miércoles, 16 de abril de 2008

Belén de Judá

“Aconteció, pues, en los días aquellos que salió un edicto de Cesar Augusto para que se empadronase todo el mundo. Fue este empadronamiento primero que el del gobernador de Siria Cirino. E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba en cinta . Estando allí, se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón. Había en la región unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos de temor. Díjoles el ángel: No temáis, os anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo : “Gloría a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” . Así que los
ángeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a otros :Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado. Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y viéndole, contaron lo que se les había dicho acerca del Niño. Y cuantos los oían se maravillaban de lo que les decían los pastores”. San Lucas 2,1-18 ).

“Nacido , pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron de Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo : ¿ Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer ? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. Al oír esto el rey Herodes se turbó, y con él todo Jerusalén, y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó donde había de nacer el Mesías. Ellos contestaron :En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta : “ Y tú, Belén , tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel .“Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, les dijo : Id e informaos sobre ese niño, y cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya yo también a adorarle. Después de oír al rey , se fueron, y la estrella que vieron en Oriente les precedía, hasta que llegada encima del lugar en que esta el niño, se detuvo. Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, y entrados en la casa, vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus alforja, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino”. San Mateo 2,1-12 ).


BELEN AYER Y HOY

En el camino hacia Belén, pasamos por las calles de barrios periféricos de Jerusalén. Casas, solares con pinos y hierbas, jardines...Cuando llegamos a un cerro, dice el guía: ésta es la universidad hebrea de Jerusalén. Belén esta a siete kilómetros de Jerusalén. En la carretera, como a un kilómetro, antes de Belén, un control de la policía. Son unos policías que visten un uniforme gris azulado. Son policías palestinos . Belén está bajo su control. El autobús se para, los palestinos hablan con el conductor, y seguimos el viaje.

Desde el autobús, a la derecha, en una loma o colina, vemos a Belén. Los campos del entorno, en septiembre, que es cuando realizamos la peregrinación, estaban sin cultivar. Hierbas secas, pocos árboles, muchas rocas.

Desde esta perspectiva, Belén me pareció un pueblo grande, extendido a lo largo de una loma, no diferente a otros poblados judíos. De frente, un monte de forma cónica, solitario, destacando del entorno en el horizonte a unos diez kilómetros: es el Herodium, un monte de unos cien metros de altura, donde el rey Herodes construyó su palacio fortaleza. Allí está enterrado, aunque su tumba todavía no se ha encontrado, a pesar de las muchas excavaciones realizadas.

Nuestra primera parada fue en la aldea de Bent Sahur, en el Campo de los Pastores. Son tierras humildes, tierras calizas con olivos, pinos y cipreses; tierras apropiadas para que surjan cuevas en sus entrañas. En estas tierras, la moabita Rut, espigaba en los campos de trigo. Aquí velaban los pastores sus rebaños cuando se le apareció el ángel y les comunicó la gran noticia: os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Estábamos en los lugares donde sucedieron acontecimientos tan importantes para la humanidad. Imagino aquellos hechos, pero la viveza y plasticidad de la imaginación comparada con la realidad es muy pobre. No obstante, ¡ qué alegría, qué privilegio, estar en aquel lugar, en aquel entorno que no sería muy diferente al que contemplaron los pastores !
GRUTA DE LOS PASTORES
BELÉN: REFERENCIA BÍBLICAS

A la entrada del recinto del Campo de los Pastores un letrero dice: Campo Dei Patori PP Franciscani. No hay duda sobre quien atiende estos lugares. Allí visitamos dos grutas y una iglesia. La primera gruta es pequeña. A la entrada hay una inscripción que dice: Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis. Se baja a ella por unas escaleras. En la gruta hay un altar y una columna. Los peregrinos bajamos a contemplarla, no porque fuera una gruta importante en cuanto a su configuración física, sino porque allí se refugiaban aquellos pastores de Belén las noches frías y lluviosas.
La segunda gruta es mucho más amplia, está a nivel del suelo, bajo un montículo. Es una gruta natural con bancos para que se sienten los peregrinos. Tiene luz eléctrica en el techo, altar y poco más; es una gruta humilde pero grandiosa porque es el lugar donde los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús. A la entrada, un letrero dice: S. Mons Sión in Jerusalén Allí celebramos la Eucaristía con mucha emoción, conscientes del lugar en que nos encontrábamos. Si fuera posible el regreso al pasado escucharíamos las palabras del ángel a los pastores y como ellos viviríamos aquella experiencia de privilegio, pero ya no era poco estar allí, por eso estaba contento y alegre. Y daba gracias al Señor por haberme concedido estar allí. En las peticiones, públicamente, pido que nuestras vidas renazcan a una vida nueva a la medida del mensaje de Jesús, que quede atrás enterrada la vida vieja en cuanto se hubiese apartado del Evangelio; pido al niño Dios que nació en Belén ayuda para conseguir este objetivo

Cantamos villancicos:

Adeste Fideles.
Oh luz de Dios.
Campana sobre campana.
El Tamborilero

“El camino que lleva a Belén baja hasta el valle de los pastores.
Los peregrinos quieren ver a su Rey
le traen regalos en su humilde zurrón.
Ha nacido en un portal de Belén, el niño Dios.
Yo quisiera poner a tus pies algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también, y no poseo más que un viejo corazón.
En tu honor frente al portal cantaré con mucha ilusión.
El camino que lleva a Belén lo voy marcando con gran emoción.
Nada mejor hay que te pueda ofrecer que el amor de mi viejo corazón.
Cuando Dios me vio cantando ante El, me sonrió.”

Besamos el niño Dios, allí en la Gruta de los Pastores, cantando, con gran emoción, villancicos

Terminada la Eucaristía, una de las peregrinas chilenas lloró de alegría y emoción, porque allí en la Gruta de los Pastores, en un cuadro, encontró a la virgen patrona de su tierra, a la que, antes de realizar el viaje, había implorado con mucha fe que le pusiera todos los obstáculos del mundo o le diera toda clase de facilidades si le convenía hacer o no aquella peregrinación. Le parecía un milagro el encuentro con su virgen allí. Ella no se lo esperaba. Llevaba una estampa con su imagen en la cartera. A todos la enseñaba, a todos los peregrinos llorando abrazaba; lloraba con tanta emoción que contagiaba; besaba al guía… ¡Cuánta emoción ! ¡ Cuánta alegría irradiaba! IGLESIA DEL CAMPO DE LOS PASTORES

Casi encima de la gruta, está la iglesia del Campo de los Pastores. Recuerda la aparición de los ángeles a los pastores y el canto del “ Gloria a Dios en las alturas”. Imita a una tienda de pastores nómadas. Costeada por los canadienses, fue construida por el arquitecto italiano Antonio Barluzzi, como casi todas las de Tierra Santa, en el año 1953. En su interior, hay muchos frescos que recuerdan los acontecimientos de aquella noche: un ángel que anuncia el nacimiento de Jesús a los pastores, el nacimiento de Jesús en la cueva, rodeado de animales y pastores que tocan la flauta o adoran al niño Dios. Allí un fraile franciscano, vestido de hábito, con gafas, pelo largo, larga barba canosa, humilde, más bien gordo, de unos 45 años de edad, con aspecto de patriarca, a petición del guía, cantó para nosotros villancicos: Salve Regina...¡ Qué bien cantaba este fraile ! Parecía una estrella de la ópera. Todos le aplaudimos sinceramente: lo merecía por lo bien que lo había hecho y por haber cantado para nosotros.


Desde este lugar, a unos tres kilómetros, se contempla Belén con sus campanarios y minaretes. El panorama, desde aquí , es diferente al anterior. El autobús se pone en marcha. El guía, micrófono en mano, comenta: peregrinación es recorrer la geografía por aquellos lugares donde Dios se había manifestado de modo especial. Pero la peregrinación auténtica es la que se realiza en el corazón de cada peregrino. Geográficamente, digamos, que hoy termina, estamos terminando la peregrinación, pero de alguna manera empieza ahora esa otra peregrinación que es la del corazón, que es una llamada fuerte y urgente a la conversión que es lo que importa, una llamada a abrirnos a un nuevo estilo de pensar, de sentir y de vivir, que es lo que importa. Si recordamos la maqueta que el otro día hemos visto de Jerusalén en tiempo de Jesús, nos damos cuenta de que Herodes tenía un gran palacio, Pilatos tenía un gran palacio, los judíos tenían un gran templo; Jesús, una cueva y tenía todo, toda la creación. Son los contrastes que no entran en nuestra mente, en nuestro raciocinio y en nuestra lógica. Dios es así. Se le acepta o no se le acepta, así es la fe. Aunque la razón tiene que ayudar a la fe, como es lógico, pero llega un momento en que tenemos o no tenemos fe. Fe no es cerrar los ojos y se acabó, fe es decir como San Pablo: fiarnos de Dios. Pero ¿quién se fía de usted? Ahí está el problema. Unos se han fiado y han cambiado de vida; otros no se han fiado y no han cambiado de vida. En dos grutas, comienza el gran acontecimiento de la humanidad. En la gruta de Nazaret, allí estaba aquella niña, aquella jovencita que acepta y dice: hágase en mí según tu palabra. En otra gruta, en Belén, nació el Hijo de Dios. Por eso, entrar en Belén es entrar en la nueva historia de la humanidad, es entrar en la historia de la salvación, es entrar en una nueva vida. Todo esto, teóricamente, fácilmente lo decimos. El desafío está en entrar desde el corazón, si queréis con palabras más sencillas, porque Dios es mucho más sencillo que nosotros, dejarnos amar, dejarnos querer, lo que en tantas ocasiones yo os he repetido a través de la peregrinación. Si la obra es de Dios, si no es tuya, tu no te has creado, nos ha creado Dios, la tarea es de Dios; nuestra tarea es dejarnos querer, pero para dejarnos querer, tenemos que superar los egoísmos, tenemos que superar los caprichos, tenemos que superar esas barreras del ambiente, de mentalidad, de moda, todo eso que sabemos... Entremos en Navidad. Pensar que Dios pudo nacer de muchas maneras, sin embargo, nació en medio de una familia. Vamos nosotros a valorar a la familia, hoy que está tan desprestigiada, que no tiene valor, que no cuenta, que no es noticia para la prensa ni para la televisión. La familia no cuenta, lo que cuenta es el interés y capricho de cada persona: si te va bien, vives en familia, si no te va bien, pues, la abandonas y a vivir tu vida que es lo que cuenta. Jesús nace en familia, vive treinta años de su corta vida en aquellas cuevas, en aquellos montes perdidos de Nazaret, pero vive en familia. Después, los tres años de vida pública.... Valoremos la familia. No hace falta subrayar más.

Otra realidad profunda: valoremos a cada persona. Dios se hizo hombre, se hizo uno de nosotros, consagró la humanidad. Valoremos a todos: guapos, feos: como sean.

La primera lectura que hemos escuchado de San Pablo es desalentadora. Es curioso, para cambiar al mundo, uno elegiría los mejores técnicos, los mejores pensadores, lo mejor de todo; para cambiar al mundo Jesús, elige a los más insignificantes, a los más condenados. No sé, no lo entiendo, no sé si vosotros lo entendéis. Pero Dios, este es el hecho, actúa así. Pues, dejemos que Dios actúe así, porque al fin y al cabo Él es el autor de la historia, es el autor de la salvación. Y todo esto hay que vivirlo y entrar en el misterio,con alegría, con gozo. El ángel vino a dar gloria a Dios, a dar vida a la vida; el ángel que nos invita a vivir en esa paz interior...Por eso, venir a Belén es llenarnos de alegría, de esperanza, de gozo, es más, yo diría llenarnos de esa fuerza que tenemos, para luego afrontar la vida, afrontar ese entorno que puede ser duro y difícil, pero que a la vez puede ser fácil, si dejamos actuar al Señor.

Desde Belén, tiene que nacer en nosotros esa sencillez, esa humildad, esa alegría y esa paz interior, y todo esto comunicarlo como hicieron los pastores que no se quedaron en estas cuevas, se lo creyeron, salieron corriendo, lo anunciaron...Vamos a guardar un poco de silencio, porque , a veces, los silencios...

Belén, a 777 m sobre el nivel del mar, llamada originariamente Efrata, es la patria de Rut, de Jesé, padre de David, del rey David y de Jesús . Allí los pastores y Reyes Magos adoraron a Jesús; allí tuvo lugar la matanza de los inocentes y desde allí huyó la Sagrada Familia a Egipto. En tiempos de Jesús, era un pueblo humilde. Solamente, importante por su historia y por sus promesas. Hoy, tiene unos 40.000 habitantes, la mayoría hábiles artesanos, árabes musulmanes o cristianos.
BASÍLICA DE LA NATIVIDAD

En autobús subimos hasta la plaza de Belén que es grande, espaciosa y despejada. Aparcamos en el centro de la plaza donde había también otros muchos autobuses de peregrinos, procedentes de muchas naciones cristianas, además de coches particulares. A la derecha, esta situado el Ayuntamiento de Belén y la mezquita con su alto minarete; a la izquierda, la Basílica de la Navidad que parece una fortaleza, edificada sobre la cueva en que nació Jesús.

