jueves, 24 de enero de 2008

DE TEL- AVI A JOPPE

DE TEL- AVIV A JOPPE

Serían eso de las ocho de la mañana, la hora de salida de la peregrinación.. Subimos al autocar: El guía cuenta a los peregrinos, pasa lista, falta uno; no está Blanca Alberti. Transcurridos quince minutos, el guía va al hotel a informarse de lo que pasa. Blanca estaba dormida; dice que no la llamaron por teléfono. Pasaban treinta minutos sobre el horario previsto cuando, Blanca Alberti, aparece por la puerta del hotel. Los peregrinos esperamos con resignación. Pensamos: es la primera vez, le puede pasar a cualquiera. Vamos a iniciar la peregrinación. Pequeña ascética. Lo importante es que no se repita.

Es lunes, día dos de septiembre. El cielo está despejado, el sol es radiante, la temperatura agradable: hace buen día. Para la peregrinación esto es bueno. El guía dice que la peregrinación hay que hacerla en clave de alegría. El espíritu está preparado, bien sensibilizado para vivir la experiencia. Empezamos con una breve oración para pedir a Dios que nos ayude a entrar en su tierra, mejor, a entrar en el mensaje que se realizó en esta geografía, en la geografía de la redención, donde se vivieron los acontecimientos históricos más relevantes del cristianismo. El guía comienza con “El ángel del Señor anunció a María”... Luego dice: ahora vamos a cantar para sentirnos como amigos y hermanos y para ello nada mejor que empezar cantando:

“Juntos como hermanos, miembros de una iglesia,
vamos caminando al encuentro del Señor....

Sorpresa, ¿ qué me pasa? Experimento algo diferente, distinto a otras veces cuando he cantado esta misma canción. Aquí me doy cuenta que tiene un sentido más profundo, más real: parece que la canción tiene vida, que moviliza energías desconocidas para mí. ¿ Qué me está pasando ?¿ Será que intuyo algo de lo que no soy del todo consciente ? ¿ Quizá he entrado en una dimensión espiritual desconocida. Es algo espontáneo, vivencial, que siento, pero que no se explicar del todo. Por la forma de cantar y de rezar de los demás peregrinos, tengo la profunda convicción que ellos también están viviendo la misma experiencia. Parece como si perdieras la individualidad personal para formar otra con todos los demás peregrinos. Había nacido una unidad plural que vibra y se emociona como si fuera una persona singular. Yo, con palabras, no puedo explicar bien esta realidad.

Nos dirigimos a Joppe ( Jafa). Desde el autocar contemplamos las calles y las casas que parecen humildes. Hay poca circulación, quizá porque son las afueras de la ciudad, barrios periféricos de una gran ciudad, distante de España, al otro lado del Mediterráneo, una ciudad muy antigua. Unos dicen que la fundó Jafé, hijo de Noé, 4000 años a. J.C.; otros, que los fenicios, 1600 años a. J. C. La Biblia dice que en el reparto que hizo Josué de las tierras prometidas por Dios al pueblo de Israel, le correspondió a la tribu de Dan; que era el puerto principal de Israel, que por él entraron, en tiempos del rey Salomón, el rey que pidió a Dios sabiduría para gobernar su reino, los cedros que procedían del Líbano y que le mandaba Juram, rey de Tiro, para construir el primer templo. Por aquí entraron también, en tiempos de Zorobabel, los cedros para construir el segundo templo; que desde Joppe, partió el profeta Jonás para Tarsis; que San Pedro resucitó a una mujer creyente llamada Tabita, que quiere decir “ gacela “, rica en buenas obras y limosnas y allí tuvo una visión en que se le reveló la universalidad del Evangelio, que debía ser predicado sin distinción a judíos y gentiles.

Desde el tiempo de los cruzados hasta principios de este siglo, desembarcaban aquí oleadas de peregrinos que venían a Tierra Santa desde todo el mundo cristiano. Por un momento imagino a estos peregrinos de tantas naciones, pobres unos, ricos otros, creyentes en Cristo, todos. Llegaban, después de una travesía difícil, en medios de comunicación pobres, inseguros, incómodos y peligrosos, pero llenos de fe y fervor religioso. ¡Cuánto me gustaría conocer la vida, la historia real de estos peregrinos ¡ Sus promesas, sus creencias, la fuerza que les impulsaba a dejarlo todo para ir allí, aun a costa de sus vidas, con la posibilidad frecuente de no volver a ver la tierra donde nacieron, la tierra que les vio crecer, a sus familias y amigos. La fuerza y esperanza de pisar la tierra de Cristo era tan grande que lo otro importaba menos.
Joppe hoy es un barrio de Tel Aviv de 150.000 habitantes, casi todos judíos.

