GETSEMANÍ
HUERTO DE GETSEMANÍ
“Entonces vino Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní y les dijo: Sentaos aquí mientras yo voy allá a orar. Y tomando a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse. Entonces les dijo: Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú. Y viniendo a los discípulos, los encontró dormidos, y dijo a Pedro: ¿ De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es flaca. De nuevo , por segunda vez, fue a orar, diciendo: Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Y volviendo otra vez, los encontró dormidos; tenían los ojos cargados. Dejándolos, de nuevo se fue a orar por tercera vez, diciendo aún las mismas palabras. Luego vino a los discípulos y les dijo: Dormid ya y descansad, que ya se acerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que va a entregarme. Aún estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él una gran turba, armada de espadas y garrotes, enviada por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que iba a entregarle le dio una señal, diciendo: Aquel a quien yo besare, ése es; prendedle. Y al instante, acercándose a Jesús, dijo: salve, Rabbí. Y le besó. Jesús le dijo: Amigo, ¿ a qué vienes? Entonces se adelantaron y echaron las manos sobre Jesús, apoderándose de Él. Uno de los que estaban con Jesús extendió la mano, y sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice, cortándole una oreja. Jesús entonces le dijo: Vuelve tu espada a su vaina, pues quien toma la espada, a espada morirá , ¿ O crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaría luego doce legiones de ángeles? ¿ Cómo van a cumplirse las Escrituras de que así conviene que sea? Entonces dijo Jesús a la turba: ¿ Como a ladrón habéis salido con espadas y garrotes a prenderme? Todos los días me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendisteis. Pero todo esto sucedió para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron”. ( San Mateo 26,36-56).
“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo, que le confortaba. Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra” ( San Lucas 22, 41-44).
Terminada la visita a la capilla del Dominus Flevit, volvimos a la vereda empinada y estrecha. Después de unos minutos de recorrido, llegamos a Getsemaní. El recinto está amurallado. A la entrada, hay muchos vendedores palestinos.
Los franciscanos construyeron la actual basílica entre 1922 y 1924 sobre el emplazamiento de la primitiva bizantina que, en el año 614, destruyeron los persas y que reconstruyeron los cruzados en el siglo XII. Se llama basílica de la Agonía o basílica de las Naciones porque a su construcción contribuyeron, económicamente: España, Alemania, Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Estados Unidos, Francia, Chile, Inglaterra y Méjico. Cada una de estas naciones tiene dedicada una cúpula de la basílica.
Basílica de las Naciones
En el tímpano hay un enorme mosaico, visible a gran distancia, que representa a Jesús postrado de rodillas en tierra en actitud de súplica al Padre y de ofrecimiento de sus sufrimientos y de los de toda la humanidad, representada a sus lados por dos grupos de mujeres, hombres y niños. Debajo, sobre los capiteles de las columnas que dan acceso a pórtico, están las estatuas de los cuatro evangelistas.
INTERIOR DE LA BASÍLICA DE LAS NACIONES O DE LA aGONÍA
La basílica tiene tres naves. Columnas de mármol sustentan doce cúpulas. La del centro es donación de la Adoración Nocturna de España. La iluminación es escasa. Se percibe una tenue luz violácea producida por la luz exterior que se filtra por amplios ventanales de alabastro translúcidos. La parte central es la única que está iluminada con luz artificial. En el ábside central, un mosaico reproduce a Jesús postrado en una roca entre olivos. En los ábsides laterales se representa el beso de Judas y la prisión de Jesús. Estas representaciones y el ambiente tenebroso de las naves ayudan a evocar la tristeza y angustia que allí sufrió Jesús e invitan al recogimiento y a la oración.
En el muro de la derecha hay un bloque de piedra en el lugar donde la tradición sitúa a los tres discípulos predilectos cuando escuchaban las palabras de Jesús: Mi alma siente angustias de muerte; quedaos aquí y orad conmigo para no entrar en tentación.
Visitamos el huerto donde Jesús pasó las horas más amargas, angustiosas y tristes de su vida. Contemplamos los olivos milenarios de troncos anchos, rugosos, retorcidos, atormentados. Son los retoños de los que vieron la agonía de Jesús. Tito, cuando cercó Jerusalén, cortó todos los árboles, pero el olivo rebrota de su propia cepa. Un olivo, más joven, tiene un letrero que dice: plantado por el papa Pablo VI en su viaje a Tierra Santa. Los estudios científicos realizados con carbono 14 certifican una antigüedad de 20 siglos a estos olivos. ¡Son los de la época de Cristo, los que presenciaron su agonía y su prendimiento! Me asombro al contemplar estos olivos, pues son los olivos que contempló Jesús, testigos mudos de tan tremendos acontecimientos. ¡Si pudieran hablar, si pudiéramos escuchar las historias de que fueron testigos! Sería terrible, pero a la vez consolador.
