantes escaleras hasta que llegamos a la cantera. No hay ventanas, la luz es pobre, todo está en penumbra, el aspecto es fúnebre. El guía recalca que es la auténtica cantera del Calvario, donde Jesús fue crucificado. En efecto, allí había rocas con aspecto de cantera. Aquello era de verdad una cantera.
El cuidado de la Basílica está a cargo de varias comunidades cristianas: católicos, ortodoxos, armenios, coptos, abisinios. ¿Hay celos, intolerancia, rencillas, desacuerdo, falta de entendimiento, entre ellos? Si así fuera, estoy seguro, Cristo no lo aprobaría. Le aplicaría la misma fórmula que aplicó a los mercaderes del Templo. ¡Qué mal ejemplo darían a todos los cristianos que tenemos como referente la doctrina de Cristo! Mal ejemplo, precisamente en el mismo lugar donde Cristo fue crucificado, muerto, sepultado y resucitó. ¿ Cómo podrían justificar tal actitud los que se llaman cristianos, cuando Cristo predicó el amor, el perdón, la tolerancia, el entendimiento? Prefiero entender que es tal el amor por Cristo, que todos quieren estar allí, para estar más cerca de Él, para dar testimonio, para desagraviarle por todo lo que le hemos hecho.
Un monje ortodoxo, entrado en años, vestido con sotana de color azul, cabeza cubierta por sombrero de forma un tanto tubular, barbas blancas que le llegan hasta el pecho, ojos que reflejan tranquilidad de conciencia y espíritu, se sienta en las escaleras. Laura y yo, por señas, le indicamos si nos permite sacar una fotografía con él. Entendemos que accede. Sacamos la fotografía y le agradecemos sinceramente su amable gesto. El nos gratifica con una sonrisa que es todo un misterio.
Desde esta plaza, vemos en la fachada de la Basílica una escalera que, según el guía, lleva allí colocada bastantes años. No se quita de allí, según nos dice, porque las distintas confesiones no son capaces de ponerse de acuerdo. ¿ Es esto signo de desunión, intolerancia entre las comunidades cristianas que cuidan de la Basílica? ¡Qué pena , si esto fuera así!
TUMBA DE DAVID EN MONTE SION
Debajo del Cenáculo, está la supuesta tumba del Rey David. A nivel del suelo, en un bajo, un grupo de alumnos hebreos de poca edad recogen los materiales escolares. Es la hora de la salida. Entramos en un espacio abovedado que da paso a una pequeña sala rectangular: la Tumba de David. Es un enorme sarcófago, protegido por una verja, construido en piedra y revestido por un paño color ladrillo con narraciones en hebreo y con la estrella de David en su parte central. Dos mujeres hebreos rezan delante de la tumba con sus típicos movimientos de cabeza adelante y atrás: igual que en Muro de los Lamentos. Sobre la tumba están colocadas coronas y rollos de la Torá de plata, traídos a Israel de sinagogas de la Diáspora, destruidas durante el Holocausto. A la derecha de la tumba, en una habitación pequeña y humilde, un hebreo explica, a otro grupo de seis, la Torá. Lo hace con tanta convicción y energía, como si en ello le fuera la vida. Se aprecia una gran fe y convicción. La pureza de corazón es lo que importa.
Este lugar, la Diáspora para los judíos, después del Muro de los Lamentos, es el más venerado por ellos: es la tumba del Rey David.
IGLESIA DE LA DORMICIÓN
La edificaron, entre 1900 y 1908, los benedictinos alemanes en los terrenos regalados por el emperador Guillermo II de Alemania. Es una basílica romana de forma circular. Destaca su austeridad. Sobre el ábside, sobresale por sus grandes dimensiones un mosaico que representa a María con el niño Jesús en brazos.
Lo más importante es la cripta, en forma redonda, llamada del Sueño Eterno, que está debajo de la basílica. Aquí, según la tradición, María se durmió en sueño eterno después de vivir en este lugar varios años desde la muerte de Jesús. Según la tradición, antes de morir la Virgen, todos los apóstoles sintieron un impulso de regresar a Jerusalén. Después de muerta la Virgen, la sepultaron en el Valle de Josafat, junto a Jetsemaní, de donde fue asunta a los cielos después de resucitar. Por eso a su muerte se le llama “ dormición” o “ transito”. Otra tradición dice que la Virgen se fue con San Juan y que murió en Éfeso. En las paredes, hay varios altares con mosaicos bizantinos de bellos colores.