COLUMNAS DE LA BASÍLICA

La iglesia franciscana de Santa Catalina, construida en 1881, la casa de ejercicios y la Cruz Universal o de Jerusalén; al frente, casas con sopórtales, comercios, librerías, bares...; a la espalda, la comisaría de policía palestina.

ENTRADA A LA BASÍLICA

Peregrinos de diferentes nacionalidades van y vienen por esta plaza; entran y salen de la Basílica de la Navidad. 2.000 años después del nacimiento de Jesús, el acontecimiento está vivo en la mente de muchos creyentes.

La gruta en que nació Jesús fue objeto de veneración por los judeo-cristianos desde los primeros años. Para paganizar aquel lugar y borrar todo vestigio cristiano, en el año 135, el emperador Adriano plantó un bosque en honor de Adonis, amante de Venus. Este hecho sirvió para identificar la verdadera gruta. En el siglo IV Constantino y su madre, la emperatriz Elena, construyeron una basílica en Belén, sobre la gruta donde nació Jesús que fue destruida por los samaritanos en guerra con Bizancio, en el año 527. En el 540, sobre los restos de esta basílica, el emperador Justiniano construyó la actual basílica que es la más antigua de Tierra Santa: 1400 años desde su construcción. Esta basílica se libró de cuatro destrucciones: la de los persas, en el año 614, que no la arrasaron al contemplar en el altar la escena de la adoración de los Reyes Magos, vestidos con trajes persas; la del califa Omar, que la respetó en el año 635, porque allí Miryan dio a luz a Issa-Jesús; la de Al-Hakin, en 1010 y la de Baibars de 1263, porque según la leyenda, una serpiente resquebrajó temporalmente los mármoles que él codiciaba.

Exteriormente, es una fortaleza que tuvo tres amplias puertas de entrada. Dos fueron tapiadas y la tercera reducida para impedir que los soldados musulmanes entraran allí con sus bueyes, caballos y camellos. Esta puerta, llamada de la humildad, está colocada entre dos monolitos verticales y uno horizontal y tiene 1,34 m de alto por 0,80 m de ancho. Es, pues, baja y estrecha. Los peregrinos, agachados, entramos en la Basílica que tiene 50 m de largo por 30 de ancho y cinco naves separadas por cuatro filas de columnas, envejecidas por el tiempo, de una sola pieza de seis metros de altura. El techo está sostenido por grandes vigas de cedro, procedentes del Líbano. Por todas partes, cuelgan lámparas bizantinas. Todo es muy antiguo: columnas, baldosas, edificio en general: 14000 años de vida son muchos años. Si estas columnas, si estos azulejos, desenterraran lo que guardan en su memoria, escucharíamos las peticiones que allí hicieron gentes de toda edad, condición y geografía, el porqué de su estancia allí. Conoceríamos sus costumbres, la escala de sus valores, su estatus social: humildes guerreros y peregrinos unos; reyes, príncipes de la iglesia, capitanes, otros; musulmanes, judíos y católicos, estos; ateos, agnósticos, aquellos..., pero, sobre todo, conoceríamos la fe, las profundas creencias de los que dieron su vida por el Evangelio.
GRUTA DEL NACIMIENTO

Muchos peregrinos esperaban haciendo cola para entrar en la Gruta del Nacimiento. El guía decide que debemos visitar primero la iglesia parroquial de Santa Catalina de los padres franciscanos. Más tarde, tal vez, la afluencia de peregrinos fuera menor. Pasamos por otras grutas que comunican con la del nacimiento. En ellas, hay altares dedicados a San José, Santos Inocentes, San Gerónimo...Desde la Iglesia de Santa Catalina, se retransmite todos los años la Misa del Gallo de Navidad. Los ortodoxos, que custodian la Basílica, no permiten la retransmisión desde allí. Delante de esta iglesia, hay un claustro del tiempo de los cruzados.

Regresamos nuevamente a la Basílica. No había tantos peregrinos, aún así, tuvimos que esperar bastante tiempo a que nos tocara el turno. Bajamos por unas escaleras estrechas y muy verticales, apoyándonos en las paredes para no caer. Estábamos delante de la Gruta del Nacimiento, debajo del altar central de la Basílica. Es una gruta natural de piedra caliza, la piedra de esta tierra, de 12 m. de largo por 3 de ancho. Una inscripción dice :” Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est”. Muchas lámparas, según el estilo ortodoxo, ornamentan el recinto. Una estrella grande de plata, regalo de España, está en el lugar donde tuvo lugar el parto de María. Yo me sitúo en un lado de la gruta y contemplo desde allí el paso de los peregrinos que, uno a uno, postrados de rodillas, besan la estrella y tocan la roca donde nació el Señor. Allí, ¡oh designios del Señor! en aquel humilde lugar, en una cueva usada como establo, en un pesebre, Dios se hace hombre y nace como el más pobre de entre los pobres. Él, que es rey del mundo, Él, que es creador de todo el universo, Él, que todo lo posee. Allí, la Virgen, ella sola, sin ayuda de nadie, da a luz a su hijo, le envuelve en pañales y le acuesta en un pesebre. Allí unos pastores, seres despreciables en aquella época, son los primeros en visitarle, en adorarle, porque el ángel les había anunciado a ellos, no a gente importante, la gran noticia: os ha nacido hoy un Salvador. ¡ Cómo entender este misterio, si no es desde la fe!

Los pastores salen con presteza a ver al niño, y viéndole, lo contaron a todos. Hemos visto su estrella en oriente, dicen los magos, y venimos a adorarle, y abriendo sus alforjas le ofrecieron oro, incienso y mirra.

Concentrado, con toda la fe y convicción de que soy capaz, desde lo más profundo de mi corazón, en aquel lugar sagrado, hablando en lo íntimo con el Señor, le digo: Señor, que nazca hoy en mi corazón, con fuerza juvenil, una nueva vida, una vida acorde con tus enseñanzas, una vida que necesariamente tiene que estar basada en tu ley del amor, un nuevo estilo de pensar, un nuevo estilo de sentir y vivir.

Al besar aquella estrella, al tocar aquella roca, al frotar ambas con mi pañuelo, ¡podré explicar lo que sentí y lo que quisiera sentir ! Corta es mi capacidad literaria para lograr tal empeño, pero aunque fuera mucho mayor, me quedaría muy lejos de la realidad. ¡Estaba postrado de rodillas en el lugar donde nació Jesús, donde la Virgen María dio a luz, donde los pastores de Belén y los Reyes Magos adoraron al Niño Dios! ¿Puede un cristiano visitar un lugar como este en todo el mundo? ¿ Acaso no es un privilegio del Señor estar físicamente presente donde Él, como hombre, vino a este mundo? Pues yo, pobre y humilde peregrino, fascinado, anonadado, asombrado, transformado, estaba allí, viendo, pisando aquel lugar sagrado. ¡Cómo corres tiempo, cuando debieras estar parado! Había que partir. Mirando a la escalera y a la vez a la estrella, alargando todo lo posible aquel limitado tiempo, doy el último paso, la última mirada, antes de abandonarlo definitivamente. Ya no se veía la estrella, ya no se veía el lugar, ya me alejaba del sitio donde Él nació.

Nuevamente, entramos en la Basílica de Belén para sacar fotografías y filmar con la cámara de vídeo. Me impresionan aquellos frailes ortodoxos que atienden la Basílica, con sus sotanas negras, su pelo y barbas largas, encanecidas, el color de su piel, su mirada profunda, su aparente indiferencia, sus cantos y sus rezos, las lámparas colgadas del techo...

Unos peregrinos salían por aquella estrecha puerta, otros entraban. El movimiento era continuo. En la plaza, delante de la fortaleza Basílica, un grupo de peregrinos; Amadeo, Laura, padre Emérito e Ismael, conversan alegres y distendidos. Peregrinos de raza negra salen de la Basílica. Allí convergen peregrinos de todo el mundo, todos con algo en común: la creencia en el Señor Jesús que nació en aquella cueva de Belén.

La plaza está muy animada: Coches, autobuses, gentes de distintas razas y naciones se disputan el espacio. Un soldado palestino, dirige el tráfico y nos recuerda con ello que estamos en tierras de mucha tensión; unas mujeres árabes vestidas con el traje tradicional palestino conversan en una esquina de la plaza; unos humildes y simpáticos niños palestinos desean que les saque una fotografía.

Laura y Amadeo visitan las tiendas de la plaza. Yo también me animo. Entro en una; en otra, en otra... Finalmente, compro un libro titulado “LA TIERRA SANTA, que con muchas fotografías y poco texto da una visión rápida de esta tierra.
MAUSOLEO DE RAQUEL

Los peregrinos suben al autocar que, lentamente, corre por las calles de Belén. Ya, en las afueras de la ciudad, contemplamos el mausoleo de Raquel, esposa preferida de Jacob, madre de José y Benjamín, que murió allí al dar a luz a Benjamín. Éste es un lugar venerado por musulmanes, judíos y cristianos y por las mujeres embarazadas que acuden allí a pedir un feliz alumbramiento.

TARDE DE COMPRAS EN JERUSALEN

Fuimos en autocar hasta la Puerta de Damasco. Bajamos unas escaleras donde sacamos fotografías. Había mucha gente. Hablan muy alto. Venden de todo: frutas diversas, patatas fritas, bocadillos que hacen en el acto, salsas, bebidas, regalos, ropa, calzado… ¡ Qué barullo, qué griterío, qué cantidad de gentes! Casi no se puede andar, te aprietan por todas partes. La calle es estrecha. Las tiendas están a ambos lados. Las mercancías están dentro y fuera de las tiendas, en la calle. En aquel barullo te da miedo perder al grupo. Los comerciantes te invitan a pasar a la tienda para que compres. Dicen que si no compras no hay problema. Regatean, insisten, hasta te invitan a tomar un refresco para negociar. La palabra dada hay que cumplirla. Hay gentes de muchas naciones, razas y creencias. Nos dicen que si somos italianos. No, españoles, contestamos. Uno dice: viva España; otros, ola, ola. Algunos entienden el español, al menos, las palabras más esenciales para su negocio de vender. Alguno incluso lo habla perfectamente.
LITÓSTROTOS

Nos dirigimos a la Vía Dolorosa para visitar el “Litóstrotos”, que se encuentra donde estaba la Fortaleza Antonia, hoy convento de las Hermanas de Sión. La Fortaleza, Torre Antonia fue construida por Herodes el Grande en el año 36 a. J. C. , en honor de su amigo Marco Antonio. Esta fortaleza fue destruida por Tito en el año 70 d. J. C. La parte oeste de la fortaleza era una plaza pavimentada” Litóstrotos”, usada por los legionarios para entretenerse y dedicarse a diversos juegos. En las piedras, vimos los vestigios que todavía quedan de los juegos a que se dedicaban los soldados romanos, entre ellos, en la Piedra Basilinda, el llamado “Juego del Rey”. Aquí, según la tradición, estaba el Lugar del Juicio ( Pretorio), donde Pilato sentencio a Jesús.

Me impresionó contemplar y pisar aquellas enormes piedras, rojizas, pulidas, resbaladizas, quizá por el desgaste ocasionado por el ir y venir de los soldados y caballos durante muchos años. Las piedras son enormes, de hasta 2 metros de largo. Tienen canales y estrías para conducir el agua de lluvia y para que no resbalaran los caballos.

Jesús pisó este empedrado flagelado, coronado de espinas, sangrando a chorros, cubierto con un trapo en son de burla y con una caña en sus manos. Era este lugar, lugar de dolor y sufrimiento de Jesús, del rey del mundo, del que no tenía pecado, del que sufría por salvar a los mismos que le azotaban, se mofaban y burlaban de Él. ¡ Cuánto nos amaba! ¡ Cómo entender esto con criterios humanos!. ¿ Quién podría no impresionarse allí? ¿ Quién podría no sentir dolor y sufrimiento, donde tanto sufrió Jesús por nosotros, por ti y por mí? En este lugar de dolor, Señor, te pido perdón y misericordia por que yo también te hice sufrir con mis faltas y pecados.

Bajamos por unas escaleras o andamios de madera hasta una grande y profunda cisterna abovedada, construida con grandes piedras erosionadas por el paso del tiempo. Es la cisterna llamada “Struthión”, la cigüeña, de la época de Herodes, construida para abastecer de agua a la Torre Antonia. Contenía bastante agua. Allí se sentía fresco, humedad y hasta parecía que faltaba la respiración. Con cierto alivio dejamos el lugar y subimos a la superficie.

A continuación, de tiendas. Después de deambular dos horas por aquellas estrechas calles, aunque por esta zona había menos gente, cansados y rendidos, decidimos regresar a la Basílica. A las 6, había misa en la capilla católica del Santo Sepulcro. Yo decido oír allí misa.

Todavía tengo tiempo para visitar, nuevamente el Santo Sepulcro y el Calvario. Había poca gente, pues era tarde y a punto de cerrar la Basílica. Con el pañuelo froto la losa del Santo Sepulcro y el Calvario. Antes lo había hecho en la Basílica de la Agonía o de la Naciones y en la de la Natividad de Belén. Este es un pañuelo sagrado, estuvo en contacto con los lugares más sagrados del cristianismo. Tengo que conservarlo como una reliquia muy querida. Quisiera que me acompañara en mi último viaje.