Visitamos el Barrio de los Artistas de Joppe. Calles estrechas, escalonadas y entrecruzadas, de piedra dura y pulida, fácil, si no se lleva calzado adecuado y mucho cuidado, para resbalar, caerse, sufrir un accidente y arruinar la peregrinación del desdichado afectado. El guía dice que en verano este barrio tiene mucho ambiente; aquí se celebran muchos actos culturales y recreativos. Paseamos por las calles con precaución . Las tiendas y comercios estaban cerrados: era muy temprano. Los rótulos escritos en hebreo y árabe, también alguno en inglés. A estas horas de la mañana penetra, entre las cruzadas calles, el sol; sus rayos se dejan ver como si salieran de espesas nubes en una tarde tormentosa, contrastando las sombras con las luces. Observamos el barrio con atenta curiosidad, mientras avanzamos por sus calles. Aparentemente, todo parecía deshabitado, abandonado, desierto: una ciudad fantasma cuyos habitantes desaparecieran de la faz de la tierra. La soledad también habla y hasta grita. Sólo hace falta estar atentos y sensibles para percibir y entender su profundo mensaje.

Llegamos a un parque de suaves pendientes. Subimos hasta lo más alto. El parque está bien cuidado: césped verde, recién segado, riego por aspersión abundante. El agua cae como si fuese la fina lluvia de mi tierra gallega, dejando en la hierba gotas relucientes al sol cual plateadas perlas; arbustos de distintas especies completan aquel escenario. Es un bonito jardín cuidado por expertos operarios.

En lo alto del parque hay un monumento que evoca varias escenas bíblicas: sacrificio de Isaac, sueño de Jacob… Desde este mirador se contempla un amplio y hermoso panorama. Si miramos hacia la costa, nos encuentras con el Mar Mediterráneo, aquí con sus playas de doradas y finas arenas que se extienden hasta los confines del horizonte. Las olas de blanca espuma, en un constante ir y venir sin término, acarician las arenas de la playa. En tierra firme, destacan las elevadas torres de la ciudad de Tel- Avic que pregonan la modernidad de esta ciudad. ¿ Por qué me sorprende este panorama ? ¿ Quizá pensaba que Israel sería algo semejante a un desierto ? Hace calor. Pero desearía permanecer aquí más tiempo, desearía obedecer a la llamada de las olas para refrescarme en sus cálidas aguas. En esta ocasión no es posible: el tiempo pasa, el programa es denso, hay que continuar. De frente tenemos la iglesia de San Pedro. Bajamos del mirador por senderos bien trazados, con intención de visitar la iglesia. Un joven de color negro nos abre la puerta y nos saluda con una sonrisa . ¿ Qué tendría el alma de este joven para que su sonrisa transmita un mensaje espiritual que penetra mucho más que el mejor de los sermones, o en que estado espiritual me encuentro yo para percibir, en esta mirada, como un mensaje de paz, bondad y felicidad espiritual indescriptible. Intuitivamente siento simpatía, aprecio, misterio, comunión, identificación con aquel ser humano que veo por primera vez.

La iglesia no tiene nada especial, si no fuera porque allí se sitúa el lugar en que San Pedro resucitó a Tabita, y allí la Iglesia se abre, por primera vez, al paganismo, verificándose el pentecostés de los gentiles. Entre San Pedro y San Pablo había diferencias doctrinales en un punto importante. Pedro decía que si un pagano quería hacerse cristiano, primero tenia que hacerse judío, Pablo decía que no era necesario, que si un pagano quiere hacerse cristiano, pasa directamente, sin más . Esto era algo fuerte. Nosotros, peregrinos, venimos de la gentilidad y entramos, si no fuera así, primero tendríamos que hacernos judíos.
Dentro de la iglesia, sentados en bancos de madera, mirando al altar en el que destaca una corona de la que salen rayos luminosos, una peregrina lee los pasajes bíblicos que relatan los acontecimientos acaecidos en este lugar.

“Había en Joppe una discípula llamada Tabita que quiere decir gacela. Era rica en buenas obras y en limosnas. Sucedió, pues, en aquellos días que enfermando murió, y, lavada la colocaron en el piso alto de la casa, y, sabiendo los discípulos que se hallaba allí Pedro le enviaron dos hombres con este ruego. No tardes en venir a nosotros. Se levantó Pedro, se fue con ellos... Pedro los hizo salir a fuera a todos, y puesto de rodillas, oro, luego vuelto al cadáver, dijo : Tabita, levántate. Abrió los ojos y viendo a Pedro, se levantó. Enseguida le dio la mano y la levantó y llamando a los santos y viudas se la presentó. Hechos ( 9,36-43 )”.

“Pedro sintió hambre y deseo de comer; y mientras preparaba la comida le sobrevino un éxtasis. Vio el cielo abierto y que bajaba algo como un mantel grande, sostenido por las cuatro puntas, y que descendía sobre la tierra. En él había todo género de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Oyó una voz que decía: levántate Pedro; mata y come. Dijo Pedro. De ninguna manera, Señor, que jamás he comido cosa alguna manchada e impura. De nuevo dijo la voz: lo que Dios ha purificado no lo llames impuro.... tomando entonces la palabra dijo: Ahora reconozco que no hay en Dios acepción de personas, sino que en toda nación el que teme a Dios y practica la justicia le es acepto . Hechos ( 10,10-35 )” .


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