En el centro de la cripta, bajo la cúpula, sostenida por columnas, aislada por un pretil circular cubierto de alfombras que sirve de reclinatorio, está la imagen policromada de la Virgen Dormida, suavemente iluminada. Es de piedra de tamaño natural. Un manto negro cubre todo su cuerpo. El rostro y las manos cruzadas sobre el pecho son de alabastro. El ambiente de penumbra, la soledad y el silencio invitan a la oración, reflexión y recogimiento.
Me impresiona la estatua de la Virgen muerta o dormida. Yo nunca había visto una imagen así de la Virgen. Aquella imagen, por su tamaño, por su semblante y colocación me pareció totalmente real. El ambiente de silencio, penumbra y seriedad de los peregrinos daba la impresión de un velatorio, pero la Virgen parecía dormida.
Con toda la devoción de que soy capaz pedí a la Virgen, como madre auxiliadora, su amparo y mediación en todos los actos de mi vida, especialmente, en el último día, en el día definitivo, en el del paso a la otra vida. ¡ Madre, te suplico me concedas, cuando llegue mi hora, una buena muerte. Una muerte santa para estar contigo en el Cielo, con Jesús y con mis padres y parientes.
Los peregrinos estaban reflexivos, pensativos, en aquel santo lugar. Cada uno con su madre hablando de corazón a corazón. En este lugar, los sentimientos y emociones son auténticos y espontáneos. Habla el corazón, abiertamente, sin engaños. Te colocas delante de la Virgen tal cual eres, desnudo de todo encubrimiento. Pides sinceramente perdón por los desvíos de tu vida y ayuda para afrontar las dificultades de cada día. Te entregas, te confías en las manos de tu madre.
Cantamos con gran fervor:
MADRE DE TODOS LOS HOMBRES, ENSÉÑANOS A DECIR: AMEN.
Cuando la noche se acerca, y se oscurece la fe.
Cuando el dolor nos oprime y la ilusión ya no brilla.
Cuando aparece la luz y nos sentimos felices.
Cuando nos llegue la muerte y Tú nos lleves al cielo.
SANTA MARIA DEL CAMINO:
Mientras recorres la vida
tú nunca solo estás,
contigo por el camino
Santa María va.
Ven con nosotros a caminar
Santa María, ven.
Aunque te digan algunos
que nada puede cambiar,
lucha por un mundo nuevo,
lucha por la verdad.
Aunque parezcan tus pasos
inútil caminar,
tú vas haciendo caminos,
otros los seguirán.
EL CENACULO
“Se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en la jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenia ceñida. Llegó, pues, a Simón Pedro, que le dijo: Señor, ¿tú lavarme e mí los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago tú no lo sabes ahora; lo sabrás después. Díjole Pedro: Jamás me lavarás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza… Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho... Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis caridad unos para con otros”. ( San Juan 13, 4-35).
“El día primero de los Ácimos, se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿ Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua? Él les dijo: Id a la ciudad a la casa de Fulano y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está próximo; quiero celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les ordenó y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discípulos, y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno: ¿Soy, acaso, yo, Señor? Él respondió: el que conmigo mete la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre sigue su camino como de Él está escrito; pero ¡ desdichado de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado! mejor le fuera a ese no haber nacido. Tomó la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: ¿ Soy , acaso, yo, Rabbí? Y Él respondió: Tú lo has dicho. Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. Yo os digo que no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros nuevo en el reino de mi Padre” ( San Mateo 26, 17-19).
“La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envió yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonaréis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos. Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Dijéronle, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. El les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los calvos y mi mano en su costado, no creeré. Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Respondió Tomás y dijo: ¡ Señor mío y Dios mío!. Jesús le dijo: Porque me has visto, has creído; dichosos los que sin ver creyeron”. ( San Juan 20, 19-29).