Siento un gran fervor religioso. Si aquí no lo sintiese, ¿ dónde iba a ser? Tengo la impresión de que esta visión, este contacto con estos santos lugares, pudiera ser, para mí, la última. Por eso me cuesta despedirme. Por eso intento prolongar el tiempo con una última mirada desde el último rincón visible.

En el Calvario, sentado en un banco, solitario, encuentro al padre Emérito en profunda meditación. Esto a mi me ayudó mucho y me agradó. Veía un hombre de fe que predicaba con el ejemplo, que hacía más creíble lo que decía, que, por eso, me arrastraba con más convicción a donde quería yo llegar. Un hecho así, me causó más efecto espiritual que todas las predicaciones realizadas en los días precedentes. Por eso, íntimamente le quedé agradecido.

Estamos en la última noche de nuestra peregrinación. Mañana domingo volveremos a España. Por este motivo, cenamos en la terraza. La temperatura es muy agradable. El jardín iluminado. La conversación amena. Buen humor y hermandad en los peregrinos. El panorama de la ciudad, iluminada, evocaba los recuerdos vividos en estos intensos días de peregrinación. Sentimientos de alegría y nostalgia conviven a la vez. En todo caso, me siento afortunado por haber podido realizar el viaje. Ha sido el viaje que más me ha impactado de todos los que he hecho en mi vida.


REFLEXION CONJUNTA SOBRE EL VIAJE


En la sala de reuniones del hotel, nos reunimos los peregrinos dirigidos por el guía. El objetivo era que cada peregrino manifestara libremente que hecho de la peregrinación le había impresionado más. Nos sentamos entorno a una mesa ovalada, larga, con capacidad para más de 40 personas. A la reunión, asistimos casi todos los peregrinos.

El guía dice que sólo quiere saber, y que el grupo sepa también, lo que más le ha impresionado de la peregrinación. Existen diversidad de opiniones. Cuando se inicia la puesta en común, la mayoría dice, que fue el lago, por su autenticidad, porque eso mismo es lo que vio Jesús, porque ni el lago, ni el entorno, han cambiado. La paz y tranquilidad, cuando en el lago paró el barco y en completo silencio se realizó la meditación. Cuando otro barco se acercaba a nosotros como si en él viniera Jesús o caminara sobre las olas, fascinó a muchos peregrinos. Amadeo dice que a él lo que más le impresionó fue el sentido espiritual que el guía dio a la peregrinación y el hecho de haber matizado, puntualizado, concretado y profundizado en lo que había visto en la primera visita realizada a Tierra Santa hace 6 años, con el padre Sala. Laura manifiesta que le impresionó muchísimo la visita a la cripta de la basílica de la Anunciación en Nazaret, porque allí, una niña de 14 o 15 años, sabiendo lo que se le venia encima, acepto ser madre de Jesús. Al hacer este comentario, difícilmente pudo contener las lágrimas. Yo, Antonio Blanco, dije que me resulta difícil decir que cosa me impresionó más, porque me impresionó todo, pero si he de destacar especialmente algo, este algo fue el Vía Crucis, el Calvario y el Santo Sepulcro, pero sobre todo, el Vía Crucis. La indiferencia de la gente que pasaba por la calle, los comercios abiertos, la vida normal de cualquier día, en una calle comercial, mientras nosotros, los peregrinos, nos abríamos paso en medio del gentío, y con nuestros rezos y cantos, con la cruz al hombro, manifestábamos nuestro testimonio de fe y creencia en Jesús, con fuerza y decisión, en aquel entorno que nos ignoraba, me impactó fuertemente, quizá por ser la primera vez, en mi vida que realizaba un Vía Crucis tan especial. El guía nos había alertado de estas cosas, pero vivir aquella experiencia, era infinitamente superior a cualquier explicación teórica.


Estar en el Calvario, donde Jesús fue crucificado; visitar el Santo Sepulcro, donde su cuerpo fue depositado, fue para mí una oportunidad única y un gran privilegio. Quería que los sentimientos y emociones que experimentaba me acompañaran continuamente. Contemplando estos lugares, para mi, en ese momento, la vida tenía otro sentido; intuía que me encontraba más cerca de la verdad, de lo auténtico, de lo que realmente importa. Otros peregrinos, también manifiestan que el Vía Crucis fue lo que más le impactó, especialmente las farmacéuticas. Algunos se refieren a los espacios abiertos del desierto o cerrados de las cuevas de Belén, Campo de los Pastores, la travesía del desierto de la Virgen cuando fue a visitar a su prima Santa Isabel. El médico del grupo destacó la solidaridad y espíritu de ayuda entre los peregrinos del grupo. El peregrino uruguayo destacó la ayuda que le habían prestado. Recitó una poesía alusiva al acto, manifestó algo que no entendí muy bien, “ la experiencia era como un peine para un calvo”, que las zapatillas que calzaba cuando llegase a su casa las quemaría, pues, habían pisado tierra sagrada y no podían quedar de cualquier manera. A Pablo, el peregrino de Guadalajara, le dijo que nosotros no somos pecadores, que cada uno era pecador. Otro peregrino, entrado en años, acompañado de su sobrino, dijo que la ilusión de su vida, durante muchos años, había sido realizar esta peregrinación; y con mucha emoción, con las lágrimas en los ojos, manifestó que ya podía morir tranquilo, después de haber pisado la tierra del Maestro.

El guía dice que el comportamiento del grupo le había impresionado, que al principio, en la presentación, pensó que, dada la diversidad del grupo, podía haber problemas. Otros grupos, sobre todo cuando los organizan las parroquias, pueden ser más homogéneos. Pero que cada día, por la noche, daba gracias a Dios porque veía que el grupo respondía, que iba penetrando en el mensaje. El padre Ismael manifestó que en su vida había realizado muchos ejercicios espirituales, pero el mejor de todos había sido esta peregrinación. La joven que venia para decidirse si cruzaba o no el lago ( hacerse monja o no), que la peregrinación le ayudó a cruzarlo. Yo, oyendo la profundidad y convicción de la contestación de los compañeros peregrinos, me admiraba de sus valores espirituales, y de los nuevos horizontes que me abrían a mí.


Terminada la exposición subimos a la habitación. Había que preparar las maletas. Estaba previsto levantarse a las 5 de la mañana, las 4 en España, para iniciar el regreso. Por eso había que acostarse pronto. A las 5 suena el teléfono. Laura y yo estábamos ya levantados. Desayunamos. Eran los últimos instantes en el Hotel. El autocar espera en la puerta para conducirnos a el aeropuerto internacional Ben Gurión de Tel Aviv. En el hotel, se quedan las chilenas que viajarán por la tarde en vuelo de Iberia, el matrimonio de recién casados que continuarían su viaje por Jordania, también quedan en el hotel; la teresiana de Jaén se queda en Jerusalén otra semana con una amiga.


Bajan al autocar a despedirse, el matrimonio y 2 chilenas; la tercera, la de la Virgen en Belén, lo hace desde la ventana de la habitación. Se habían levantado a las 6 de la mañana, sólo para despedirse del grupo. El mensaje de la peregrinación había calado en nuestros corazones. Besos, abrazos, deseos de felicidad, deseos de volver a vernos algún día. ¡ Qué tristes son las despedidas! ¡Qué pronto está el espíritu para las buenas acciones ! ¡ Qué difícil volver a reunirnos las mismas gentes da varias regiones y naciones, algunos entrados en años! Era un adiós hasta la eternidad. Algo se rompía, se desgarraba en este adiós. ¡Todo es tan fugaz ! , como dice el poeta:


Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
acabado,
si juzgamos sabiamente
daremos lo no venido
por pasado.


domingo, 13 de abril de 2008

Jerusalén, Ciudad Santa


EL TEMPLO


“Después de todo esto quiso probar Dios a Abraham, y llamándole, dijo: Abraham. Y éste contestó: Heme aquí. Y le dijo Dios: Anda, coge a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a Isacc, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécemelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te indicaré” ( Génesis,22,2 ).

“El día séptimo del quinto mes - era el año 19 del reinado de Nabucodonosor en Babilonia- Nebuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia, entró en Jerusalén, quemó el templo de Yavé, el palacio real y todas las casas de Jerusalén… demolió las murallas que rodeaban Jerusalén “( II Reyes 25,8-11).

“El año segundo, después de la llegada a la casa de Yavé, a Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel… Josué…, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los otros que habían venido de la cautividad, se pusieron a la obra y encargaron a los levitas de veinte años arriba la vigilancia de los trabajos de la casa de Yavé”. (Esdra 3,8 ).

“Movido por el Espíritu Santo, vino al templo, y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él, Simeón le tomó en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud… Cuando era ya de doce años…, el niño Jesús se quedó en Jerusalén… Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles” (San Lucas 2,27-29;42; 46).

“Llevóle entonces el diablo a la ciudad santa, y poniéndole sobre el pináculo del templo, le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra. Díjole Jesús: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios” ( San Mateo 4, 5-8).

“Estaba próxima la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, de ovejas y de palomas, y a los cambistas sentados; y haciendo de cuerdas un azote, los arrojó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación.

Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo; Jesús le vio acostado, y conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿ Quieres ser curado? Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí. Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda: Al instante quedó el hombre sano, y tomó su camilla y se fue… Después de esto, le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor… Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado; pero Él les respondió: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también … En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen vivirán. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al hijo tener vida en si mismo, y le dio poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre. No os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio.

Mediada la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba: Admirabanse los judíos, diciendo: ¿Cómo es que éste, no habiendo estudiado, sabe letras ? Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado… Jesús enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis. Yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado.

Se fue Jesús al monte de los Olivos, pero, de mañana, otra vez volvió al templo, y todo el pueblo venía a Él, y sentado, los enseñaba: Los escribas y los fariseos trajeron a una mujer cogida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en fragante delito de adulterio. En la Ley nos ordena Moisés apedrear a éstas; Tú, ¿ qué dices? Esto lo decían tentándole, para tener de que acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en tierra. Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero. E inclinándose de nuevo, escribía en tierra. Ellos que le oyeron, fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más ancianos, y quedó el solo y la mujer en medio. Incorporándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Dijo ella: Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques más.

Y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Le rodearon, pues, los judíos, y le decían : ¿ Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente. Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí… Yo y el Padre somos una misma cosa”.
(San Juan 2; 5; 7; 8; 10)


“Estando sentado enfrente del gazofilacio, observaba cómo la multitud iba echando monedas en el tesoro, y muchos ricos echaban muchas. Llegándose una viuda pobre, echó dos leptos, que hacen un cuadrante, y llamando a los discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echaron en el tesoro, pues todos echan de lo que les sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenía, todo su sustento” ( San Marcos 12,41-43 ).

“Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. El publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador! Os digo que bajó éste justificado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (San Lucas 18, 10-14)

“Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. La cortina del templo se rasgó de arriba a bajo en dos partes” ( San Mateo 27,50-51).

Dejamos definitivamente la explanada del Muro de los Lamentos y por una rampa subimos hasta una altura desde donde se contempla un amplio panorama. Desde allí, por primera vez, veo al peregrino de Uruguay que se queda rezagado; parece que le cuesta más de lo ordinario seguir al grupo. Llegamos a unas escaleras estrechas donde hay un control, pero pasamos sin ninguna intervención policial. Nuevas escaleras y al final, una enorme explanada: es la explanada del Templo, el “ monte del Templo “ para los judíos en el que adoraron a Yavé más de 1000 años; “ el noble monte sagrado” para los musulmanes donde adoran a Alá desde hace 1300 años; lugar sagrado para los cristianos, porque allí se desarrollaron acontecimientos trascendentes de la vida de Jesús.

La amplia explanada está sobre el lugar denominado, en el Antiguo Testamento, Monte Moriah. Tiene forma rectangular irregular con 470 metros de lago, 295 de ancho y unas 14 hectáreas de extensión; pavimentada, en gran parte, con grandes losas de piedra, rodeada de murallas por el este y edificaciones por el oeste, con árboles y jardines distribuidos estéticamente, es magnífica y grandiosa físicamente. Desde allí, se contempla el Monte de los Olivos con la Ascensión del Señor, el Pater Noster, Dominus Flevit, la iglesia rusa de la Ascensión, el sepulcro de María, Getsemaní, los sepulcros de Absalón, Santiago, Zacarias, Torrente Cedrón, Valle de Josafá, cementerio musulmán. Pero la importancia fundamental es la historia que guarda en sus entrañas.