Había peregrinos de muchas naciones en todos los lugares de Getsemaní. Para celebrar la Eucaristía tuvimos que esperar a que terminara otro grupo. Este tiempo lo aprovechó el guía para explicar todo lo sucedido allí con Jesús. Nos colocamos en el pasillo que hay entre el huerto de olivos y la basílica. Continuamente pasaban, entre nosotros, grupos de peregrinos. El guía dice que este lugar nos evoca tantas escenas, de manera especial aquella donde Nuestro Señor vivió la tragedia con tanta fuerza que sudó sangre y llegó a ese grito: Padre si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Cuando Jesús terminó de celebrar la última cena en el Cenáculo, descendió por el torrente Cedrón y vino aquí a Getsemaní. Se retiró de sus apóstoles a un tiro de piedra. A unos 100 metros de aquí está la gruta donde se quedaron los apóstoles. Velad y orad para no caer en tentación, les dijo. El se retiró a la roca que hoy está dentro de la basílica. Vive la escena con tal fuerza, siente una soledad tan terrible y tremenda que necesita la compañía de los suyos y va a buscarlos y los encuentra dormidos. Velad y orad para no caer en la tentación, les dice. La escena se repite así hasta la tercera vez que les dice: ya podéis dormir, haced lo que queráis, porque ya viene el que me va a entregar. Entonces Judas viene con los esbirros y le da el beso, aquí, a 100 metros, en la Gruta del Prendimiento. Este es el lugar de sufrimiento de aquella noche trágica del jueves al viernes santo. Jesús vive ya la tragedia en su corazón. Es uno de los lugares que el papa Pablo VI vivió con gran fuerza cuando vino aquí como peregrino. Al llegar a la roca se arrodilló y de alguna manera se echó sobre ella. Creyeron que se había desmayado o que le había pasado algo. Pero cuando el secretario iba a ayudarle, dijo: No. Dejadme que quiero experimentar el dolor que Nuestro Señor vivió en este lugar.
Cuando entréis en la basílica, dice, más que admirar las conquistas, el arte, la arqueología, importa conectar con el mensaje y unirnos a aquella escena. Os invito a pedir perdón al Señor por tantas traiciones que consciente o inconscientemente hemos podido realizar. Cuando nos llegue ese momento de agonía y de prueba, pedir perdón, ayuda, fuerza para que podamos decir: En verdad no quiero el dolor, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Getsemaní está cargado de historia de salvación y sufrimiento. Sufrimiento físico y moral. Los dos sufrimientos que llevó Jesús. No te olvides que aquí Jesús sufrió por toda la humanidad; por ti, por mí, por todos. Nosotros también sufrimos.¡ Qué nuestro sufrimiento no caiga en el vacío!
Antes de entrar en la iglesia, metiendo la mano entre las rejas que cercan a los olivos, cojo unos puñados de tierra del huerto. Los llevaré a España como una reliquia muy preciada y venerada por mí. Porque es la tierra donde Jesús sufrió por mí y por toda la humanidad; porque es un referente, un recuerdo, de mi visita a lugar tan sagrado.
Celebramos la Eucaristía en el altar de la roca de la Agonía. Oficia mi hermano Amadeo. Nos sentamos entorno al altar.
Cantamos con más emoción que nunca:
JUNTOS COMO HERMANOS.
Miembros de una iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor.
Unidos al rezar, unidos en una canción,
viviremos nuestra fe con la ayuda del señor.
La iglesia en marcha está; a un mundo nuevo vamos ya, donde reinará el amor, donde reinará la paz.
Un largo caminar, por el desierto bajo el sol,
no podemos caminar sin la ayuda del Señor.
La roca está cercada por una corona de espinas de bronce con cálices, golondrinas y palomas de alas abatidas. Es la roca sobre la que Jesús, postrado rostro en tierra, oró y suplicó, con fuerte clamor y con lágrimas, al Padre, y la que se empapó con las gotas de sangre y las lágrimas que le caían de su frente. Fue para mí uno de los lugares de mayor emoción. Estuve al lado mismo de la roca durante la celebración de la Eucaristía. No podía dar crédito a lo que estaba viviendo. Estaba allí, viendo, tocando, palpando la roca donde Jesús sudó sangre, tal era su agonía, tal su angustia. Yo también era la causa de tanto sufrimiento. Al terminar la Eucaristía los peregrinos se arrodillaban y besaban la roca con los brazos extendidos. Yo, lleno de fe y emoción, lo hice por dos veces. Con tal devoción y reverencia como nunca lo había hecho. Saqué del bolsillo el pañuelo y lo froté sobre la roca. Es el mismo pañuelo que utilicé en el Calvario y en el Santo Sepulcro. Pañuelo que conservo como reliquia muy preciada y que desearía me acompañase en mi último viaje, en transito a la otra vida.
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