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido como el de un viento impetuoso, que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les daba”. (Hechos 2, 1-4)
Los primeros cristianos construyeron una iglesia sinagoga. En el siglo IV, se construyó una grandiosa basílica llamada “Santa Sión”. Destruida por los persas en el 614, sólo quedó el Cenáculo. En el siglo XII, los cruzados levantaron la Iglesia de Santa María del Monte Sión, que los franciscanos restauraron en 1343. En los capiteles y pilastras pueden verse pelícanos y uvas, símbolo de la Eucaristía. En el 1525, los turcos transformaron el cenáculo en mezquita, bajo pretexto de que allí se encontraba la tumba del rey David. Colocaron el mihrab, orientado hacia la Meca; grabaron inscripciones y edificaron un minarete. Los padres franciscanos fueron expulsados en 1551. Se reproduce un texto con el decreto de expulsión. En la sala inferior, lugar del lavatorio de los pies y de las apariciones de Jesús, se encuentra la tumba de David. Desde 1917, el Cenáculo se abrió a todos los públicos, suprimiéndose todo culto.
Es una estancia con bóvedas ojivales sostenidas por columnas aisladas o adosadas a la pared. Hoy es propiedad del Estado judío. Aquí Jesús lavó los pies a sus discípulos, instituyó la Eucaristía y el sacerdocio, celebró su última cena, promulgó el mandamiento del amor, se apareció a los apóstoles y envió el día de Pentecostés el Espíritu Santo. Es, pues, uno de los lugares más sagrados del cristianismo.
La estancia, al estar vacía, me pareció fría, huérfana. Me dio un poco de tristeza ver un lugar tan sagrado vacío y falto de vida, sobre todo, pensando en los acontecimientos tan decisivos como allí se vivieron. Nuevamente, acuden a mi mente las escenas allí vividas. Desfilan como en una película. Parece como si aquel espacio vacío estuviera poblado de las personas que allí tuvieron protagonismo. Como si sus espíritus se pasearan de un lado a otro mirándonos con indiferencia. Era una sensación inquietante y preocupante. Pienso, otra vez, en el sentido de la vida. Me niego a creer que todo lo que allí sucedió no tuviera ningún sentido, ninguna trascendencia: sólo sucesos condenados al olvido. No encaja esto con el sentido de finalidad que vemos en todo cuanto existe.
Pasamos a una capilla, cercana al Cenáculo, Ad Coenaculum. En el altar, están, en bronce, los apóstoles, en la última cena. Es una capilla custodiada por los franciscanos. Aquí tuvo lugar un acontecimiento muy emotivo: los sacerdotes peregrinos renovaron sus votos sacerdotales. El padre Emérito lee en un libro el ritual. El padre Amadeo y el padre Ismael contestan afirmativamente. Todos los peregrinos, sentados en los bancos presenciamos la escena con curiosidad y admiración. Pensaba yo que los sacerdotes estarían viviendo unos momentos muy emotivos, pues en sus mentes recordarían aquel día, ya un poco lejano en el tiempo, pero cercano en la vivencia, en que , por primera vez, decidieron hacerse sacerdotes de Jesús. ¿ Habrán sido fieles a sus votos en todos estos años? ¿Habrán sido fieles a Cristo?
“Como me envió mi Padre, así os envió yo”. Tremenda responsabilidad la de los sacerdotes. Ellos nunca podrán alegar ignorancia, desconocimiento del mensaje divino. Que el Señor les ayude en su misión.
SAN PEDRO “ IN GALLICANTU”. “CANTO EL GALLO”.
“Condujeron a Jesús al pontífice y se juntaron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro le siguió de lejos, hasta entrar dentro del atrio del pontífice; y sentado con los servidores, se calentaba a la lumbre. Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban. Porque muchos testificaban falsamente contra Él, pero no eran acordes sus testimonios. Algunos se levantaron a testificar contra Él, y decían: Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas. Ni aun así era acorde su testimonio. Levantándose en medio el pontífice, preguntó a Jesús, diciendo: ¿ No respondes nada ? ¿Qué es esto que testifican contra ti? Él se callaba y no respondía palabra. De nuevo el pontífice le preguntó y dijo: ¿ Eres tu el Mesías, el hijo del Bendito? Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo. El pontífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿ Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos contestaron ser reo de muerte. Comenzaron a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y los criados le daban bofetadas. Estando Pedro abajo, en el atrio, llegó una de las siervas del pontífice, y viendo a Pedro a la lumbre, fijó en él sus ojos y le dijo: Tu también estabas con el Nazareno, con Jesús. El negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo lo que tú dices. Salió fuera al vestíbulo y cantó el gallo. Pero la sierva, viéndole, comenzó de nuevo a decir a los presentes: éste es de ellos. El de nuevo negó, y pasando un poco, otra vez los presentes decían a Pedro: Efectivamente, tú eres de ellos, porque eres galileo. Pero él se puso a maldecir y jurar: No conozco a ese hombre que vosotros decís. Y al instante, por segunda vez cantó el gallo. Se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres, y rompió a llorar” ( San Marcos 14,53-72).