El terreno fue adquirido por el rey David y ampliado después por Herodes el Grande. En el centro está la Roca del Sacrificio de Isaac, hoy dentro de la Mezquita de Omar, levantada por los árabes el año 691 d.J.C., en el mismo lugar donde estuvo el Primer Templo, edificado por Salomón 968 años a.J.C. Destruido este templo por Nabucodonosor, en 586 a.J.C., se construyó allí el Segundo Templo, reedificado por Zorobabel en el año 516 a.J.C. Este segundo templo fue embellecido, después, por Herodes el Grande y es el de la época de Jesús, que destruyó Tito el año 70 d.J.C. Al Noroeste, estaba el Praetorium- Torre Antonia- y mirando al Torrente Cedrón y al Valle de Josafat, el pináculo del Templo de 130 metros de altura, lugar donde fue tentado Jesús por el diablo y arrojado al vacío Santiago el Menor, que fue el primer obispo de Jerusalén. En la muralla, que por el este limita la explanada, está la Puerta Dorada donde estuvo la Puerta Oriental del Templo por la que , según la tradición, Jesús entró con sus discípulos el Domingo de Ramos. Hoy, de aquella época no queda nada, sólo en la parte occidental un fragmento del Muro de las Lamentaciones.

Me encuentro en aquella explanada, pisando aquella tierra mil veces sagrada. Por mi mente pasan algunas de las escenas allí vividas. Veo la fidelidad de un hombre en el Monte Moriah. Abraham está dispuesto a ofrecer en holocausto a su hijo Isaac antes que desobedecer a Dios. Veo a un gran rey que manda construir el Templo de Yavé. Trabajan muchos obreros, utilizan piedras ya labradas; las maderas son de cedro, olivo y ciprés; allí está el Arca de la Alianza y querubines de madera de olivo. El Templo es magnífico: todo está recubierto de oro puro. Yavé dice a Salomón: Si guardas mis leyes, y pones por obra mis mandamientos, y guardas y observas todos mis preceptos, yo cumpliré contigo mi palabra, la promesa que hice a David, tu padre, y habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo, Israel.
Veo a un soldado del rey Nabucodonosor que se llama Nebuzardán, entrando con sus tropas en Jerusalén, quemando el Templo y todas las casas de la ciudad; destruyendo las murallas que rodean a Jerusalén; dando muerte a muchos judíos, y llevando cautivos a la mayor parte de los que quedan vivos. Se lleva también todos los tesoros del Templo.

Los judíos vuelven de la cautividad y comienzan a construir un nuevo Templo. Muchos lloran en voz alta cuando se ponen los cimientos; otros gritan jubilosos. Cuando han terminado las obras, hacen con gozo la dedicación del templo a Dios: ofrecen novillos, carneros, corderos y doce machos cabríos, según el número de las tribus de Israel. Los tesoros de oro y plata que Nabucodonosor sacó del Templo, llevándolos a Babilonia, son devueltos y llevados al nuevo Templo.

Veo a Jesús en el Templo, con sus padres. Un anciano lo toma en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dice: Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, y dirigiéndose a su madre María le dice: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción, y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones. Jesús ya tiene 12 años. Está sentado en el Templo en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándolos. Jesús ya es adulto. El diablo lo lleva al pináculo del Templo y le invita a que se tiré de allí. Jesús arroja del Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; derrama el dinero de los cambistas y derriba las mesas y, a los que venden palomas, les dice: quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación. Se dirige a un enfermo que había curado y le dice: no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor. Los judíos le persiguen por haber hecho esto en sábado y Jesús les dice: Mi padre sigue obrando todavía y por eso obro yo también; el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna; el Padre tiene la vida en sí mismo; cuantos están en los sepulcros oirán su voz y saldrán; el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis, yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado. Ahora unos judíos traen a una mujer cogida en adulterio y le dicen que según la Ley de Moisés debe ser apedreada. El les responde: El que de vosotros esté sin pecado, arrogele la piedra, el primero. Se dirige a la mujer y le dice: vete y no peques más. Otros judíos le dicen: dinos claramente si eres el Mesías y Él le responde: las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. Yo y el Padre somos una misma cosa. Otra escena: Jesús observa la multitud que va echando monedas en el tesoro. Los ricos echan muchas; ahora llega una viuda pobre que echa poco, pero echa todo cuanto tiene. Llama a los discípulos y les dice: ésta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echaron, pues todos echan lo que le sobra, pero ésta de su miseria ha echado todo cuanto tenia, todo su sustento. Observo a un hombre que da gracias a Dios porque es diferente a los demás: rapaces, injustos, adúlteros; observo a otro que ni se atreve a levantar los ojos al cielo, y le dice a Dios: sé propicio a mí, pecador. Jesús dice: Os digo que bajó éste justificado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.
Finalmente, veo la cortina del Templo rasgarse de arriba abajo en dos partes. Es la señal de que Jesús expiró en la cruz
No soy un espectador indiferente a todo cuanto he visto mentalmente. Me siento íntimamente implicado en los acontecimientos que contemplo. Jesús también me habla a mí. Estoy fuera, pero a la vez dentro del escenario; por eso lo que dice Jesús me afecta.
Yo medito sobre todas estas escenas que mentalmente acabo de ver. Todas contienen un mensaje que no debo olvidar; pero algunas calan más en mi espíritu y me hacen reflexionar, especialmente: En primer lugar, aquella cuando Jesús dice que el Padre sigue obrando todavía y que el Padre tiene la vida en sí mismo . ¡ Cuantas dudas de los científicos sobre el origen del universo quedan perfectamente claras en estas dos frases! Vosotros científicos, si las tuvierais en cuenta, vuestras hipótesis y vuestros modelos sobre el universo, tendrían fácil explicación y sentido. ¿ Acaso no resolveríais el conflicto que os planteáis entre un Dios necesario y la contingencia del universo que además contiene seres con libre albedrío? ¿ No serían la respuesta al orden contingente que buscáis? En segundo lugar, cuando Jesús dice: ”el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna”; “ cuantos están en el sepulcro oirán su voz y saldrán, los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección del juicio”. La muerte, como algo inevitable, es un tema de mucho calado. Nadie se escapa de ella. Poco importa que, como algo molesto, nuestra cultura actual, la aparte de nuestras vidas porque resulta de mal gusto hablar de ella; que escondamos la cabeza; que vivamos dándole la espalda, como si no existiera: ella está ahí. Sólo es cuestión de tiempo para que te alcance. Antes o después, inevitablemente, nos llega a todos por igual. Lo importante, pues, no es librarse de ella, cosa imposible, aunque todos o casi todos procuramos retrasarla lo más lo más que podemos, sino saber que hay después de la muerte, que nos espera en la otra orilla y que relación guarda nuestra vida actual con esa otra vida del más allá. Por lo que tu nos dices, Señor, la verdadera vida es la eterna, pero esta terrena es muy importante porque según como la vivamos determinará como será la eterna. En la vida eterna, Señor, yo desearía estar contigo aunque sea en un lugar insignificante. Con tu ayuda estoy seguro que lo conseguiré. Pero entonces, ¿ por qué me inquieta tanto la muerte? ¿ por qué la rechazan, generalmente, aun aquellos que viven en condiciones muy penosas cuando la sienten ya muy próxima ?

Señor, tiemblo al pisar esta tierra sagrada. Debajo de mis pies escucho las voces de Jesús y de tantos otros personajes que por aquí pasaron. Escucho, también, el grito de alegría de mucha gente, pero de igual forma, el llanto, la sangre y el sufrimiento de muchos que por defender tu causa murieron. ¡ Cómo no me voy a estremecer si estoy pisando el lugar donde estuvo tu Templo sagrado y el Arca de la Alianza que contenía las tablas de la Ley escritas por tu mano! ¡Cómo no me voy a impresionar si me están contemplando los testigos de todo cuanto aquí ha sucedido a lo largo de tantos siglos!.

Puede que un día, la ciencia consiga regresar en el tiempo al pasado y entonces contemplar como testigos de primera fila lo que los libros nos cuentan hoy. No puedo, Señor, dejar de pensar, como ser racional, sobre la fugacidad de la vida, sobre el sentido de la vida, y sobre el más allá de la vida. Ya sé que Tú, claramente, has respondido a estas inquietudes; pero entonces, Señor, ¿ porqué sigo estando inquieto? Sin duda mi fe es pobre y necesita tu imprescindible ayuda.



MEZQUITA DE EL AKSA


Fue construida por el Califa Salid, entre el año 709 y 715 d. J.C., sobre las ruinas de una iglesia bizantina en el lugar donde estuvo el Pórtico Real del Templo, en la parte meridional del Monte del Templo. Fue destruida por terremotos, restaurada por el Califa El Zahir en 1033; usada por los cruzados desde 1099 a 1187, como residencia de los caballeros templarios; conquistada por Saladino; quemada en 1969 por un joven australiano perturbado y, finalmente, reconstruida: todo esto es la historia de esta mezquita.

Antes de entrar, nos descalzamos y dejamos en el suelo, al cuidado del guía, nuestras pertenencias: zapatos, bolsos, cámaras… En este lugar sagrado musulmán, no se permite entrar con estas cosas, y, además, las mujeres tienen que llevar cubiertas con alguna prenda los brazos y pecho. En la puerta de entrada, cuatro ancianos musulmanes conversan suavemente y parece que, de alguna manera, controlan la entrada. Son amables, sonrientes; nos preguntan si somos italianos; le contestamos que somos españoles; nos miran y sonríen, ¿ qué significará esta sonrisa ? Al entrar en aquel recinto, me impresiona la grandeza de la mezquita: su capacidad para 5000 personas, sus 55 metros de altura, sus 7 amplias naves, la del centro-180 metros de larga - más amplia y elevada; sus grandes columnas monolíticas de mármol blanco de Carrara; sus dorados capiteles, el bellísimo artesonado, las enormes lámparas de cristal; las rojizas alfombras orientales que tapizan el suelo de las naves; los mosaicos con finos arabescos geométricos y vegetales.

Un musulmán al fondo de la mezquita lee en el Corán; a la izquierda, otro, parece en oración; un matrimonio entra cogidas las manos y los musulmanes, amablemente, le dicen que allí no se permite entrar así.

En esta mezquita, los viernes, oran públicamente los musulmanes de rodillas o inclinados hasta el suelo, mirando a la Meca.




LA MEZQUITA DE OMAR O DE LA ROCA


Cruzamos la explanada del Templo. En una escalinata, antes de subir a la mezquita de Omar, el grupo se coloca para sacar una fotografía. El fotógrafo es un profesional árabe conocido del guía que le llama por su nombre y habla coloquialmente con él. Pronto, antes de que abandonemos el recinto, nos venderá la foto.

En el centro de la explanada, se eleva una plataforma de unos tres metros y en medio de esa plataforma se levanta la mezquita de Omar o de la Roca, en el punto más elevado del Monte Moria. Esta mezquita fue edificada por el Califa Abd-el Kalik entre el año 688 y 691, en el lugar donde había estado el Primer y el Segundo Templo, en la roca donde Abraham se propuso sacrificar a su hijo Isaac, en el lugar donde se encontraba el Arca de la Alianza y el Primer Templo. Es el monumento más antiguo del Islam, pues la mezquita de Damasco fue construida posteriormente, en el año 705. Fue diseñada por arquitectos bizantinos y construida por artesanos de la región, pues los árabes, entonces, eran un pueblo nómada recién salido del desierto y no tenían, todavía, tradición constructora.

La mezquita es un octógono de 760 metros de diámetro que ha sido reparada muchas veces, pero no cambiada su estructura. Cuando los cruzados conquistaron Jerusalén, en 1099, fue transformada en iglesia cristiana, pero al conquistar Saladino Jerusalén, en 1187, borró todo vestigio cristiano y sustituyo la cruz de su cúpula por la media luna. En 1540, Solimán el Magnífico reemplazó las ventanas por magníficas vidrieras y recubrió la parte exterior con exquisitos mosaicos. En 1960, el rey Hussein de Jordania sustituyó las cubiertas de plomo de la cúpula por las actuales planchas de aluminio dorado.

Entramos por una puerta magnifica, que está cubierta de losas de mármol y azulejos persas, descalzos, sin objetos, y las mujeres cubiertas con alguna prenda: lo mismo que en la mezquita de El-Aksa. Al observarla, la sorpresa aquí fue mucho mayor. Un bosque de columnas y pilastras, bellísimas vidrieras, blancos mármoles y riquísimos mosaicos de oro y púrpura, alfombras orientales, cubriendo el suelo, cúpula de 34 metros de altura y 25 de diámetro, con mosaicos radiantes, con motivos florales y geométricos, asombran aun a los visitantes menos sensibles. El lugar es mágico, de ensueño, que invita a la meditación y oración privada.

Dos hileras de columnas y pilastras y una balaustrada de madera de cedro rodean la roca sagrada de 14 metros de largo y 11 de ancho. Es lo más santo del recinto. En la roca hay un agujero que comunica con la gruta que está debajo. Parece que servía para verter por allí la sangre de los sacrificios que se realizaban en el altar de los holocaustos del Templo. Otros opinan que podría ser la chimenea que daba salida al humo de la gruta cuando los pastores hacían lumbre. En la roca hay una huella, que, según la creencia musulmana, dejó marcada el caballo alado al tomar impulso para transportar a Mahoma. La gruta tiene muchas leyendas. Una dice que allí se reúnen las almas de los muertos para orar; otra, que allí oraron Abrahán, David, Salomón, Mahoma…

Confieso que esta mezquita es una de las cosas más bellas que he visto en mi vida. Es la tercera en importancia, después de la mezquita de la Meca y Medina. Todo es hermosura; todo es misterio. Su cúpula brillante como el oro destaca en la ciudad antigua, desde cualquier horizonte que la contemples. Aquí también se reza y se ora al Dios único, con la misma devoción que los cristianos en el Santo Sepulcro o los judíos en el Muro de los Lamentos. A Dios se le puede adorar de muchas maneras y en muchos lugares. Un corazón puro y limpio es una bonita manera de estar a bien con Dios.



