sábado, 22 de marzo de 2008

Del Mar Muerto a Jerusalén por el desierto

DEL MAR MUERTO A JERUSALÉN POR EL DESIERTO


Una carretera bastante buena entre montañas y colinas desnudas, erosionadas, desoladas, yermas, desérticas, sin vegetación, separadas unas de otras por torrenteras y desfiladeros, con surcos profundos en las laderas, de color ocre y siena, cruza el desierto, que no es de arena, y sube, serpenteando, 1200 metros en 30 km., hasta Jerusalén. En las cunetas crecen arbustos, de cuando en cuando. La circulación es escasa: solamente hemos visto, algunos turismos, algún autocar y vehículos militares. Postes telefónicos van hacia Jerusalén siguiendo la carretera.


Al lado de carretera vimos tiendas negras hechas de lana de camello y pelo de cabra, sostenidas por estacas, tensadas por cuerdas sujetas al suelo; gentes vestidas con turbante y chilaba, sentados junto a las tiendas; cabras y ovejas en los riscos de las proximidades, comiendo no sé qué: son los beduinos, nómadas, que practican la poligamia y viven por estos desiertos en clanes familiares, unidos en tribus, casi como en tiempos de Abrahán. Un coche al lado de las tiendas indica que algo va cambiando. La soledad de estos páramos tiene que ser impresionante. El camino que hacía Jesús desde Jericó a Jerusalén, aunque no coincidiese con la actual carretera, estaría muy próximo; el desierto, el mismo.

El guía dice que hay que hacer alguna reflexión. Cada uno hace su reflexión personal. Si has tenido la suerte o la desgracia de vivir en el desierto, hay que mirarle como paso a una meta. El desierto es el lugar de soledad, de vacío; un lugar donde falta lo más elemental para vivir, como es el agua, el calor del amigo. En el desierto, como lo puedes ver, falta casi de todo. Es un vacío inmenso donde todo está detrás, más allá, pero no en él y a la vista. No tiene eco ni otro que te escuche y te responda; por eso el desierto es soledad. Es luz que quema cuando el sol llega a su cenit; congela cuando se esconde al atardecer. ¿ Pero qué tendrá el desierto que siempre aparece en los momentos cumbre de la historia?. Los israelitas, 40 años a través del desierto; Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto; del desierto han surgido los grandes movimientos espirituales, como judaísmo, profetismo; recordar la figura de Juan Bautista. Del desierto han surgido los famosos padres del desierto. Desierto, qué palabra, qué realidad, ¡cómo habla ! escuchadle, contempladle y escuhadle. Estás en medio del desierto. Experimenta el desierto, aunque sea cómodamente; pero el desierto es claridad y simbolismo. Así es el desierto en grandes extensiones geográficas y así es el desierto del alma. El alma sola, vacía, en aridez, sequedad. Todos tenemos experiencia de este desierto, del desierto del alma. En el fondo, el desierto es una situación del hombre, una vivencia del corazón. Desierto es tu vida cuando te sientes solo, separado. Desierto es soledad frente a frente contigo; es vivir tu soledad personal y tu destino. No te escapas, no puedes escaparte. El desierto te oprime, te enseña, busca horizonte, busca meta, y créetelo, tu destino aparece más vivo en el desierto, porque estás cara a cara contigo, cara a cara con Dios. El desierto te conduce a la verdad de tu vida. No puedes esconderte.

Por esta zona, en la cima del monte que estamos viendo, se sitúa el lugar de la parábola del buen samaritano .

Llegamos a la cima del monte. Casas, árboles, solares, praderas, coches, gente: estamos entrando en Jerusalén y lo hacemos cantando con alegría, energía y satisfacción.

¡ QUE ALEGRIA. ! Qué alegría! Cuando me dijeron
“ Vamos a la casa del Señor”
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén...
Allá suben las tribus, las tribus del Señor...

¿ Será la emoción a la vista de Jerusalén; será, quizá, la comunión de espíritu con los demás peregrinos; será algo misterioso que no sé explicar?. No lo sé; lo que puedo decir es que con la emoción un nudo se me pone en la garganta, siento una corriente que invade todo mi cuerpo, las lágrimas brotan de mis ojos sin que pueda evitarlo.

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