La iglesia fue construida en 1931, en el lugar donde estuvo la casa del sumo sacerdote Caifás. La custodian los padres Asuncionistas. En la cripta, existen los supuestos sótanos y calabozos de la casa de Caifás donde Jesús fue juzgado y condenado y pasó, en una fosa, la última noche de su vida mortal. Allí le negó Pedro; allí fueron torturados y sufrieron atrozmente muchos seres humanos que así nos las gastamos muchas veces los hombres y mujeres de este mundo nuestro.
La iglesia tiene una gran cúpula redonda con una cruz de vidrieras en cuyo centro esta Jesús. Más abajo, una corona de ángeles circunda la cúpula y los apóstoles, en grupos de a tres, están sentados en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
El mosaico del altar mayor representa a Jesús que mira a Pedro que se calienta en la hoguera. Otros mosaicos representan a la pecadora pública y al buen ladrón.
Las escenas vividas allí por Jesús me invitan a reflexionar sobre la condición humana. Porque lo hecho por los sacerdotes y judíos y las negaciones de Pedro se repiten cada día también hoy. No somos mejores que ellos. ¡De cuántos testimonios falsos, de cuántas mentiras, de cuántas ofensas, somos testigos cada día y no movemos un dedo! Más aún, ¿ cuántas veces somos nosotros mismos los protagonistas de semejantes sucesos? Señor, escucha mi oración:
Dame la fuerza suficiente para que sepa confesar que soy cristiano en cualquier circunstancia, que mi testimonio sea siempre veraz y que respete a todos como yo quiero que me respeten.
CALZADA ASMONEA DEL TIEMPO DE JESÚS
Al lado de la iglesia, hay restos de la calzada romana de tiempos de Jesús. Por ella pasó Jesús muchas veces. También el Jueves Santo para ir desde el Cenáculo al Huerto de Jetsemaní con sus discípulos.
. Algo en mi interior me dice que debo recorrer el camino que recorrió Jesús. Impulsado por este sentimiento, bajo y subo aquellas escaleras consciente de que son las mismas piedras que pisó Jesús. ¡ Cuánta emoción, cuántos sentimientos al bajar y subir aquellas escaleras! Hay que vivir la experiencia; la explicación es muy pobre; la vivencia, magnífica, aunque no puedas explicarlo con claridad, lo has vivido intensamente en tu intimidad y eso es lo que importa.
Próximo a la iglesia hay un mirador desde el que se contempla un amplio panaroma: muralla este de Jerusalén, cementerio árabe y judío en el Valle de Josafat, el Monte de los Olivos con el Dominus Flevit, Santa María Magdalena, basílica de la Agonía o de las Naciones, tumba de la Virgen…Cuando estábamos admirando este panorama, por todas las colinas y valles, de oriente a occidente, de norte a sur, escuchamos el rezo del muecín. ¡ Santo cielo! ¡Cómo resonaba la oración por aquellos valles y colinas! La musicalidad y armonía de aquel rezo me transportó como a otro mundo y me hizo experimentar sentimientos, vivencias espirituales desconocidas para mí. Era una emoción profunda, evidente; no necesitaba explicaciones para entenderla. Contemplando, como estaba, el Valle de Josafat, tuve la impresión de que tocaba la trompeta convocándonos a juicio final a toda la humanidad y de que de aquellas tumbas salían los muertos para ser juzgados. Poco después, estando todavía en el mirador, las campanas de las iglesias de Jerusalén sonaban también por aquellos valles y colinas. ¡ Cómo sonaban aquellas campanas! ¡Qué tañido tan singular! Siento alegría y a la vez de tristeza; orgullo y a la vez de humildad; pero, en todo caso, algo que conmueve el espíritu y hace intuir algo maravilloso. Estas dos vivencias del mirador siguen vivas en mi recuerdo y así quisiera que permaneciesen durante toda mi vida.