IGLESIA DE SANTA ANA O DEL NACIMIENTO DE LA VIRGEN


Dejamos la mezquita de Omar. Muy próxima a ella, está la Iglesia de Santa Ana, junto a la explanada del Templo, cerca de la Puerta de San Esteban y al comienzo de la Vía Dolorosa, en el lugar que según la tradición estaba la casa de Joaquín y Ana y en la que nació la Virgen María. Otros lugares: Belén, Séforis y Nazaret, se disputan ser el lugar donde nació María. Este lugar, desde el siglo V, fue de devoción mariana. Esta iglesia me pareció diferente a otras visitadas. Su estilo románico, sus muros y contrafuertes; los arcos de sus ventanas y portadas; su fortaleza medieval; sus naves de paredes desnudas la hacen distinta, diferente.

En el siglo V, la emperatriz Eudosia construyó una basílica dedicada a Santa Ana sobre la cripta venerada como el lugar del nacimiento de María. En el año 616, los persas la destruyeron. Los cruzados, en el año 1100, edificaron el actual templo. En 1192, Saladino la convirtió en escuela coránica y por este motivo se conservó casi intacta. En 1856, pasó a manos de Francia, como recompensa por haber luchado al lado de Turquía contra Rusia. En 1871, se le confió a los padres Blancos greco católicos y se abrió al culto cristiano. En parte destruida, en la Guerra de los Seis Días, fue reparada por el Estado judío. Una escalinata da acceso a la cripta donde estaba la casa paterna. Una escultura policromada representa a María niña fajada como los niños beduinos.

¡ Cuántos recuerdos, cuántas vivencias acuden a mi mente ! En cada lugar visitado la historia se repite. Llegan unos pueblos, desplazan a los ocupantes, después de cruenta guerra y, así continuamente. ¿ Cuándo encontrará la paz esta tierra santa y mártir? No soy indiferente a estos hechos. Afectan a la religión en que creo, por eso me considero implicado. Descanso para los muertos, paz para los vivos, es la súplica que brota de un corazón sensible.



PISCINA DE BETESDA O PISCINA PROBÁTICA E IGLESIA DE SANTA ANA

Al norte del Templo, cerca de la Torre Antonia y de la Puerta de San Esteban, a unos metros de la Iglesia de Santa Ana, fuera de las murallas, en tiempos de Jesús, se sitúa la Piscina Probática o de Betesda. Un pequeño canal la unía al Templo que utilizaba sus aguas para usos rituales. Estas aguas decían que tenían virtudes terapéuticas. Por eso acudían a bañarse allí : ciegos, cojos, paralíticos… En esta piscina se sitúa la escena de Jesús curando al paralítico y los judíos escandalizándose porque lo hizo en sábado. La respuesta, que ilumina hipótesis científicas actuales: mi Padre sigue actuando y por eso también lo hago yo, no convenció a los judíos.

El emperador Adriano, que destruyó todo vestigio cristiano y judío en Jerusalén, erigió en aquel lugar un templo al dios de la medicina: Esculapio. Los bizantinos levantaron allí, a principios del siglo V, una basílica que fue destruida por el persa Cosroes en el 614. Los cruzados, en el siglo XII, construyeron una capilla sobre las ruinas de la basílica. Era el año 1880 cuando se iniciaron las excavaciones, intensificadas en 1958-1959 hasta llegar a los niveles más bajos. Se descubrió que la piscina estaba rodeada de cuatro pórticos y uno transversal que la partía por la mitad tal como dice San Juan 5,2,: “Hay en Jerusalén, junto a la Puerta Probática, una piscina llamada en hebreo Betzata que tiene cinco pórticos”. Nuevamente la Biblia tenia razón.

Muchos peregrinos por un sendero, entre muros, arcos, contrafuertes, cascotes , columnas, capiteles, restos de la iglesia bizantina y cruzada, bajamos hasta el nivel más profundo y tuvimos la satisfacción de tocar el agua de la piscina. La piscina era rectangular, de 120 metros de larga, 70 de ancho y 8 de profundidad. Ahora, después de tanta destrucción y rellenos, se encuentra a mucha profundidad. Pero en la época de Jesús no era así.


BASÍLICA DEL SANTO SEPULCRO


Dentro de la Basílica está el Gólgota y el Sepulcro de Jesús. Gólgota significa cráneo y Calvario, “la Calavera”. Esa era la forma de aquella cantera que estaba fuera de la muralla y era utilizada para crucificar a los condenados a muerte. Cerca había un huerto donde José de Arimatea, un rico sanedrita, había hecho en la roca una tumba. Los primeros Cristianos, en este lugar, secretamente, celebraban el culto. Cuando los romanos destruyeron Jerusalén, en el año 70 D. C ., huyeron; pero, al terminar la guerra, regresaron a Jerusalén y continuaron el culto en el Calvario y en el Santo Sepulcro.

En el año 135, el emperador Adriano, para erradicar el recuerdo de Jerusalén, destruyó la ciudad e hizo desaparecer todo vestigio cristiano. Cubrió con escombros el Gólgota y el Santo Sepulcro y encima construyó un foro y un templete dedicado a Venus, diosa del amor. A principios del siglo VI, el emperador Constantino, convertido al Cristianismo, mandó excavar estos lugares, dejando al descubierto el Gólgota y el Santo Sepulcro. En el año 335, levantó una basílica sobre el Santo Sepulcro, dejando al descubierto el Calvario. Esta basílica, como otras muchas, fue destruida por el persa Cosroes cuando invadió Palestina a principios del siglo VII.

Cuando los árabes derrotaron a los persas, se construyó otra basílica que fue destruida por el Califa Musulmán de Egipto, Haquen a principios del siglo XI. Una tercera basílica se inició a mediados del siglo XI, con autorización del Califa de Egipto, por el Emperador de Constantinopla Constancio IX, Monómano, que fue terminada por el patriarca Nicéforo.

En el siglo XII, los cruzados construyeron la cuarta y actual basílica con el Santo Sepulcro, el Calvario y la cisterna oriental dentro. Esta basílica fue reparada y transformada para arreglar los efectos de terremotos e incendios. El año 1808, se quemó y fue reconstruida por los greco-ortodoxos que hicieron obras . Actualmente, han comenzado obras al objeto de volver a la forma que tenía en tiempo de los cruzados.

Desde 1246, dos familias musulmanas custodian la entrada de la Basílica y conservan este derecho. Hay que pagarles un canon cada vez que abren la basílica.

La basílica la comparten, principalmente, los Franciscanos y los Ortodoxos griegos, pero también los Armenios, Sirios, Abisinios y Coptos.

Además del Gólgota y el Santo Sepulcro, que son los lugares más importantes de la basílica y del mundo Cristiano, hay otras muchas capillas dentro y fuera de la Basílica: Adán, Santiago el Menor, San Juan, Magdalena, José de Arimatea, Prisión de Cristo…


EL CALVARIO: REFERENCIAS BÍBLICAS

“Le llevaron al lugar del Gólgota, que quiere decir lugar de la Calavera, y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó. Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suerte sobre ellos para saber qué llevaría cada uno. Era la hora de tercia cuando le crucificaron. El título de su causa estaba escrito: el rey de los judíos. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, y se cumplió la escritura que dice: fue contado entre malhechores. Los transeúntes le injuriaban, moviendo la cabeza, diciendo: ¡Ah!, tú que destruías el Templo de Dios y lo edificabas en tres días, sálvate, bajando de la cruz. Igualmente los príncipes de los Sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: a otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. ¡El Mesías, el Rey de Israel! Baje ahora de la Cruz para que lo veamos y creamos. Y los que estaban con Él, crucificados, le ultrajaban. Llegada la hora sexta hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora de nona. Y a la hora de nona, gritó Jesús con voz fuerte: ¡Eloy, Eloy, lama sabachtani! que quiere decir: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? Algunos de los presentes, oyéndole, decían: mirad, llama a Elías. Corrió uno, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle”. ( San Marcos 15, 22-45)

“Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos. El pueblo estaba allí mirando, y los príncipes mismos se burlaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a si mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido. Y le escarnecían también los soldados, que se acercaban a Él ofreciéndole vinagre y diciendo, si eres el rey de los judíos sálvate a ti mismo . Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate , pues, a ti mismo y a nosotros. Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía diciendo: ¿ Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? En nosotros, se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. El le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso. Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona, se oscureció el sol y el velo del templo se rasgó por medio. Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto expiró “( San Lucas 23,34-37;39-46).

“Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Jesús , viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y, desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed. Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en un venablo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: todo esta acabado, e inclinando la cabeza , entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la Parasceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el día de sábado, por ser día grande aquel sábado, rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron , pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con él; pero, llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua” ( San Juan 19,25-34).

“La cortina del templo se rasgó de arriba a bajo, en dos partes, la tierra tembló y se hundieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobre manera y decían: Verdaderamente, éste era hijo de Dios. Había allí, mirándole, desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle; entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo” ( San Mateo 27,51-56)


Entramos en la Basílica. Pasada la puerta hay una escalera empinada y estrecha que conduce al Calvario. Subo escalón a escalón, pausadamente, aquella escalera. Lo hago con reverencia y con temor a mancillar aquel lugar sagrado. Casi no me atrevo a pisarlo. Tal vez , en lo más profundo de mi alma, intuyó que no me considero digno de estar allí, que no soy nada y, en cambio, aquel lugar es santo por los acontecimientos que allí han sucedido. Fuera lo que fuese, siento como una especie de inquietud y desasosiego, pero por nada del mundo renunciaría a la experiencia que estoy viviendo. ¿Cuántos millones de peregrinos habrán subido estas escaleras ? ¿Cuántos dieron sus vidas por defender este lugar? ¿Cuántas veces fue profanado por gentes que odian a Cristo? Durante 20 siglos ¿ cuántas veces ha cambiado este escenario? ¡ Qué fugaz es la vida! Pasamos un instante por ella, desaparecemos, y, con nosotros, para siempre, nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros afectos; mientras la geografía, el entorno y hasta nuestras obras permanecen mucho más. Los lugares que yo he visto, otros los vieron antes. Ya desaparecieron, ya nadie recuerda su existencia. Lo mismo pasará conmigo. Pronto perderé las cosas que tengo y que tanto aprecio. Otros, desconocidos para mí, tomarán posesión de ellas. Las cosas de este mundo son para perecederas. Sólo sirve, de verdad, lo que vale para la eternidad, para el más allá, para la autentica vida que se inicia, según nuestra creencia, en el mismo instante de la muerte terrena.

Yo, a pesar de todo, pobre y humilde peregrino, físicamente estaba allí y este hecho y este recuerdo nadie me lo podrá quitar y será para mi un referente permanente en la historia de mi vida, y podré siempre gritar: estuve allí, en el lugar donde Cristo fue crucificado, donde fue sepultado, donde resucitó.

Arriba, en el Calvario, a unos cinco metros de altura sobre la superficie de la Basílica hay varias capillas. La primera, dedicada al Despojo de las Vestiduras de Jesús y su Crucifixión, está en el lugar donde Jesús fue clavado a la cruz. Pertenece a los franciscanos y está decorada con escenas bíblicas: la Crucifixión, sacrificio de Isaac, Isaías, Zacarias, David…. La segunda, pertenece a los ortodoxos griegos y está decorada a su estilo, con muchas lámparas y candelabros. En el fondo, un grandioso icono de plata, y delante, pintado en madera y con vestidos de plata, la imagen de Jesús crucificado, María y Juan. Allí fue el lugar donde colocaron a Jesús crucificado y a los dos malhechores que le acompañaban. Hay también una hornacina que contiene parte de la roca agrietada por el temblor de tierra que se produjo cuando murió Jesús.

Debajo del altar, hay un disco abierto en el centro por donde se puede meter el brazo hasta tocar el fondo. Es el orificio donde estuvo colocada la cruz con Jesús. La bóveda esta decorada con frescos que representan diversas escenas de la pasión de Nuestro Señor. Entre las dos capillas, debajo del arco, una hornacina de cristal contiene una talla de la Dolorosa.

Quiero sacar fotografías para tener un recuerdo de visita tan importante. Me adelanto unos pasos. El padre Emérito presencia el paso, uno a uno, de los peregrinos. Un monje ortodoxo observa nuestra conducta. Pasa Amadeo, se arrodilla, mete la mano derecha en la hendidura. Pasa Laura, se agacha y mete su mano derecha en la hendidura. Paso yo, me agacho y meto la mano en la hendidura y, así lo mismo, todos los peregrinos del grupo y todos los peregrinos que por allí pasan de las más diversas naciones, razas y culturas. Es poco tiempo, el que podemos estar allí, pues, son muchos los peregrinos que quieren pasar; no obstante, vivo, experimento toda una serie de sensaciones que me es difícil explicar. Estoy físicamente pisando el lugar más sagrado para un cristiano, estoy aturdido y anonadado. ¿Será verdad que estoy allí ? ¿ No será un sueño? ¡ Yo en aquel lugar tan santo y sagrado! ¡tocando con los dedos de mi mano la roca, el agujero, donde fue colocada la cruz con Cristo, donde cayó su sangre, donde lo crucificaron, donde repartieron sus vestiduras, donde tanto sufrió por nosotros, donde pronunció las siete palabras finales de su vida terrena, donde tantos santos y hombres importantes estuvieron…Por un momento, llego a pensar que mi emoción y sentimientos son muy pobres, que tenían que ser mucho más intensos y elevados; pues, estoy en el lugar más sublime de toda la tierra. Pienso que mi alma no esta suficientemente madura ni preparada para comprender tanta grandeza. Miro, piso, y hasta respiro, con reverencia. Me siento una criatura insignificante en aquel santo y sagrado lugar.

Por un momento, desfilan, ante mí, las escenas, los acontecimientos, vividos por Jesús en aquellos momentos trágicos y a la vez gloriosos para la humanidad. Aquellos soldados sin piedad ponen a Jesús sobre el madero con los brazos extendidos. Llevan en sus manos clavos y martillo. El soldado coge un clavo y lo coloca en la palma de la mano de Jesús, levanta el martillo y, con toda la fuerza de que es capaz, golpea, una y otra vez, hasta que el clavo se oculta en la carne. Brota un chorro de sangre que inunda el clavo, el martillo y la mano del verdugo. ¡Señor, que dolor tan insoportable! Coloca otro clavo en la mano izquierda de Jesús y golpea de nuevo, con feroz saña, hasta que el clavo se hunde en la carne. Jesús se retuerce por el intenso dolor. Izan la cruz con Jesús clavado y la encajan en la hendidura de la roca. ¿ Cómo es posible tanta crueldad? ¿No existe una brizna de compasión, de humanidad para Él? Jesús siente que los clavos desgarran la carne de sus manos, pero sufre en silencio. Sus pies cuelgan de la cruz. El matarife los sujeta al madero, saca un clavo, levanta el martillo y lo golpea con fuerza hasta que penetra totalmente en el madero. Jesús aprieta los dientes, el dolor es indescriptible. El peso del cuerpo descansa sobre los clavos de las manos y los pies, ¡ cuanto dolor, cuanto sufrimiento! ¡Pero si quien sufre es Dios, creador de cielo y tierra, todopoderoso y eterno, y los que le golpean, insultan y crucifican son sus criaturas! ¿Cómo entender esto?

Un soldado coge una escalera y la apoya en la cruz. Sube con un letrero escrito en hebreo, griego y latín y lo clava en la cruz por encima de la cabeza de Jesús. El letrero dice: Jesús, rey de los judíos. Todos los presentes ven que Jesús se retuerce por el tremendo dolor y dicen: ¿ Es éste el mismo hombre que el domingo hemos visto entrar triunfante en Jerusalén ? ¿Qué ha pasado, cómo es posible que muera Dios? Las buenas gentes no pueden entender lo que ha pasado. Yo con mi razón, tampoco. Sólo por la fe puedo entender y comprender.

Los soldados se reparten las pertenencias de Jesús: sandalias, capa, cinturón. Sólo queda la prenda de más valor: la túnica sin costuras. Todos la quieren. Para no dividirla en cuatro partes, deciden echarla a suertes. Ponen los dados en el casco de un soldado y comienzan a sacarlos entre carcajadas. Ya están seguros que Jesús va a morir, piensan que ya no puede hacerles nada malo , así que desahogan todo su odio en Él: se burlan, se ríen a carcajadas, pronuncian palabras soeces, gestos indecorosos…hasta le insultan los ladrones crucificados con Él. Le gritan: Bah, oh, tú que destruyes el templo y eres capaz de reconstruirlo en tres días, ¿ por qué no te salvas ahora a ti mismo? Si es que eres hijo de Dios baja de la Cruz. A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel, baja ahora de la cruz y creeremos en ti. Ha puesto en Dios su confianza, que le libre Dios si tanto le quiere. ¿ No decía el mismo que era hijo de Dios?

Jesús calla; tiene los labios secos, suda, sangra. Hace un sol de justicia; moscas y mosquitos acuden a las llagas y a la sangre de Jesús. El peso del cuerpo va alargando, poco a poco, las heridas: el desgarro es cada vez mayor. La asfixia crece, respira con mucha fatiga. Los curiosos se alejan, ya sólo quedan los muy amigos o los grandes enemigos. Jesús comprende que ha llegado la hora de hacer su testamento para la humanidad.

PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN.

¡Jesús clavado en la cruz, con dolores terribles se olvida de si mismo y se preocupa de sus enemigos! El perdón nos alcanza a todos, pues, todos con nuestros pecados le hemos condenado, le hemos crucificado. Caifás, Anás, Pilato, los sacerdotes, Herodes, Judas, ¿no sabían lo que hacían ? ¿No sabemos nosotros lo que hacemos cuando pecamos? Jesús conoce la flaqueza de la naturaleza humana, su debilidad, su ceguera. A esta generación sólo le interesa el presente, lo inmediato; el futuro, el más allá, eso son filosofías incómodas que nos pueden amargar el disfrute del presente, así que las borramos para que no nos incordien. Por otra parte, Jesús predicó, una y otra vez, el perdón a los enemigos, el poner la otra mejilla


“¡Ay, Señor, ¿ Cuándo seré
tal como vos deseáis?
Si no os amo y vos me amáis,
¿ de mi y de vos que diré?
Diré de vos que sois Dios,
y de mí que no soy hombre;
que no merece este nombre
el que no os conoce a vos.
¡Ay, ciegos errores míos!
Abridme, Señor, los ojos,
para ver vuestros enojos
y entender mis desvaríos.
Dadme bien a conocer,
lo que va de vos a mí;
no miréis a lo que fui,
sino a lo que puedo ser”.

( Soliloquios de Fr. Lope Félix de Vega Carpio.)


HOY ESTARÁS COMIGO EN EL PARAISO.

Dos ladrones, malhechores, salteadores de caminos o guerrilleros, son condenados a morir en la cruz con Jesús. Uno de ellos se dirige a Jesús: ¿No eres tu el Cristo? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros. ¿Qué encierran sus palabras? sarcasmo, desprecio, ironía o quizá esperanza. El otro, toma la palabra: ¿ Ni siquiera en el suplicio temes tu a Dios? Nosotros , en verdad, estamos crucificados, justamente, pues, recibimos el justo pago de lo que hicimos. Pero éste nada malo ha hecho. Este ajusticiado es un pecador, pero su alma no está contaminada, es buena. Ahora se dirige a Cristo y le dice: Acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Esta claro, cree en Jesús, su compañero de muerte; tiene fe y es humilde. Pide sólo que Jesús se acuerde de él. Además está seguro que hay algo más allá de la muerte. Jesús responde a su fe, a su arrepentimiento y a su humildad: En verdad te digo, que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. A Jesús, le importa el corazón, el arrepentimiento, la humildad, la fe, el amor. Él ha venido a salvar, no ha venido a condenar. Perdona con una sola condición: arrepentirse y no volver a pecar.

MADRE, HE, AHÍ A TU HIJO; HIJO, HE AHÍ A TU MADRE.

En torno a la cruz, sólo quedan un grupo reducido de amigos: Su Madre, María Cleofás, María Magdalena y Juan. María , su Madre, está desgarrada por el dolor al ver a su Hijo en aquel estado. ¿ Qué quiso decir Jesús? ¿ Se refiere a Juan, se refiere a María o se refiere a toda la humanidad ?Yo creo que le dice a su Madre, María: desde ahora eres madre espiritual de todos los hombres y como madre cuidarás de ellos como yo lo hice. Desde la cruz se está dirigiendo, también, a todos nosotros: os dejo una madre para que acudáis a ella en todo momento, para que ruegue por vosotros. ¡ Qué consuelo tan grande, que grandeza, le hemos crucificado y nos deja a su Madre para que interceda por nosotros y nos ampare!.

DIOS MIO, DIOS MIO, ¿ POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

. De repente se levanta un aire caliente, áspero, cargado de polvo y arena. El sol se oscurece; Jesús está muy débil; la sangre no ha dejado de brotar; ya no puede ver ni a los soldados ni al pequeño grupo de fieles. Hace un último esfuerzo, se incorpora en la cruz, llena de aire los pulmones y grita en alta voz: Elí, Eli, lama, sabactaní?. Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has abandonado? ¿ Por qué grita Jesús? Si es Dios, ¿ cómo puede decir que Dios le ha abandonado? No logro entenderlo. Quizá esté recitando el salmo 21.

¡ Dios mío, Dios mío ¿ Por qué me has abandonado ?
Dios mío, clamo de día y no respondes, de noche, sin hallar reposo.
En verdad que soy un gusano, no un hombre, el oprobio de los hombre y el desprecio del pueblo.
Todos los que me ven se burlan de mí, abren los labios, mueven la cabeza.
Dicen: en Dios confía, que él lo libre, pues tanto lo ama: Que venga Dios a salvarlo.

Sus fauces se abren contra mí feroces, cual leones rapaces y rugientes.
Todos mis huesos están dislocados, seca está como una teja mi garganta y mi lengua está pegada a las fauces. Me has reducido al polvo de la muerte.

Numerosos canes me circundan; banda de malhechores me anda entorno.
Han traspasado mis manos y mis pies, y puedo ya contar todos mis huesos
Se han repartido mis vestidos y echan a suerte sobre mi túnica.
Tú, pues, Yahvé, no retrases tu socorro; apresúrate a venir en mi auxilio.
Que pueda hablar yo de tu nombre a mis hermanos y ensalzarte en medio de la congregación de tu pueblo..

Jesús se hace hombre, uno de nosotros y asume todos los pecados del mundo. Su grito no es de desesperación, es un grito de oración al Padre.

Los soldados corean la frase a carcajadas y dicen : ¡ A Elias llama éste!

Me conmueve, Señor, el verte en esa cruz y escarnecido.
Me conmueve el ver tu cuerpo tan herido.
Me conmueve tu infinito dolor y sufrimiento.
Pero sobre todo me conmueve porque sufres por nuestras culpas y pecados, Tu que eres el Rey del universo, el Dios del amor.

Por tu ejemplo, Señor, mis males, penas, dolores, sufrimientos, ofensas, incomprensiones…, son más soportables.

TENGO SED.

Jesús es un hombre. Ha perdido mucha sangre. Está deshidratado. Por eso, tiene sed. Los soldados tienen en un jarro una mezcla de vino agrio, vinagre y agua para apagar su sed durante las horas de guardia. Uno de los soldados, conmovido por las quejas de Jesús, toma una esponja, la sumerge en el jarro, la coloca en la punta de la lanza y la pone en los labios de Jesús, mientras tanto, los otros se burlan: veamos si viene Elias a salvarle. Dios había tocado el corazón de ese soldado; que no tarde en venir a tocar el nuestro.


TODO ESTA CONSUMADO.

Su misión, para lo que había venido al mundo, se había cumplido. Por eso clama: todo está consumado.

EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU.

Jesús muere encomendándose al Padre. Se pone en sus manos que no están hechas para condenar, sino para salvar. Eran un poco más de las tres de la tarde, cuando inclinó la cabeza y murió. En ese momento, se oye un ruido tremendo. Los soldados alarmados cogen las armas. La tierra tiembla; las piedras se hunden; una de las del Calvario se agrieta. El centurión intuye que algo misterioso está pasando y dice: Realmente este era un hombre justo. El velo del templo se rasga en dos de arriba a bajo. Un miembro del sanedrín, José de Arimatea, que no había tomado parte en la condena de Jesús y que le amaba en secreto, ofrece la sepultura que tenía para sí y su familia en un jardín situado a unos 40 metros de allí. Se ofrece también para ir a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús para que no sea arrojado a la fosa común. Pilato llama al centurión para que le confirme la muerte de Jesús. Una vez convencido concede a José de Arimatea lo que le pide.

Los sacerdotes piden a los soldados que quiebren las piernas de los crucificados para acelerarles la muerte. Deben morir antes de la puesta de sol. De lo contrario, estaría prohibido, por la ley, desclavarlos antes de la madrugada del domingo. A golpes quiebran las piernas de los ajusticiados. Pero cuando llegan a Jesús, un soldado dice: no es necesario, ya está muerto. Uno de los soldados no se fía. Coge su lanza y con fuerza la dirige contra el pecho de Jesús, llegando hasta el mismo corazón. Cuando la retira, de la herida sale un chorro de sangre y agua que se derrama por el cuerpo de Jesús.