Entramos en la ciudad amurallada. Visitamos el barrio judío. Las casas son de piedra bien trabajada, de forma rectangular, casi todas de la misma forma; las calles empedradas, limpias y amplias, con plazoletas y árboles: como en una ciudad europea. Vimos una sinagoga con un arco, casi toda destruida en la segunda guerra mundial. En una calle contemplamos un mosaico con la ciudad de Jerusalén en tiempos de Adriano. Éste, como se sabe, destruyó la ciudad judía y construyó, en su lugar, otra al estilo romano. Destacan la muralla con sus puertas y la calle principal: El Cardo. Hoy es una calle subterránea. Las casas actuales se construyen sobre columnas para conservar debajo los restos de las construcciones antiguas. Las tiendas están cerradas. Estamos en el atardecer del viernes y va a comenzar la fiesta judía.
Bajamos una escalinata hasta un mirador desde donde se contemplan: El Muro de los Lamentos, las mezquitas, el Monte de los Olivos…Pasamos por delante de una iglesia protestante, por la Iglesia del Santo Sepulcro, subimos por calles estrechas con toda clase de tiendas hasta llegar a la puerta de Jafa.
PUERTA DORADA
Salimos de la ciudad amurallada y caminamos por un paseo contiguo a la muralla. Entre el paseo y la muralla hay una pradera con árboles y arbustos muy bien cuidados. La muralla está bien conservada. Era como si estuviera contemplando las murallas de Avila. Los judíos hassedín, vestidos con traje negro, sombrero negro, algunos con largas barbas y tirabuzones, acuden, con marcha decidida, casi marcial, al Muro de las Lamentaciones para celebrar sus ritos.
Nos sentamos a descansar en un muro pequeño que sirve de protección a la pradera. Amadeo conversa con un viejo monje ortodoxo. Se presenta como sacerdote católico y el monje le responde: católico, ortodoxo, que más da; lo importante es la limpieza de corazón. Si todos los religiosos cristianos pensaran así, la unión de los cristianos sería un hecho. El autobús nos espera en la Puerta Nueva de la muralla para llevarnos al hotel. El día, como todos, había sido muy intenso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola Antonio! no he terminado de leer tu relato sobre tu paseo por Tierra Santa. Me parece bastante ilustrativo y resulta de una muy buena ayuda para quienes quieran ayudarse con alguna lectura antes de hacer el paseo a esta historica zona.
Deseo hacerte una acotacion respecto a lo leido que espero te sea de ayuda.
1 El domo de la roca tecnicamente no es una Mezquita. (puedes consultarlo en cualquier medio serio a tu alcance y encontraras los motivos)
2 No ha sido Inglaterra quien dividió (segun tus terminos) el territorio de la historica Palestina , que comunmente lleva a asociar en forma equivocada con cuestiones que no pretendo ahondar en este caso. El Mandato británico de Palestina fue una administración territorial encomendada por la Sociedad de Naciones al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en Oriente Medio, tras la Primera Guerra Mundial y como parte de la partición del Imperio otomano, con el estatus de territorio bajo mandato.
La particion del territorio bajo el mandato britanico es un hecho registrado como resolucion 181 de la asamblea general de la ONU de 1947 , por votacion de sus miembros.
Por las mismas razones que no desee ahondar mas arriba en el tema , no lo haré ahora , pues se trata de un conflicto internacional irresuelto , cuyo conocimiento publico está lleno de opticas poco objetivas , haciendo que la opinion de gente con conocimientos superficiales , arribe a conclusiones o comentarios superficiales y mayormente no ajustados a la realidad. No deseo entrar en ninguna discusion sobre el tema pero si poner en claro aquellas cosas que , como en tu excelente trabajo pueden ser corregidas para una buena informacion ajustadas a la historia. Quedo a tus ordenes para cualquier consulta o intercambio sobre estas tierras que conozco muy bien!
Publicar un comentario