Llega José de Arimatea con el permiso de Pilato para desclavar a Jesús y enterrarle. Eran las cuatro y media de la tarde. ¿ Dónde están los discípulos? ¿ Dónde está Pedro, dónde está Andrés…? Ellos son sus discípulos, ellos le conocen mejor, ¿cómo es que no están allí? Tienen que ser dos extraños, un saduceo - José de Arimatea, un fariseo - Nicodemo - quienes realicen la tarea. Quitan los clavos de los pies, las piernas caen de golpe y oscilan en el espacio. Separan con cuidado el travesaño del leño vertical. Descienden el cuerpo y el travesaño. Ya en el suelo, arrancan los clavos de las manos y dejan el cuerpo de Jesús en tierra. María, su madre, se sienta en el suelo junto a Él y limpia su rostro. ¿Puesdes imaginar el dolor de una madre en un escenario como este? José de Arimatea y Nicodemo lavan el cuerpo ensangrentado con esponjas. Después, lo colocan sobre una sábana y lo envuelven con ella. Llevan el cuerpo al sepulcro que está allí, a 40 metros. Dejan el cuerpo sobre la hierba del huerto; frotan todos sus miembros con perfumes que había traído José de Arimatea. Envuelven sus miembros con rollos. Finalmente, el cuerpo con la sábana lo atan con tres cintas, a la altura de los tobillos, cintura y cuello.
EL CALVARIO

SANTO SEPULCRO: REFERENCIAS BIBLICAS


“Llegada ya la tarde, porque era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro ilustre del Sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, que se atrevió a entrar a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto, y haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto. Informado del centurión, dio el cadáver a José, el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento. María Magdalena y María la de José miraban donde se le ponía” ( San Marcos 15, 42-47).

“Al otro día, que era el siguiente a la Parasceve, fueron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron: Señor, recordamos que ese impostor, vivo, aún dijo: después de tres días resucitaré. Manda, pues, guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos, le roben y digan al pueblo: ha resucitado de entre los muertos. Y será la última impostura peor que la primera. Díjoles Pilato: ahí tenéis la guardia; id y guardarlo como vosotros sabéis. Ellos fueron y pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra” ( San Mateo 27,62-66).

“Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, movió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él, temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel dirigiéndose a las mujeres, dijo: no temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ve el sitio donde fue puesto. Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis”.(San Mateo 28,2-7)

“Pasado el sábado, María Magdalena, y María de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungirle. Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento. Se decían entre sí: ¿Quién nos moverá la piedra de entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven, sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. Él les dijo: No os asustéis: Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le colocaron” ( San Marcos 16,1-6).
PIEDRA DE LA UNCIÓN

Del Calvario, bajamos por la escalera de la izquierda y a pocos metros nos encontramos con la Piedra de la Unción que marca el lugar donde el cuerpo de Jesús fue embalsamado por José de Arimatea y Nicodemo. Por delante y por detrás, sobre poyos, en grandes candelabros, se colocan cirios. Por encima, cuelgan ocho lámparas con cruces. Varios monjes ortodoxos y peregrinos rodean la Piedra de la Unción y oran fervorosamente.
SANTO SEPÚLCRO

Muy cerca, está el Santo Sepulcro. Es un templete de mármoles de 5,5 metros de largo por 6 de ancho y alto. Es obra de un arquitecto ruso, construida en 1810. Está rematada por una cúpula bulbosa. A los lados de la entrada, sobre poyos, en grandes candelabros, se alzan grandes cirios pascuales que simbolizan la resurrección de Cristo. Sobre la puerta, hay varias representaciones de Jesús surgiendo glorioso del sepulcro. Todo iluminado por lámparas de plata y cristal verde.

Hay muchos peregrinos esperando para entrar en el sepulcro. Nos ponemos a la cola de la fila. Un joven monje ortodoxo vigila y controla la entrada. Los peregrinos entran por la pequeña puerta de uno en uno, y, aunque no permanecen mucho tiempo en el interior, para que otros puedan entrar, la fila avanza lenta y pesadamente. Cuando me llega el turno, entro en la primera cámara, la de los Ángeles, lugar donde éstos anunciaron a las piadosas mujeres la resurrección de Jesús. Contemplo allí un pedestal cubierto con cristal que contiene, según dicen, un trozo de la piedra que cerraba el sepulcro. Accedo a la cámara interior de 2,07 metros de larga y 1,94, de ancha, por una puerta de 1,33 metros de altura. A la derecha, hay un banco de piedra cubierto por una losa de mármol para evitar que los peregrinos arranquen trozos de la piedra. El mármol está partido en dos desde 1555 para que no fuera robado. ¡ Dios santo, estoy en la sepultura de Jesús! Allí, donde permaneció muerto durante tres días, donde resucitó, donde se apareció a las mujeres, en la roca donde fue depositado su cadáver, donde Pedro y otros apóstoles acudieron a comprobar su resurrección. Son tantas las emociones vividas esta tarde que estoy aturdido, incapaz de reaccionar adecuadamente en lugar tan sagrado.

Quisiera, Señor, dejar constancia de mi tristeza por tus sufrimientos y porque yo también soy la causa de tanto dolor, pero, a la vez, de mi satisfacción y alegría por estar en el lugar de la esperanza, porque con Tu resurrección, como primicia, tengo la seguridad de mi propia resurrección y la de toda la humanidad. La tristeza se convierte en alegría. Tu muerte, Señor, y por ella la nuestra, tiene sentido. Aleluya, Señor, por Tu resurrección, nuestras alegrías y tristezas, nuestras penas y sufrimientos, los males y dolores que padecemos, las ofensas y golpes que recibimos, la muerte, la vida tienen sentido.

En la parte opuesta a la entrada, una puerta permite ver la autentica roca del sepulcro de Jesús.

Por mi mente desfilan vertiginosamente las escenas allí vividas. Toman el cuerpo de Jesús cuidadosamente, y lo introducen en la tumba. Lo ponen en el nicho de la derecha, mirando a Jerusalén. Salen los hombres, entran las mujeres que quieren ver, por última vez, a Jesús. Cierran la tumba con una piedra en forma de rueda de molino. Anás, aunque no cree en la resurrección de los cuerpos, temeroso de que los discípulos roben el cuerpo de Jesús o porque, quizá, pudiera ser verdad lo que había anunciado varias veces: moriría y tres días después resucitaría, pide a Pilato que mande soldados para guardar el sepulcro. Los soldados sellan el sepulcro y permanecen allí en vigilancia. Por la noche algo les despierta que les deja inmovilizados. Asustados, van a la tumba. Comprueban que está abierta y vacía. ¿Cómo justificarse ante Pilato? Deciden contárselo a los sacerdotes. ¡Los soldados se sorprenden, parece como si los sacerdotes esperasen la noticia! Pero siguen con la farsa. Deciden negarlo. ¡Cómo iban admitirlo si ellos le habían condenado por blasfemo! ¡Cómo iban admitir públicamente su traición! Reunidos con los ancianos, toman el acuerdo de comprar a los soldados con muchas monedas de plata. Le dicen que tienen que mentir: decid que sus discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo mientras dormíais. ¡ Pero, ¿si están dormidos como pudieron ver a los discípulos robar el cuerpo de Jesús? Los soldados no entienden nada. Temían ser castigados y son recompensados. Es domingo de madrugada, cuando María Magdalena, María de Santiago y Salomé llegan al sepulcro. Traen perfumes para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. ¡Sorpresa! La piedra está apartada; la tumba está abierta; el sepulcro está vacío. Ven a un joven vestido de blanco, sentado a la derecha. Se asustan. El joven le dice: No os asustéis, ¿buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? Resucitó , no está aquí.

Visitamos algunas capillas cuando íbamos a la cantera que está debajo del Calvario. Bajamos bastantes escaleras hasta que llegamos a la cantera. No hay ventanas, la luz es pobre, todo está en penumbra, el aspecto es fúnebre. El guía recalca que es la auténtica cantera del Calvario, donde Jesús fue crucificado. En efecto, allí había rocas con aspecto de cantera. Aquello era de verdad una cantera.

El cuidado de la Basílica está a cargo de varias comunidades cristianas: católicos, ortodoxos, armenios, coptos, abisinios. ¿Hay celos, intolerancia, rencillas, desacuerdo, falta de entendimiento, entre ellos? Si así fuera, estoy seguro, Cristo no lo aprobaría. Le aplicaría la misma fórmula que aplicó a los mercaderes del Templo. ¡Qué mal ejemplo darían a todos los cristianos que tenemos como referente la doctrina de Cristo! Mal ejemplo, precisamente en el mismo lugar donde Cristo fue crucificado, muerto, sepultado y resucitó. ¿ Cómo podrían justificar tal actitud los que se llaman cristianos, cuando Cristo predicó el amor, el perdón, la tolerancia, el entendimiento? Prefiero entender que es tal el amor por Cristo, que todos quieren estar allí, para estar más cerca de Él, para dar testimonio, para desagraviarle por todo lo que le hemos hecho.


Un monje ortodoxo, entrado en años, vestido con sotana de color azul, cabeza cubierta por sombrero de forma un tanto tubular, barbas blancas que le llegan hasta el pecho, ojos que reflejan tranquilidad de conciencia y espíritu, se sienta en las escaleras. Laura y yo, por señas, le indicamos si nos permite sacar una fotografía con él. Entendemos que accede. Sacamos la fotografía y le agradecemos sinceramente su amable gesto. El nos gratifica con una sonrisa que es todo un misterio.

Desde esta plaza, vemos en la fachada de la Basílica una escalera que, según el guía, lleva allí colocada bastantes años. No se quita de allí, según nos dice, porque las distintas confesiones no son capaces de ponerse de acuerdo. ¿ Es esto signo de desunión, intolerancia entre las comunidades cristianas que cuidan de la Basílica? ¡Qué pena , si esto fuera así!



TUMBA DE DAVID EN MONTE SION


Debajo del Cenáculo, está la supuesta tumba del Rey David. A nivel del suelo, en un bajo, un grupo de alumnos hebreos de poca edad recogen los materiales escolares. Es la hora de la salida. Entramos en un espacio abovedado que da paso a una pequeña sala rectangular: la Tumba de David. Es un enorme sarcófago, protegido por una verja, construido en piedra y revestido por un paño color ladrillo con narraciones en hebreo y con la estrella de David en su parte central. Dos mujeres hebreos rezan delante de la tumba con sus típicos movimientos de cabeza adelante y atrás: igual que en Muro de los Lamentos. Sobre la tumba están colocadas coronas y rollos de la Torá de plata, traídos a Israel de sinagogas de la Diáspora, destruidas durante el Holocausto. A la derecha de la tumba, en una habitación pequeña y humilde, un hebreo explica, a otro grupo de seis, la Torá. Lo hace con tanta convicción y energía, como si en ello le fuera la vida. Se aprecia una gran fe y convicción. La pureza de corazón es lo que importa.
Este lugar, la Diáspora para los judíos, después del Muro de los Lamentos, es el más venerado por ellos: es la tumba del Rey David.


IGLESIA DE LA DORMICIÓN


La edificaron, entre 1900 y 1908, los benedictinos alemanes en los terrenos regalados por el emperador Guillermo II de Alemania. Es una basílica romana de forma circular. Destaca su austeridad. Sobre el ábside, sobresale por sus grandes dimensiones un mosaico que representa a María con el niño Jesús en brazos.

Lo más importante es la cripta, en forma redonda, llamada del Sueño Eterno, que está debajo de la basílica. Aquí, según la tradición, María se durmió en sueño eterno después de vivir en este lugar varios años desde la muerte de Jesús. Según la tradición, antes de morir la Virgen, todos los apóstoles sintieron un impulso de regresar a Jerusalén. Después de muerta la Virgen, la sepultaron en el Valle de Josafat, junto a Jetsemaní, de donde fue asunta a los cielos después de resucitar. Por eso a su muerte se le llama “ dormición” o “ transito”. Otra tradición dice que la Virgen se fue con San Juan y que murió en Éfeso. En las paredes, hay varios altares con mosaicos bizantinos de bellos colores.

En el centro de la cripta, bajo la cúpula, sostenida por columnas, aislada por un pretil circular cubierto de alfombras que sirve de reclinatorio, está la imagen policromada de la Virgen Dormida, suavemente iluminada. Es de piedra de tamaño natural. Un manto negro cubre todo su cuerpo. El rostro y las manos cruzadas sobre el pecho son de alabastro. El ambiente de penumbra, la soledad y el silencio invitan a la oración, reflexión y recogimiento.


Me impresiona la estatua de la Virgen muerta o dormida. Yo nunca había visto una imagen así de la Virgen. Aquella imagen, por su tamaño, por su semblante y colocación me pareció totalmente real. El ambiente de silencio, penumbra y seriedad de los peregrinos daba la impresión de un velatorio, pero la Virgen parecía dormida.

Con toda la devoción de que soy capaz pedí a la Virgen, como madre auxiliadora, su amparo y mediación en todos los actos de mi vida, especialmente, en el último día, en el día definitivo, en el del paso a la otra vida. ¡ Madre, te suplico me concedas, cuando llegue mi hora, una buena muerte. Una muerte santa para estar contigo en el Cielo, con Jesús y con mis padres y parientes.

Los peregrinos estaban reflexivos, pensativos, en aquel santo lugar. Cada uno con su madre hablando de corazón a corazón. En este lugar, los sentimientos y emociones son auténticos y espontáneos. Habla el corazón, abiertamente, sin engaños. Te colocas delante de la Virgen tal cual eres, desnudo de todo encubrimiento. Pides sinceramente perdón por los desvíos de tu vida y ayuda para afrontar las dificultades de cada día. Te entregas, te confías en las manos de tu madre.

Cantamos con gran fervor:

MADRE DE TODOS LOS HOMBRES, ENSÉÑANOS A DECIR: AMEN.

Cuando la noche se acerca, y se oscurece la fe.
Cuando el dolor nos oprime y la ilusión ya no brilla.
Cuando aparece la luz y nos sentimos felices.
Cuando nos llegue la muerte y Tú nos lleves al cielo.


SANTA MARIA DEL CAMINO:

Mientras recorres la vida
tú nunca solo estás,
contigo por el camino
Santa María va.
Ven con nosotros a caminar
Santa María, ven.
Aunque te digan algunos
que nada puede cambiar,
lucha por un mundo nuevo,
lucha por la verdad.
Aunque parezcan tus pasos
inútil caminar,
tú vas haciendo caminos,
otros los seguirán.



EL CENACULO


“Se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en la jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenia ceñida. Llegó, pues, a Simón Pedro, que le dijo: Señor, ¿tú lavarme e mí los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago tú no lo sabes ahora; lo sabrás después. Díjole Pedro: Jamás me lavarás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza… Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho... Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis caridad unos para con otros”. ( San Juan 13, 4-35).


“El día primero de los Ácimos, se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿ Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua? Él les dijo: Id a la ciudad a la casa de Fulano y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está próximo; quiero celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les ordenó y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discípulos, y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno: ¿Soy, acaso, yo, Señor? Él respondió: el que conmigo mete la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre sigue su camino como de Él está escrito; pero ¡ desdichado de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado! mejor le fuera a ese no haber nacido. Tomó la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: ¿ Soy , acaso, yo, Rabbí? Y Él respondió: Tú lo has dicho. Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. Yo os digo que no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros nuevo en el reino de mi Padre” ( San Mateo 26, 17-19).


“La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envió yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonaréis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos. Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Dijéronle, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. El les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los calvos y mi mano en su costado, no creeré. Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Respondió Tomás y dijo: ¡ Señor mío y Dios mío!. Jesús le dijo: Porque me has visto, has creído; dichosos los que sin ver creyeron”. ( San Juan 20, 19-29).


“Cuando llegó el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido como el de un viento impetuoso, que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les daba”. (Hechos 2, 1-4)


Los primeros cristianos construyeron una iglesia sinagoga. En el siglo IV, se construyó una grandiosa basílica llamada “Santa Sión”. Destruida por los persas en el 614, sólo quedó el Cenáculo. En el siglo XII, los cruzados levantaron la Iglesia de Santa María del Monte Sión, que los franciscanos restauraron en 1343. En los capiteles y pilastras pueden verse pelícanos y uvas, símbolo de la Eucaristía. En el 1525, los turcos transformaron el cenáculo en mezquita, bajo pretexto de que allí se encontraba la tumba del rey David. Colocaron el mihrab, orientado hacia la Meca; grabaron inscripciones y edificaron un minarete. Los padres franciscanos fueron expulsados en 1551. Se reproduce un texto con el decreto de expulsión. En la sala inferior, lugar del lavatorio de los pies y de las apariciones de Jesús, se encuentra la tumba de David. Desde 1917, el Cenáculo se abrió a todos los públicos, suprimiéndose todo culto.

Es una estancia con bóvedas ojivales sostenidas por columnas aisladas o adosadas a la pared. Hoy es propiedad del Estado judío. Aquí Jesús lavó los pies a sus discípulos, instituyó la Eucaristía y el sacerdocio, celebró su última cena, promulgó el mandamiento del amor, se apareció a los apóstoles y envió el día de Pentecostés el Espíritu Santo. Es, pues, uno de los lugares más sagrados del cristianismo.

La estancia, al estar vacía, me pareció fría, huérfana. Me dio un poco de tristeza ver un lugar tan sagrado vacío y falto de vida, sobre todo, pensando en los acontecimientos tan decisivos como allí se vivieron. Nuevamente, acuden a mi mente las escenas allí vividas. Desfilan como en una película. Parece como si aquel espacio vacío estuviera poblado de las personas que allí tuvieron protagonismo. Como si sus espíritus se pasearan de un lado a otro mirándonos con indiferencia. Era una sensación inquietante y preocupante. Pienso, otra vez, en el sentido de la vida. Me niego a creer que todo lo que allí sucedió no tuviera ningún sentido, ninguna trascendencia: sólo sucesos condenados al olvido. No encaja esto con el sentido de finalidad que vemos en todo cuanto existe.

Pasamos a una capilla, cercana al Cenáculo, Ad Coenaculum. En el altar, están, en bronce, los apóstoles, en la última cena. Es una capilla custodiada por los franciscanos. Aquí tuvo lugar un acontecimiento muy emotivo: los sacerdotes peregrinos renovaron sus votos sacerdotales. El padre Emérito lee en un libro el ritual. El padre Amadeo y el padre Ismael contestan afirmativamente. Todos los peregrinos, sentados en los bancos presenciamos la escena con curiosidad y admiración. Pensaba yo que los sacerdotes estarían viviendo unos momentos muy emotivos, pues en sus mentes recordarían aquel día, ya un poco lejano en el tiempo, pero cercano en la vivencia, en que , por primera vez, decidieron hacerse sacerdotes de Jesús. ¿ Habrán sido fieles a sus votos en todos estos años? ¿Habrán sido fieles a Cristo?

“Como me envió mi Padre, así os envió yo”. Tremenda responsabilidad la de los sacerdotes. Ellos nunca podrán alegar ignorancia, desconocimiento del mensaje divino. Que el Señor les ayude en su misión.



SAN PEDRO “ IN GALLICANTU”. “CANTO EL GALLO”.


“Condujeron a Jesús al pontífice y se juntaron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro le siguió de lejos, hasta entrar dentro del atrio del pontífice; y sentado con los servidores, se calentaba a la lumbre. Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban. Porque muchos testificaban falsamente contra Él, pero no eran acordes sus testimonios. Algunos se levantaron a testificar contra Él, y decían: Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo, hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas. Ni aun así era acorde su testimonio. Levantándose en medio el pontífice, preguntó a Jesús, diciendo: ¿ No respondes nada ? ¿Qué es esto que testifican contra ti? Él se callaba y no respondía palabra. De nuevo el pontífice le preguntó y dijo: ¿ Eres tu el Mesías, el hijo del Bendito? Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo. El pontífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿ Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos contestaron ser reo de muerte. Comenzaron a escupirle y le cubrían el rostro y le abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y los criados le daban bofetadas. Estando Pedro abajo, en el atrio, llegó una de las siervas del pontífice, y viendo a Pedro a la lumbre, fijó en él sus ojos y le dijo: Tu también estabas con el Nazareno, con Jesús. El negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo lo que tú dices. Salió fuera al vestíbulo y cantó el gallo. Pero la sierva, viéndole, comenzó de nuevo a decir a los presentes: éste es de ellos. El de nuevo negó, y pasando un poco, otra vez los presentes decían a Pedro: Efectivamente, tú eres de ellos, porque eres galileo. Pero él se puso a maldecir y jurar: No conozco a ese hombre que vosotros decís. Y al instante, por segunda vez cantó el gallo. Se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres, y rompió a llorar” ( San Marcos 14,53-72).

La iglesia fue construida en 1931, en el lugar donde estuvo la casa del sumo sacerdote Caifás. La custodian los padres Asuncionistas. En la cripta, existen los supuestos sótanos y calabozos de la casa de Caifás donde Jesús fue juzgado y condenado y pasó, en una fosa, la última noche de su vida mortal. Allí le negó Pedro; allí fueron torturados y sufrieron atrozmente muchos seres humanos que así nos las gastamos muchas veces los hombres y mujeres de este mundo nuestro.

La iglesia tiene una gran cúpula redonda con una cruz de vidrieras en cuyo centro esta Jesús. Más abajo, una corona de ángeles circunda la cúpula y los apóstoles, en grupos de a tres, están sentados en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

El mosaico del altar mayor representa a Jesús que mira a Pedro que se calienta en la hoguera. Otros mosaicos representan a la pecadora pública y al buen ladrón.

Las escenas vividas allí por Jesús me invitan a reflexionar sobre la condición humana. Porque lo hecho por los sacerdotes y judíos y las negaciones de Pedro se repiten cada día también hoy. No somos mejores que ellos. ¡De cuántos testimonios falsos, de cuántas mentiras, de cuántas ofensas, somos testigos cada día y no movemos un dedo! Más aún, ¿ cuántas veces somos nosotros mismos los protagonistas de semejantes sucesos? Señor, escucha mi oración:

Dame la fuerza suficiente para que sepa confesar que soy cristiano en cualquier circunstancia, que mi testimonio sea siempre veraz y que respete a todos como yo quiero que me respeten.
CALZADA ASMONEA DEL TIEMPO DE JESÚS

Al lado de la iglesia, hay restos de la calzada romana de tiempos de Jesús. Por ella pasó Jesús muchas veces. También el Jueves Santo para ir desde el Cenáculo al Huerto de Jetsemaní con sus discípulos.
. Algo en mi interior me dice que debo recorrer el camino que recorrió Jesús. Impulsado por este sentimiento, bajo y subo aquellas escaleras consciente de que son las mismas piedras que pisó Jesús. ¡ Cuánta emoción, cuántos sentimientos al bajar y subir aquellas escaleras! Hay que vivir la experiencia; la explicación es muy pobre; la vivencia, magnífica, aunque no puedas explicarlo con claridad, lo has vivido intensamente en tu intimidad y eso es lo que importa.

Próximo a la iglesia hay un mirador desde el que se contempla un amplio panaroma: muralla este de Jerusalén, cementerio árabe y judío en el Valle de Josafat, el Monte de los Olivos con el Dominus Flevit, Santa María Magdalena, basílica de la Agonía o de las Naciones, tumba de la Virgen…Cuando estábamos admirando este panorama, por todas las colinas y valles, de oriente a occidente, de norte a sur, escuchamos el rezo del muecín. ¡ Santo cielo! ¡Cómo resonaba la oración por aquellos valles y colinas! La musicalidad y armonía de aquel rezo me transportó como a otro mundo y me hizo experimentar sentimientos, vivencias espirituales desconocidas para mí. Era una emoción profunda, evidente; no necesitaba explicaciones para entenderla. Contemplando, como estaba, el Valle de Josafat, tuve la impresión de que tocaba la trompeta convocándonos a juicio final a toda la humanidad y de que de aquellas tumbas salían los muertos para ser juzgados. Poco después, estando todavía en el mirador, las campanas de las iglesias de Jerusalén sonaban también por aquellos valles y colinas. ¡ Cómo sonaban aquellas campanas! ¡Qué tañido tan singular! Siento alegría y a la vez de tristeza; orgullo y a la vez de humildad; pero, en todo caso, algo que conmueve el espíritu y hace intuir algo maravilloso. Estas dos vivencias del mirador siguen vivas en mi recuerdo y así quisiera que permaneciesen durante toda mi vida.
Entramos en la ciudad amurallada. Visitamos el barrio judío. Las casas son de piedra bien trabajada, de forma rectangular, casi todas de la misma forma; las calles empedradas, limpias y amplias, con plazoletas y árboles: como en una ciudad europea. Vimos una sinagoga con un arco, casi toda destruida en la segunda guerra mundial. En una calle contemplamos un mosaico con la ciudad de Jerusalén en tiempos de Adriano. Éste, como se sabe, destruyó la ciudad judía y construyó, en su lugar, otra al estilo romano. Destacan la muralla con sus puertas y la calle principal: El Cardo. Hoy es una calle subterránea. Las casas actuales se construyen sobre columnas para conservar debajo los restos de las construcciones antiguas. Las tiendas están cerradas. Estamos en el atardecer del viernes y va a comenzar la fiesta judía.

Bajamos una escalinata hasta un mirador desde donde se contemplan: El Muro de los Lamentos, las mezquitas, el Monte de los Olivos…Pasamos por delante de una iglesia protestante, por la Iglesia del Santo Sepulcro, subimos por calles estrechas con toda clase de tiendas hasta llegar a la puerta de Jafa.
PUERTA DORADA


Salimos de la ciudad amurallada y caminamos por un paseo contiguo a la muralla. Entre el paseo y la muralla hay una pradera con árboles y arbustos muy bien cuidados. La muralla está bien conservada. Era como si estuviera contemplando las murallas de Avila. Los judíos hassedín, vestidos con traje negro, sombrero negro, algunos con largas barbas y tirabuzones, acuden, con marcha decidida, casi marcial, al Muro de las Lamentaciones para celebrar sus ritos.
Nos sentamos a descansar en un muro pequeño que sirve de protección a la pradera. Amadeo conversa con un viejo monje ortodoxo. Se presenta como sacerdote católico y el monje le responde: católico, ortodoxo, que más da; lo importante es la limpieza de corazón. Si todos los religiosos cristianos pensaran así, la unión de los cristianos sería un hecho. El autobús nos espera en la Puerta Nueva de la muralla para llevarnos al hotel. El día, como todos, había sido muy intenso.